Crisis de Cuba. Hubo paz…pero no gracias al mensaje del Papa Juan XXIII

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El papa Francisco también asoció el 60º aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II con la crisis de los misiles soviéticos en Cuba. “Al hablar del inicio del Concilio, hace 60 años, no podemos olvidar el peligro de guerra nuclear que precisamente entonces amenazaba al mundo”, dijo en el Ángelus del 9 de octubre.

Pero al menos el Papa no repitió el mantra de que fue la mediación de Juan XXIII la que propició la resolución pacífica de la crisis en su momento. Un mantra que han suscrito enfáticamente la mayoría de los medios de comunicación, tanto laicos como católicos, incluido el Vaticano.

De hecho, el Concilio acababa de empezar, el 11 de octubre de 1962, cuando tres días después un avión espía estadounidense fotografió la instalación en Cuba de misiles soviéticos que apuntaban hacia Estados Unidos.

Siguieron días febriles en los que, en total secreto, la administración estadounidense estudió cómo reaccionar. El secreto fue tal que, en esos mismos días, el presidente John F. Kennedy se reunió con el ministro de Asuntos Exteriores soviético, Andrej Gromyko, sin que éste tuviera la menor sospecha de que su interlocutor sabía de la instalación de los misiles.

Fue Kennedy quien dio la noticia al mundo, junto con el anuncio de que Estados Unidos respondería con un bloqueo naval alrededor de Cuba y con represalias nucleares frente a un eventual ataque, en un discurso dirigido a la nación el lunes 22 de octubre.

Siguieron días de dramática tensión. Y fue el miércoles 24 de octubre cuando los embajadores estadounidense y soviético en Italia recibieron el llamamiento a la paz del papa Juan XXIII, que se publicó al día siguiente y también en “Pravda” el 26.

Quien sugirió a las autoridades vaticanas el envío de este mensaje fue -según él- el estadounidense Norman Cousins, editor y redactor de “Saturday Review”, amigo de un clérigo a su vez cercano al entonces secretario de Estado sustituto del Vaticano, Angelo Dell’Acqua, y al entonces jefe de protocolo Igino Cardinale, además de Felix Morlion, fundador en Roma de la universidad “Pro Deo”, quien desde los años 40 estuvo vinculado a los servicios secretos estadounidenses.

Pero según el relato pormenorizado estadounidense más informado y autorizado de la crisis de Cuba -las cincuenta densas páginas con la firma del asistente especial de Kennedy en política internacional, Arthur M. Schlesinger Jr., en su volumen de 1963 “A Thousand Days. John F. Kennedy en la Casa Blanca” [Mil días. John F. Kennedy en la Casa Blanca], en la que nunca aparece el nombre de Juan XXIII-, las primeras señales de la disposición del líder soviético Nikita Kruschev a una solución pacífica no incluían ninguna mención al mensaje del Papa, sino que fueron identificados por la Casa Blanca – textualmente – en su “afirmada voluntad de responder al llamamiento del filósofo Bertrand Russell”; en su “amistosa llamada telefónica al cantante estadounidense Jerome Hines, de gira en Moscú”; en su “cortés conversación con un empresario estadounidense, William Knox, de Westinghouse International”; y, sobre todo, en los “indicios de que los barcos soviéticos más cercanos a Cuba estaban reduciendo su velocidad y cambiando de rumbo”.

La primera carta en la que Kruschev escribió que quería solucionar el conflicto estaba fechada el 26 de octubre. Le siguió otra y luego una tercera, el domingo 28 de octubre, en la que anunció el retiro de los misiles de Cuba. El mundo respiró aliviado.

Sin ninguna influencia en la crisis de Cuba, incluso según los relatos rusos, el mensaje de Juan XXIII tuvo sin embargo secuelas en el Vaticano.

Las credenciales obtenidas al activar la proclamada mediación de paz permitieron al emprendedor Norman Cousins contribuir unas semanas más tarde, con el apoyo constante (mediado por Morlion) de Dell’Acqua, a la realización de un sueño muy querido por el papa Roncalli: el de la liberación del metropolitano de la Iglesia greco-católica ucraniana Joseph Slipyj, detenido desde 1945 en una prisión secreta de la Unión Soviética. El 13 de diciembre Cousins se reunió con Kruschev, el 19 informó personalmente al Papa de la buena disposición del líder soviético y el 9 de febrero de 1963 Slipyj, liberado, llegó a Roma.

Pero todavía más comentada -y en algunos casos escandalosa- fue la audiencia que Juan XXIII concedió el 7 de marzo de 1963 al director de “Izvestija”, Alexej Adzubej, con su esposa Rada, la hija de Kruschev.

Los noticiarios del Vaticano ignoraron la audiencia y la Secretaría de Estado levantó un muro al pedido del Papa de hacer público el relato, y Juan XXIII anotó en su diario con pena: “Deploro y compadezco a todos los que se prestan en estos días a juegos inconfesables. ‘Ignosco et dimitto’”.

Pero en Washington, Kennedy aprovechó la audiencia del Papa con Adzubej para hacer un brindis jocoso con sus colaboradores, transcrito íntegramente por Schlesinger en su volumen:

“Debo anunciar algo muy grave. La Unión Soviética ha vuelto a embarcarse una vez más en una aventura temeraria y provocadora, con la intención de cambiar el ‘statu quo’ en una zona que, como bien sabe, considero ligada a nosotros por especiales lazos históricos. Me refiero al imprevisto y deliberado envío del Sr. Adzubej al Vaticano.
“Según me ha sido informado, este proyecto fue concebido por un grupo de asesores de Kruschev que fueron todos excomulgados por la Iglesia, conocidos como ‘EX-COM’.

“Según informaciones fiables que nos han proporcionado los refugiados, cientos de Biblias marxistas han sido descargadas y escondidas en los sótanos del Vaticano.

“Por lo tanto, nos atendremos en lo sucesivo al plan de emergencia para proteger la Ciudad del Vaticano, elaborado por el Consejo de Seguridad Nacional y conocido como el plan ‘Vat 69’”.

Vat69

En las más de mil páginas detalladas del volumen de Schlesinger sobre los tres años de la presidencia de Kennedy, el ahora citado es el único pasaje que se refiere al Vaticano.

Por SANDRO MAGISTER.

CIUDAD DEL VATUCANO.

MARTES 18 DE OCTUBRE DE 2022.

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