La parábola que hoy escuchamos tiene como objetivo insistir en la necesidad de perdonar a partir de la experiencia de haber sido perdonados. Esta parábola surgió cuando Pedro hizo la pregunta: “¿Cuántas veces tengo que perdonar a mi hermano?”. Algunos textos bíblicos (Gen 50,17; Job 33,29) concebían el perdón hasta tres veces y a Pedro le parece ya exagerar cuando habla de perdonar hasta siete veces, pero Jesús va más allá. No olvidemos que el deseo de venganza existe en el ser humano como si fuera parte de sus genes y el perdón no es fácil concederlo. Pedro es consciente de los conflictos que se dan entre las personas, conflictos que llevan a los resentimientos y a los deseos de venganza; desea saber cuál debe ser la actitud de la persona ofendida. También Pedro está dispuesto a perdonar ¿pero no existe un límite? La respuesta de Jesús es contundente: “No te digo siete veces, sino hasta setenta veces siete”.
Jesús, para ilustrar sobre el perdón, cuenta una parábola que podemos llamar “El siervo sin entrañas”. Una parábola que nos conduce a imaginar la gran misericordia de aquel rey, contra la tacañees de su siervo; una parábola que apunta hacia el perdón total, pero que termina sin misericordia de alguno de los personajes. Jesús nos deja claro que el perdón no es sencillo concederlo.
Un rey quiso hacer cuentas con sus siervos. Aquel siervo que, sin duda sería un funcionario de rango, le debía muchos millones, una suma gigantesca, una deuda fuera de toda posibilidad de ser pagada. Esta cantidad contrasta con la pequeña cantidad que un compañero le debía a este funcionario. El postrarse, es la actitud más humilde para implorar misericordia; aquel siervo, imagina que con tiempo podrá pagar la deuda y postrándose, solicita: “Ten piedad de mí y te lo pagaré todo”. Aquel rey con su gran corazón, va más allá de la petición de su siervo, no sólo le da tiempo, sino que es capaz de perdonarle la deuda totalmente. El siervo al salir y encontrarse con un compañero que le debía, lo increpa y le exige el pago de aquella pequeña cantidad, una deuda sin duda que podía ser pagadera. Pero aquel funcionario se porta con insolencia, sin el menor humanismo, olvidando la experiencia de perdón que su rey le ha concedido, y no accede a la súplica de su compañero, más bien, lo mete a la cárcel. El siervo perdonado no sabe compadecerse de su compañero.
La parábola, que apunta a mostrar la misericordia total, termina en otra dirección; el perdón puede ser retirado y se aplica la justicia que conduce al castigo. La parábola termina haciendo una invitación a que cada quien perdone a
su hermano. Creo que es relativamente fácil pedir perdón a Dios y nos cuesta perdonar al que nos ha ofendido; queremos misericordia y somos incapaces de otorgarla.
Pensemos: ¿Cuál es el alcance de la parábola?
1°- Dios es de corazón tan grande que perdona las grandes deudas que el ser humano tiene con Él y que jamás podrá saldar.
2°- Ante la conducta divina, nosotros también debemos tener misericordia con el hermano y perdonarle con sinceridad de corazón. Recordemos lo que el Señor nos enseña en el padrenuestro: “Perdónanos, como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”.
3°- Jesús sabe que Dios aplica la misericordia, pero en el juicio, dicha misericordia está condicionada a la práctica de la misericordia y el perdón que la persona haya hecho durante su vida.
4°- Cuando no se perdona, el rencor para con el hermano, se vuelve un obstáculo que imposibilita también el diálogo con Dios y recibir su perdón.
Hermanos, al parecer la parábola que había empezado tan prometedora con el perdón del rey, termina mal. El perdón del rey no logra introducir un comportamiento más compasivo en el corazón de aquel siervo; el siervo perdonado no sabe compadecerse de su compañero; los demás siervos no se lo perdonan y van y piden al rey que haga justicia; el rey, indignado, retira su perdón y entrega al siervo a los verdugos. Aquella compasión que vemos al inicio de la parábola, al final se ve anulada en todos. Creo que el perdón, es hijo de la sabiduría y encuentra su mayor obstáculo en el narcicismo porque éste se manifiesta en una actitud autoreferencialista de las personas, donde todo gira en torno al ‘yo’ y todo se ve y analiza desde las propias ideas e intereses.
El perdón, es una de las modalidades del amor, una de sus más exigentes. No es fácil el perdón, como tampoco es fácil el amor, hay quienes piensan que si perdonan, van a perder o van a ceder, pero la verdad es que el perdón nunca será una derrota, sino al contrario, el perdón es una victoria del amor sobre el odio, de la vida sobre la muerte.
Hermanos, debemos reflexionar en el perdón que podemos dar. Recordemos que una pareja sin mutua compasión se destruye; una familia sin practicar el perdón se convierte en un infierno; una sociedad que no vive el perdón se hace inhumana. El Señor Jesús, nos trae el perdón de Dios en nuestra celebración Eucarística.
Pensemos ¿he perdonado las ofensas que me hacen? ¿qué actitud tengo ante aquel que me ha ofendido?
Les bendigo a todos, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. ¡Feliz domingo para todos!