Crece hostilidad oficial contra católicos en la Suecia socialdemócrata, pero más jóvenes se hacen católicos y aman la liturgia Tradicional.

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La Iglesia católica en Suecia es muy pequeña, pero vital y creciente: se mueve entre la expansión inmigrante, la adversidad oficial y el regreso a la tradición que piden jóvenes locales muy activos. Lo cuenta Solène Tadié en un reportaje en National Catholic Register:

En el imaginario colectivo, se asocia a menudo Suecia con una expresión definitiva del progresismo cultural, del proceso de secularización que se extendió en Occidente a lo largo del siglo pasado.

Y los datos oficiales sirven para consolidar esta percepción. Es evidente que Suecia, que ha sido predominantemente luterana en los últimos cinco siglos, es uno de los países menos religiosos del mundo junto a China, Japón, Estonia, Noruega y la República Checa. Menos de uno de cada cinco suecos afirma ser religioso (comparado con más de la mitad de los estadounidenses), y aunque el 58% de los suecos declara ser miembro de la Iglesia de Suecia, solo el 19% de ese 58% afirma ser religioso.

Además, las noticias en ámbito religioso que se pueden leer en los medios de comunicación internacionales en los últimos años, en las que se informa de incendios provocados y actos de vandalismo en las iglesias y del descenso de la libertad religiosa y educativa, parecen confirmar esta tendencia.

Sin embargo, un análisis más riguroso de la dinámica actual en este país muestra una realidad mucho más compleja.

Una comunidad católica internacional en aumento

Contrariamente a las expectativas, la rápida evolución del paisaje cultural y religioso de Suecia, causado por la inmigración, está jugando a favor de la Iglesia católica. El catolicismo es, con excepción del islam, la única religión en aumento en el país, con una media de tres mil nuevos fieles cada año (según unas estimaciones dadas al Register por un sacerdote local), el equivalente a toda una parroquia.

Los últimos datos oficiales publicados por el Vaticano en octubre de 2016, en el marco de la visita del Papa Francisco a Suecia, documentan la presencia de 113.000 católicos en ese territorio, equivalente al 1,15% de la población. El país tiene 45 parroquias para una diócesis, dos obispos, 141 sacerdotes, 253 religiosos y 419 catequistas.

En este contexto, el aumento del número de fieles, en su mayoría inmigrantes (sobre todo de Europa del Este, África, Oriente Medio y Asia del Sur), también conlleva una serie de desafíos, tal como resaltó el cardenal Anders Arborelius -el primer cardenal sueco de la historia- en una entrevista que concedió al Register.  «En esta atmósfera tan secular, el desafío constante es ocuparse de los católicos que vienen de fuera e intentar ayudarlos a integrarse en nuestras parroquias, ayudar a sus hijos a seguir siendo activos en la Iglesia«, ha dicho. «Es un desafío constante ayudarlos a crecer en unión con nuestra Iglesia local».

Como ha apuntado el cardenal, esta nueva realidad también obliga a los pocos católicos autóctonos a adaptarse e integrarse en la mayoría de católicos que vienen de fuera. Y el clero -en su mayoría sacerdotes extranjeros– no son un excepción. «La mayoría, unos 65, son polacos, pero también tenemos unos doce sacerdotes de las Iglesias orientales y más del 10% de nuestras parroquias tienen un sacerdote africano», ha añadido el cardenal. «Estamos muy agradecidos por los sacerdotes que vienen de otros países para aumentar nuestras filas, y es sorprendente ver a una comunidad de fieles unirse en la fe común y convertirse en una familia en Cristo».

Esta dinámica de crecimiento también parece haberse beneficiado de la pandemia causada por el coronavirus, según el cardenal Arborelius, que ha sido testigo de un creciente interés por las cuestiones religiosas entre la población desde el inicio de la crisis sanitaria. «Algunas personas han empezado a rezar y han pedido ayuda espiritual, y las autoridades están más dispuestas a colaborar con nosotros».

Enfrentarse a una triple hostilidad

Si bien el cardenal sueco ha resaltado sus buenas relaciones con las autoridades, no todos los católicos comparten este punto de vista positivo. De hecho, algunos hablan de una creciente hostilidad hacia los cristianos en todo el país. Dicha hostilidad se manifiesta de muchas maneras, según el joven líder católico de 23 años, Max Martin Skalenius, que ha declarado que pudo evaluar la situación cuando organizó una marcha provida en 2019 en la diócesis de Gotemburgo.

«Estaba muy preocupado porque recibimos varias amenazas anónimas de extremistas de izquierda diciendo que nos acuchillarían y matarían a todos», ha dicho al Register.

Max Martin Skalenius.

Max Martin Skalenius, uno de los jóvenes líderes del catolicismo sueco.

En su opinión, estas acciones extremistas más o menos aisladas están alimentadas por una mentalidad generalizada, arraigada en la mayoría de las instituciones oficiales, empezando por la escuela, que ejerce una gran influencia sobre los niños desde una edad muy temprana.

«Yo personalmente recibí educación sexual a los once años; entonces, me explicaron cómo se realizaba un aborto, cómo ponerse un preservativo, que es la transexualidad, etc.», ha dicho Skalenius. «Al mismo tiempo, cada vez más voces se elevan en la izquierda contra las pocas escuelas católicas que tenemos, quieren cerrarlas, a menudo aduciendo la deriva comunitaria que tienen las escuelas musulmanas, declarando que, por el bien de la igualdad, también hay que cerrar las escuelas católicas».

La educación en casa está severamente prohibida en el país; además, recientemente el partido socialdemócrata introdujo una moción para revisar la posibilidad de hacer que el jardín de infancia sea obligatorio a partir de los dos años de edad.

Aunque reconoce estas realidades en una entrevista con el Register, el padre Tobias Unnerstål —el párroco sueco de la iglesia de Cristo Rey de Gotemburgo, profanada recientemente— cree que este fenómeno no ha surgido en los últimos meses, sino que se ha ido desarrollando gradualmente desde los años 80, como continuación de las revueltas sociales de los 70. El sacerdote, de 56 años, no recuerda haber presenciado nunca en su juventud hechos de cristianofobia. «Si la policía tenía que anunciar la muerte de alguien, solían llevar con ella al pastor local. El cristianismo era una parte integrante de la sociedad. Ahora ya no lo es«.

En su opinión, ahora existe una clara voluntad por parte de algunos activistas e instituciones públicas de hacer que las religiones sean invisibles. «Los militantes ateos y otros activistas de las denominadas sociedades humanistas se están esforzando mucho para asegurarse de que las religiones no desempeñen ningún papel, sobre todo en la escuela«.

Al mismo tiempo, el aumento del islam radical en Suecia (que es el país en Europa, después de Francia, con el índice más alto de presencia musulmana entre la población) es otro desafío para los cristianos.

Jóvenes líderes católicos como Skalenius han declarado que hay cada vez más jóvenes musulmanes, que buscan sus referencias e identidad, enfadados con la cultura sueca y, en consecuencia, con el cristianismo en general. «También hemos tenido distintos episodios de cristianos evangélicos que han sido atacados por musulmanes por predicar en zonas predominantemente musulmanas», ha dicho.

Pero los propios católicos están sufriendo la desconfianza de algunos nacionalistas suecos, que tienden a ver el catolicismo como una religión importada. De hecho, como ha subrayado en el Register Clemens Cavallin, profesor asociado de Religión, Filosofía y Ética en la Nord University y profesor asociado de estudios religiosos en la Universidad de Gotemburgo, la Iglesia católica sueca del país está formada en su mayoría (90%) por emigrantes.

En consecuencia, algunos nacionalistas suecos, en su intento por recrear un fuerte vínculo entre el cristianismo y el Estado sueco, quieren restablecer una posición de privilegio para la Iglesia luterana sueca. El profesor Cavallin ha observado que la libertad religiosa no se introdujo en el país hasta los años 50, y que el primer catolicismo era considerado enemigo del Estado sueco luterano confesional cuando este era una superpotencia regional en el siglo XVII.

 

Aumento del tradicionalismo

 

Pero estas condiciones adversas también parecen haber abierto las puertas a un fenómeno desconocido e inesperado: el deseo de una liturgia tradicional entre los católicos. Su posición minoritaria en Suecia, un país que está experimentando un relativismo y un secularismo desenfrenados, parece ser un estímulo para volver a las raíces de su fe.

Aunque no hay datos oficiales sobre el alcance de esta tendencia, el interés por la liturgia tradicional es evidente en varias parroquias, sobre todo la del padre Unnerstål en Gotemburgo (la segunda ciudad más grande del país), que ofrece la misa latina tradicional. El párroco, que descubrió la liturgia tradicional cuando estudiaba en Cambridge en los años 80, ha sido testigo de una creciente participación en estas celebraciones durante los últimos siete años en esta parroquia, atrayendo a personas de diferentes países.

«Expatriados de Estados Unidos, Francia y República Checa vienen a esta parroquia por esta razón concreta», ha dicho.

Otro factor importante que explica el éxito de la liturgia tradicional, ha añadido, es la profunda sed de belleza que anima actualmente a innumerables personas en un Occidente donde la belleza ha sido descartada en aras de las distintas ideologías.

Y como en muchos otros países europeos, el anhelo por la liturgia tradicional surge principalmente entre los jóvenes, que buscan redescubrir el pasado de la Iglesia católica. Y Suecia no tiene nada que envidiar a otras naciones en cuanto a este patrimonio, como atestiguan sus muchos grandes santos católicos (especialmente Santa Brígida de Suecia, patrona de Europa) y sus lugares religiosos.

Es el deseo de revivir la antigua cultura sueca lo que llevó a Max Martin Skalenius a cofundar en 2016 la Helige Eriks Legion [Legión de San Erik]. Esta organización tradicionalista, oficialmente reconocida por la Iglesia católica sueca y que tiene unos 200 miembros, está dirigida sobre todo a los hombres jóvenes católicos y ofrece una vida comunitaria organizada alrededor de peregrinaciones, actividades culturales, la misa latina tradicional y grupos de oración. Hace un año se puso en marcha una organización equivalente para las mujeres, la Filiae Reginae Scandinaviae [Hijas de la Reina de Escandinavia].

Jóvenes de las Filiae Reginae Scandinaviae junto con un sacerdote.

Jóvenes de las Filiae Reginae Scandinaviae junto con uno de su capellanes. Foto: Facebook de Filiae Reginae Scandinaviae.

«Queremos que la gente sea consciente de la maravillosa historia católica, de que Suecia fue católica mucho antes de ser cualquier otra cosa«, ha dicho Skalenius. «Estas dos organizaciones siguen creciendo y vemos mucho entusiasmo por parte de nuestros miembros, que pueden dar una dimensión más grande a su vida».

Inicialmente, algunas autoridades religiosas locales miraron con sospecha a estos grupos de jóvenes católicos que fomentaban la liturgia tradicional, pero rápidamente reconsideraron su posición.

«El cardenal Arborelius ha mostrado su aprecio y muchos sacerdotes están viendo ahora los frutos de nuestra organización, por lo que tenemos una muy buena colaboración con ellos», ha dicho.

«Contrariamente a lo que se pudiera pensar, el clero nativo del país no está hundiéndose en las actuales tendencias progresistas, como vemos a menudo en países como Alemania, probablemente a causa de la locura genuina que hemos visto en el resto del país durante los últimos años», ha dicho Skalenius. «Los sacerdotes son cada vez más fieles, más rigurosos y más tradicionales, y esto nos da esperanza«.

 

ReL.

Traducción de Elena Faccia Serrano.

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