Necesitamos de los profetas, hombres y mujeres ordinarios que, con su palabra y comportamiento, nos recuerden que no podemos vivir resignados ante situaciones que anulen y borren el proyecto de Dios y la vida digna para todos. En este Adviento 2023, debemos renovar el deseo y el compromiso por transformar el entorno en que vivimos. Conviene que no nos acostumbremos a la resignación ante la situación de violencia, ni que justifiquemos el empobrecimiento de muchos hermanos que viven con el salario mínimo, la exclusión y la injusticia. De ahí que la llegada de Jesús, el Profeta, es Buena Noticia para los más pobres, pero también es Buena Noticia para los que vivimos con algún tipo de enfermedad o vacío interior.
La presencia del acontecimiento de Cristo no es primeramente porque Dios necesite de nuestra alabanza y de reconocimiento, sino que responde a la voluntad del Padre para que los excluidos reciban la Buena Noticia del Reino. Por esto, la llegada de Jesús supone el anuncio convincente por parte de Juan, de que la presencia mesiánica implica un deseo elemental y un compromiso real para que la vida de todos sea llevadera y la existencia de todos sea más digna, sin costumbres opresoras y sin egoísmos que atenten contra la fraternidad.
Para esto se requiere un nuevo tipo de bautismo, es decir, un nuevo modo de entrar en relación con Dios que implique, a su vez, una nueva manera de relacionarse con los demás y con el entorno. Esto sólo lo puede dar el Espíritu Santo con el que bautizará Jesús, el Gran Profeta.
Pbro. Juan Beristain de los Santos