Cuando Dios se presenta en el antiguo testamento vemos grandes signos que sirvieron para educar a los judíos en relación a quién es el Dios verdadero. Así como un padre educa a sus hijos, Dios nos enseñó en los primeros tiempos de nuestra religión a conocerlo y a distinguirlo de otros dioses de menor poder, que no eran otra cosa que demonios disfrazados de deidades.
Hoy, que nuestra fe ha experimentado tantas revelaciones, Dios se nos ha mostrado de innumerables maneras. Sin embargo, en nuestra ignorancia, el maligno nos engaña para que dudemos del poder infinito de Dios.
¿Cómo se manifiesta Dios?
Muchas veces le pedimos a Dios una prueba de su existencia sin darnos cuenta de que Él mismo nos dijo: “Dichosos los que creen sin haber visto”. Es así, como debemos pedir la gracia de la fe para evitar caer en la tentación de pedir milagros que lo hagan manifestarse.
Cada vez que le pedimos a Dios una prueba de su existencia, cuando decimos: Dios, ¿dónde estás? o ¿por qué no me escuchas?, lo que en realidad le estamos diciendo es, Señor manifiéstate porque dudo de tu existencia.
Tristemente esa es la tentación que nos pone el maligno para hacernos tropezar y que así perdamos la gracia prometida para los que creen sin haber visto. Por eso es importante que pidamos el don de la fe y no signos.
Dios no es el genio de la lámpara
Si bien Dios, tiene el poder infinito para concedernos lo que le pidamos, y nos dice en la escritura que pidamos mucho, siempre tenemos que poner en nuestra oración las humildes palabras de Jesús en el huerto: “Señor haz que pase de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad sino la tuya”. Con esta forma de pedirle a Dios, estamos reconociendo su poder, pero a su vez le estamos diciendo, como en el Padre Nuestro, “hágase tu voluntad en la tierra y en el cielo”.
No esperemos a que Dios nos de cosas porque sí. Pidamos con constancia y persistencia, y entreguemosle nuestra voluntad. Él sabe mejor que nosotros lo que necesitamos antes que se lo pidamos, pero tenemos que pedirle con amor y humildad.
Conclusión
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- Dios siempre te escucha, la pregunta es si tú lo escuchas.
- Sé consciente de todas las bendiciones que Dios te ha dado sin que se las pidas. (Anotar una por una en un cuaderno y leerlas a la mañana y a la noche)
- Pídele mucho a Dios con humildad y fe para que se haga su voluntad, no para que el genio te conceda un deseo.
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