* El espíritu de mortificación, más que como una manifestación de Amor, brota como una de sus consecuencias. Si fallas en esas pequeñas pruebas, reconócelo, flaquea tu amor al Amor. (Surco, 981)
xxncia, para los padres y, en general, para los que tienen una misión de gobierno o educativa, es corregir cuando hay que hacerlo, de acuserdo con la naturaleza del error y con las condiciones del que necesita esa ayuda, por encima de subjetivismos necios y sentimentales.
El espíritu de penitencia lleva a no apegarse desordenadamente a ese boceto monumental de los proyectos futuros, en el que ya hemos previsto cuáles serán nuestros trazos y pinceladas maestras. ¡Qué alegría damos a Dios cuando sabemos renunciar a nuestros garabatos y brochazos de maestrillo, y permitimos que sea Él quien añada los rasgos y colores que más le plazcan! (Amigos de Dios, 138)
Por SAN JOSEMARÍA.