El Papa, con dos o tres colaboradores y custodios, sale de Santa Marta y va a última hora de la tarde del pasado martes a visitar a unos amigos que regentan una tienda de discos, cerca del famoso Panteón de Roma. Evidentemente detrás, o más bien delante, está el fotógrafo que tiene la tarea de documentar el andar romano del pontífice.
Esto sucedió anteayer y todavía se habla de ello. Pero algo similar había sucedido antes, hace algún tiempo. Francesco visitó una tienda de anteojos para cambiar sus lentes. Antes de eso, había ido a una tienda de productos ortopédicos y de salud y había comprado zapatos nuevos con plantillas hechas a medida. Todo documentado en tiempo real.
Al hacerlo, el Santo Padre ejerce su derecho, incluido el de dejar huellas visibles de sus pasos. Quizá estos comunicados «sorpresa», pero bien elaborados y montados, son también una forma de acercar mediáticamente su persona, su figura, su carisma, así como su magisterio y esto, guste o no, es su otro derecho. Un derecho a comunicar, a subrayar, a ser percibido de forma directa e impactante donde la imagen es fundamental. El Papa Francisco siente la necesidad de estar permanentemente en escena. Puede ser discutible, pero incluso esto es legítimo.
Con el paso de los tiempos, también el Sucesor de Pedro debe subir al escenario para competir con los demás para ganar la atención y la escucha. En nuestras sociedades, hacerse escuchar es difícil y se necesitan todos los recursos posibles, en especial los del tiempo real, la foto viral y el hecho inesperado.
Cómo terminará esta carrera y esta modalidad mediática y con qué consecuencias, en el caso del obispo de Roma, no lo sabemos, pero estamos seguros de que tarde o temprano llegará un un costo a pagar por ello.
Ahora solo queremos decir algo corto y directo y eso es todo. Encuentro, como un diminuto laico católico ocupado con grandes esfuerzos para ayudar a la Iglesia católica en los medios de comunicación en línea, bastante vergonzosos muchos textos escritos en estos días sobre los paseos del Papa, llenos de elogios gratuitos y fuera de lugar, cortesías inútiles rayanas en el culto de personalidad de memoria estalinista, absurdo e innecesario. Estos textos en estas horas han hecho mucho daño al Santo Padre… Para dar la noticia, para ilustrar la foto o el vídeo, para narrar el hecho, no hacía falta usar metáforas chocantes, incomodar diccionarios de adjetivos. , desvirtuar la noticia y la historia, en definitiva, montar un hipotético hecho milagroso.
Así que, manos fuera del Papa y del papado, que no son el camino y la ocasión para ganancias personales o de consorcio. Cualquiera que quiera usar al Papa, este actual pero también otro del pasado, para lucrarse de cualquier forma, ofende el Evangelio y la fe y también a muchos católicos que no participan en este juego, es más, lo odian. Los bergoglianos dañan al Papa como los ratzingerianos y los wojtylianos hicieron con Benedicto XVI y san Francisco. Juan Pablo II, respectivamente. ¡Aquí vamos de nuevo!
Luis Badilla.
ilSismografo.