Contigo, Señor, hasta la eternidad

Alejandra Villegas
Alejandra Villegas

Es sorprendente la cantidad de tiempo que empleamos en salidas, reuniones, encuentros y pensamientos vanos o negativos que, en lugar de acercarnos al Señor, nos llevan a sentir que hemos perdido el tiempo y que nada vale la pena. Comento esto porque hace días tuve la oportunidad de conversar con una persona que está herida por la complicada situación que está viviendo con su pareja, sumado al desgaste de su embarazo, la rutina y el difícil duelo por la pérdida de su mamá.

Mientras la escuchaba, poco a poco me di cuenta de que estaba abriendo su corazón y, con sinceridad, comenzó a decirme que se había alejado del Señor en estos días. Hacía mucho que no iba a Misa ni al Sagrario, y mucho menos rezaba. Luego, expresó que incluso, después de la partida de su madre, había sentido cierta indignación hacia Dios.

Poco después, durante la conversación, mencionó que quería ir un día de estos a Misa y aprovechar para bendecir una pulsera para su bebé que está en camino. Además, me preguntó por los horarios de las Misas y luego se preguntó por qué las personas asisten con regularidad a Misa. Le respondí de inmediato: «Porque al ir a Misa, tenemos un profundo encuentro con el Señor; lo recibimos en Cuerpo y Sangre, y es asombroso pero cierto que, al recibirlo, Él, con su gracia y amor, consuela nuestra alma y nos fortalece para enfrentar las situaciones cotidianas que experimentamos». Con una profunda sinceridad, me dijo que tal vez era el momento de acercarse nuevamente al Señor.

Luego compartió que ya había comenzado a hacerlo y me dijo que había colocado un pequeño altar en su habitación, donde comenzaba a orar y tenía una imagen de su madre para recordar pedirle a Dios por ella. La conversación continuó y, finalmente, mencionó que si tenía la oportunidad, me gustaría que la invitara a Misa.

Sin lugar a dudas, fue una conversación un tanto triste pero llena de oportunidades para evangelizar en nombre de Dios y llevar esas almas hacia Él. Estas son «cosas que suceden» y con esta pequeña parte de esta historia me di cuenta de que, independientemente de que las cosas simplemente ocurran, ya sean días buenos o no tan buenos, problemas, enfermedades, situaciones económicas, etc., siempre es necesario, diría yo, que consideremos al Señor como nuestro pan diario. Debemos decirle al Señor que queremos caminar con Él hasta la eternidad, a pesar de todo, ya que solo con Él, incluso en las situaciones más difíciles, viviremos con alegría.

Entonces, así, el texto del Evangelio que dice: «Te seguiré, Señor, a donde quiera que vayas» (Lucas 9, 57) cobrará sentido y vida, porque sabremos que, si el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza, con mayor razón nosotros, sus hijos, no lo tenemos y lo que debemos hacer es caminar en Él y con Él, a pesar de todo.

Contigo, Señor, hasta la eternidad.

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Esposa. Licenciada en Geografía y Licencia en Derecho por la Universidad Veracruzana. Jefa de redacción en el medio de comunicación católico independiente CATOLIN. Enlace Técnico de la coordinación Estatal para la Construcción de Paz y Seguridad en el Estado de Veracruz (COESCONPAZ). Trayectoria de 5 años en el INEGI en el área de geografía. Ha trabajado en el Tribunal de Conciliación y Arbitraje del Estado de Veracruz. Laboró en el OPLE.