El hombre, antes de llegar a la cima del amor, debe depurar las concepciones humanas que se han formado de esta palabra para poder entrar al misterio del amor divino. La palabra amor tiene mucho sentido e innumerables armónicos; designa, en efecto, gran cantidad de cosas diferentes, carnales, espirituales, pasionales o pensadas, graves o ligeras, y entre ellas mismas se destruyen. Se ama, de forma agradable, a un amigo, a un compañero de trabajo, a los padres, a los hijos, a un hombre o a una mujer.
En el corazón he reflexionado que, además de los sentimientos, en éste se contienen los recuerdos y los pensamientos, además de los proyectos y las decisiones. El corazón se dispone a amar o a rechazar, a dar o a recibir, y es la sede de las decisiones; es evidente que lo que cuenta es la actitud interior. El exterior del hombre debe manifestar lo que hay en el corazón, sin embargo, las palabras y los comportamientos pueden también disimular el corazón en lugar de manifestarlo. Creo que el hombre tiene la tremenda posibilidad de aparentar con dobleces su interior e impedir manifestar los verdaderos sentimientos.
Lo cierto es que todos hemos nacido para dar y recibir amor, considerando que el amor es una carencia del hombre que se encuentra en lo divino y en lo humano. Para que este amor trascienda es necesario entregarse, abandonarse confiadamente y corresponder al amor.
¿Amas a tu esposa? o son ustedes dos huéspedes en una casa. ¿Amas a tus hijos? con amor expresado en obras, en su educación y con sacrificio. No debe ser de muñecas solamente, de trajes, de regalos o de caprichos, se debe cuidar el bien de su cuerpo y su alma. También debemos amar a los amigos y, por qué no, a los enemigos que atacan y blasfeman contra uno también. Tener un amor indigno, vergonzoso y pecaminoso ¡extírpalo pronto! Las personas que me inspiran son veraces, amables y buenas.
El misterio del amor divino manifestado en el adorable Corazón de Jesucristo late con amor por los hombres; Dios no ama solo a la colectividad, si no a cada uno de nosotros de forma personal. Yo soy necesitado, pobre de todo, pequeño. Siento que hay otro superior a mí, otro que está atento a lo que hago y me ama.
Jesucristo es todo amor, todo corazón; nada más doloroso que ponerse con amor al lado del otro y ver que éste sigue indiferente, sin advertirlo, o sin estima y que se aparta fastidiado de aquel que lo quiere amar. Yo quiero que estés en las paradas de las cuestas de mi vida, para que cuando llegue a casa cansado me sonrías y me digas un poco más, hijo, hasta la cumbre, por ti y contigo iré hasta llegar juntos, solo no puedes y aunque pudieres no lo haces por amor, si no por vana gloria. Quien me ama yo lo he amado primero, a veces con el mismo seguir. Sin más se va al polvo, por eso considera la dulce palabra del amor. Dulce cosa es amar, dulce es nuestra vida al amar y ¡amar a Dios!
¡Extra, extra, el amor ha sido amado! El que ame a Dios puede amar a los demás y hacer lo que quiera, ¡correr tras el amor y el viento!