La Madre Verónica Berzosa, fundadora de Iesu Communio, participó en el retiro online del Apostolado de la Cruz Vocacional, un grupo de oración que rezan diariamente por la vocación de los hijos, nietos, sobrinos y ahijados bajo el patrocinio de Santa Mónica, madre de San Agustín, y que tanto rezó y lloró por su conversión.
La intervención de la Madre Verónica, que confesó que nació precisamente un 27 de agosto festividad de Santa Mónica, se titulaba así: “No puede perderse el hijo de tantas lágrimas”.
De este modo, la religiosa burgalesa fundadora de un instituto religioso repleto de jóvenes monjas hizo una profunda meditación que quiso dedicar a las “madres según el corazón de Cristo”.
La fundadora de Iesu Communio señaló que “dicen que el amor de una madre es ciego… ¡imposible! Hasta un ciego lo ve, porque el amor de una madre en realidad está en todas partes, el amor es visible, bien visible”.
Por ello, quiso dar las gracias a todas estas madres pues “nunca se podrá dar testimonio suficiente de tantos dones como hemos recibido por vuestra vida entregada y silenciosa. Os debemos cuanto somos y tenemos; somos hijos de oraciones y lágrimas”.
En su opinión, “las madres creyentes son madres con espíritu de salvación, configuradas por Él con una maternidad que tiene las dimensiones del amor y el gozo que viene del Espíritu Santo”.
Es más, Madre Verónica aseguró que se atrevía a afirmar que “el corazón de una madre cristiana ama al ritmo del Espíritu Santo; se deja configurar al modo humano-divino de amar a Cristo, su pensar su obrar en ella… Jesucristo en todo su ser”.
En su intervención explicaba a las madres que “vuestra vocación es el amor, vuestra misión sucede en el silencio, lejos de la publicidad, lejos de los primeros puestos. Comunicáis la fe, pero no sólo con palabras, sino sobre todo a través de vuestra persona, de vuestro vivir y la entrega en lo más cotidiano”.
Recordando a San Agustín y a su madre Santa Mónica, la Madre Verónica Berzosa incidió en que “todos sabemos que las lágrimas de una madre son imborrables, quedan cinceladas y dibujadas en su rostro”.
“Son –agregó- lágrimas mudas, serenas, pero que expresan mucho más que las palabras. Su llanto rebosa sentimientos hondos, muy hondos. Jamás lloran por sí mismas, no conocen las lágrimas vacías ni superficiales. Sus lágrimas cuentan una historia de vida con los que aman”.
Fue entonces cuando esta religiosa lanzó una pregunta: ¿dónde se encuentra la fuente de estas lágrimas, de dónde nacen, sino de lo más profundo y secreto de la fuente del Amor? “Brotan de la Fuente trinitaria que mana y corre en sus entrañas. Son lágrimas de alianza con Aquel a quien pertenecen, vienen directamente y vuelven a Dios”.
Pero estas lágrimas no caen en saco roto. “Vosotras, madres orantes, prolongáis las lágrimas de Jesús…”, agregó sor Verónica, antes de explicar que “Su misericordia inagotable nos sigue por todos los caminos en los que nos desorientamos. Hacéis vuestra la misión de Jesús: ‘Es voluntad de mi Padre que no se pierda ni uno sólo de los hijos que me ha confiado’”,
En este sentido, esta monja española se dirigió nuevamente a las madres recordando que “con infinita paciencia, oráis y esperáis hasta que Dios pueda recoger a todos los hijos pródigos y estrecharlos contra su corazón. Permanecéis firmes en la certeza de que ‘no puede perderse el hijo de tantas lágrimas’”.
Haciendo una confidencia durante su meditación, la Madre Verónica confesó que no cree que sea “casualidad que el Señor me hiciera nacer un 27 de agosto, día de Santa Mónica. Por eso, hoy no puedo sino hacer memoria viva de mi madre Carmina, que me transmitió la vida y la fe, el don de la vida en el Espíritu. Este es el legado, la herencia más valiosa que una madre puede dejar a su hijo, porque vivir en verdad es un milagro”.
Del mismo modo, la religiosa confirmó que lo mejor de la vida se produce cuando una casa se convierte en una “pequeña iglesia”, en un “hogar cristiano”, en un “lugar de evangelización”, en “una casa donde el Evangelio es sembrado en el corazón de los hijos, paso a paso, sin prisas ni imposición”.
“Yo antes no entendía las lágrimas de mi madre, hasta me parecían una exageración”, prosiguió la fundadora de Iesu Communio. Y cree que “casi nunca entendemos en el momento sus palabras, sino más tarde, quizá cuando rompemos por fin a llorar por el arrepentimiento y el tiempo perdido”.
Para concluir su intervención, Verónica Berzosa exclamó: “cuántas madres estáis angustiadas porque vuestros hijos se encaminan por senderos equivocados, pero ¡no os desalentéis! El Maestro nos dice: ‘en el mundo tendréis pruebas, pero ánimo, yo estoy con vosotros. Yo he vencido. Y nuestra es su victoria. Conocéis la experiencia de que, como escribía santa Teresa Benedicta de la Cruz, ‘ninguna alegría materna se puede comparar con la felicidad de encender la luz de la gracia en la noche del pecado’”.
“Suplicamos por vosotras, madres, que perseveréis en vuestra misión de esposas y madres, manteniendo firme la confianza en Dios y aferrándoos a Él con perseverancia en la oración. La enfermedad de nuestra época se debe a que falta una verdadera maternidad. Y por eso hay tanta tristeza en nuestros jóvenes. Cuántos hijos se sienten huérfanos, sin puntos de referencia… Por eso, madres, son tan necesarias hoy vuestras manos juntas…”, terminó sor Verónica.
Puede ver aquí la intervención íntegra de Verónica Berzosa: