Con los brazos levantados, no se pueden dar abrazos

Editorial ACN Nº113

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Sucedió en una carretera entre Veracruz y Puebla. La oportunidad fue el tráfico lento provocado por la niebla para iniciar el asalto organizado. Al menos ocho sujetos fuertemente armados, pararon a los vehículos. Los tripulantes eran víctimas de un asalto a mano armada para obtener el botín en bienes de fácil manejo, dinero, alhajas, dispositivos móviles. Entre ellos, uno inusual, el anillo pastoral del obispo de Orizaba, Eduardo Cervantes Merino.

“Ahora me tocó a mí”… dijo el prelado asociándose así a los miles que han sido blanco de constantes asaltos y violencia en carreteras del país, especialmente las de la región centro, cuando sujetos armados han atacado a transportistas de mercancías, viajeros y paseantes. Si bien el problema no es nuevo, sí se ha venido acentuando, especialmente por la incapacidad de las policías, la Guardia Nacional y corporaciones de seguridad estatales que han caído en la corrupción que propicia la impunidad.

Las carreteras más peligrosas son las que unen diversos estados con la capital del país, especialmente Querétaro, Puebla y Veracruz.  En 2023, la Cámara Nacional de Autotransportes de Carga –Canacar- reportó que 13 mil operadores de transportes de mercancías fueron asaltados; sin embargo, lo preocupante es la violencia cometida en contra de los choferes. Por eso, el incremento de las protestas de trabajadores que ya no ven cómo hacerle para que las autoridades cumplan con sus principales obligaciones. Desde luego, la mejor respuesta del gobierno ha sido, como la mayoría de las veces, el descrédito culpando a ficticios “grupos conservadores” y adversarios al cuatroteísmo obradorista de provocar desestabilización.

Cervantes Merino así se une a otras desagradables experiencias que también han tocado a otros de sus hermanos en el Episcopado. Y a su mismo llamado: la conversión. Recordemos cómo, en Guerrero, los obispos han salido en búsqueda de los delincuentes para propiciar las treguas. O bien en Apatzingán, el obispo Ascencio García, llamó a los hacedores del mal a dejar de hacer el mal porque “están siendo causa de mucho sufrimiento para tantas personas, acérquense a Cristo, los sacerdotes, los obispos, los escucharemos para acercarlos a Cristo, no para pactar… sino para ayudarles a acercarse a quien es fuente de la paz verdadera”. Lo mismo ha hecho Carlos Garfias, arzobispo de Morelia, y otros que, en el Episcopado Mexicano, reiteran su disposición al diálogo para propiciar la paz.

No obstante, el obispo de Orizaba dio en el blanco. Han fallado las estrategias de seguridad y esas mismas continuarían si el oficialismo consuma su triunfo en las urnas porque la corcholata preferida ya ha dicho que la actual estrategia de “abrazos, no balazos” es lo mejor para propiciar la seguridad y la paz en el país. Sin embargo, la afirmación del obispo Cervantes Merino es de los más certera al observar el grave estado de descomposición que se ha acelerado en este país: “Con los brazos levantados, no se pueden dar abrazos”.

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