Un importante debate se dio en días pasado en torno a una polémica que parece ser aceptada en otras latitudes, los tratamientos y cambios de sexo en menores de 18 de años. El 21 de febrero, ante una iniciativa presentada por la diputada local de la Ciudad de México, la panista América Rangel para prohibir cualquier clase de intervención hormonal o quirúrgica sobre niños, turbas enardecidas del colectivo transgénero armaron un zafarrancho en las instalaciones del Congreso de la Ciudad de México con el propósito de linchar a la proponente; las imágenes muestran la violencia y el odio de ese colectivo cuyo grito era alegar que en la “Ciudad de derechos” no debía permitirse tales propuestas.
La cuestión trans parece remontar, no sin pocas polémicas mientras jueces y legisladores permiten cuestionadas y hasta criminales sentencias y normas que hacen de los niños un franco objeto de experimentos de una ideología nefasta, cruel y abyecta. Las llamadas “infancias trans” ahora están a debate en Europa puesto que lo que antes se consideró una normatividad de avanzada, ahora está bajo la lupa para ser revisada.
Suecia es el caso paradigmático. Ese país se consideró pionero en los tratamientos para el cambio de sexo en menores. Apelando a lo que busca definirse como “autodeterminación de los menores”, ese país toleró que toleró los cambios de sexo, ahora revisa tales tratamientos por las graves consecuencias para niños y adolescentes que según optaron por el cambio de sexo. De acuerdo con un estudio, el Instituto Karolinska de Suecia reconoció errores en conclusiones de otras investigaciones “observacionales” que no dieron evidencias suficientes para conocer cuáles son las consecuencias de administrar tratamientos o realizar cirugías de cambio de sexo.
Las evidencias resultaron contundentes. Ese mismo Instituto rectificó para advertir que el cambio de sexo en los niños puede ser tan perjudicial que prácticamente los condenaría a una vida de autodestrucción. Según las conclusiones, los trans tienen «seis veces más probabilidades de tener trastornos del estado de ánimo y ansiedad», «más de tres veces más probabilidades de que se le receten antidepresivos o medicamentos contra la ansiedad» y «seis veces más probabilidades de ser hospitalizadas después de un intento de suicidio». Tales fueron estos resultados que ahora lo que fue de vanguardia debe ser prohibido, es decir, impedir tratamientos hormonales en menores de 18 años.
En Gran Bretaña se conoce de casos de jóvenes trans demandando a los servicios de salud por haber privilegiado las intervenciones quirúrgicas o los tratamientos hormonales por encima de las evaluaciones psicológicas para conocer si realmente el sujeto era consciente asumiendo con toda responsabilidad tal decisión. Después de algunos años, ahora reclaman judicialmente a los hospitales que no tuvieron la debida diligencia y cuidados para evaluar si la intención de la persona era real y libre.
Por lo pronto, en México, la nefasta ideología trans arguye que esto es “cuestión de derechos” y de “libre determinación”. Atrasados en el debate mundial, creen estar a la vanguardia, pero en realidad, sólo se aprieta a sí misma una soga que le asfixia debido a la intolerancia y lo peligrosamente violentos que pueden ser los individuos que enarbolan su bandera.
En este país, ahogado en problemas, violencias, polarizaciones y odios, se impulsa con orgullo conceptos como “infancias y adolescencias trans” con tal ligereza que aun no se vislumbra las potenciales consecuencias. Y cuando en un debate, como lo que pasó en el Congreso de la Ciudad de México, se pone a la violencia como arma de turbas enardecidas, se crean modernas inquisiciones multicolores que nos ponen al borde de la dictadura ideológica. Por eso #ConLosNiñosNo