Comunicadores vaticanos en plena confusión. Pero así le gusta al Papa.

ACN
ACN

Increíble pero cierto. La noticia bomba dada por el Papa era que Jesús había instituido en la Última Cena no uno, sino “dos sacramentos”: la Eucaristía y el lavado de los pies, por un total que entonces no sería más siete sino ocho. Leer arriba para creer. Porque estaba escrito precisamente así en la versión italiana difundida el 19 de enero por la sala de prensa vaticana respecto a las palabras de Francisco en un vídeo mensaje a los obispos y sacerdotes de Venezuela.

Afortunadamente, en el original español del vídeo mensaje el Papa dijo otra cosa. No habló de “dos sacramentos”, sino de “dos instituciones que Jesús lleva a cabo en la Última Cena”.

Que la maquinaria comunicacional vaticana caiga en semejantes torpezas es algo que nos deja asombrados. Pero hay mucho más. Lo informado ahora es sólo un fragmento de un estado general de confusión.

Tres días antes, el 16 de enero, Francisco había recibido en audiencia a Paolo Ruffini, prefecto del Dicasterio para la Comunicación. Y diez días después se difundiría el mensaje anual pontificio para la Jornada Mundial de las Comunicaciones, con las habituales diatribas contra las “fake news”. Pero las lecciones que da el Vaticano en esta materia no son ciertamente impecables.

Para darse cuenta de esto, es suficiente con recorrer el muestrario.

*

En los primeros días de 2021, el Papa Francisco provocó un incendio, a través de una gran entrevista publicada en la “Gazzetta dello Sport”, el número uno de los periódicos deportivos italianos. Después, a través de una tapa de portada en «Vanity Fair«. Posteriormente, con un especial en «Vogue«. Y después, el domingo 10 de enero, con una entrevista exclusiva y una película documental en horario de máxima audiencia en Canale 5, el buque insignia de los canales de televisión privados italianos.

Planificación perfecta, aparentemente. Pero si se mira detrás de la escena, el paisaje cambia.

Está bien para «Vanity Fair» y «Vogue», donde se evidencia un mínimo de entendimiento entre el Papa y los responsables de la comunicación vaticana, a través de un artículo de Andrea Tornielli en la primera revista y de una nota del padre Antonio Spadaro en la segunda.

Pero la entrevista de Francisco con la «Gazzetta dello Sport» proviene claramente de otra tienda. Tanto es así que ni «L’Osservatore Romano» ni ningún otro medio de comunicación del Vaticano se han dignado ni siquiera mencionarla. El Papa fue entrevistado por Pier Bergonzi, subdirector del periódico. Pero fue Don Marco Pozza, capellán de la cárcel de Padua, quien organizó todo, a pesar de que no tiene ningún cargo en el Vaticano, aunque es el activista mediático favorito de Jorge Mario Bergoglio desde hace al menos tres años. A él se debe la serie de entrevistas con el Papa sobre el «Padre Nuestro», sobre el «Ave María» y sobre el «Credo», emitidas por TV 2000, la emisora de la Conferencia Episcopal Italiana. Gracias a una de estas entrevistas se ha cambiado la traducción del «Padre Nuestro» en las iglesias italianas, obedeciendo las órdenes del Papa desde las pantallas de televisión. No es de extrañar que Don Pozza se quejara entonces, el 3 de enero, en su blog personal, por el silencio, es más, por la «censura» que le infligen los medios de comunicación vaticanos a él y aún más al Papa.

Y luego está la iniciativa del propio Bergoglio. Al día siguiente de la publicación de su entrevista en la «Gazzetta dello Sport», el Papa telefoneó al periódico para felicitarse por el «excelente trabajo en equipo». Mientras que para la entrevista en Canale 5 él se puso personalmente en contacto con el entrevistador Fabio Marchese Ragona y fijó la cita en Santa Marta. También aquí con el apoyo de Don Pozza, puntualmente invitado en la transmisión para comentar la entrevista emitida poco antes, incluyendo el pasaje en el que el Papa había dado como moralmente obligatoria la vacunación contra el Covid, pero definida por él mismo como «voluntaria» unas semanas antes, en una instrucción del 17 de diciembre de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

Además, a diferencia de todas las anteriores entrevistas papales, grabadas previamente por un equipo vaticano y controladas antes de ser emitidas, esta entrevista en Santa Marta fue grabada por la misma emisora, en exclusiva y sin ninguna intervención del Dicasterio de la Comunicación.

Siempre con el apoyo de don Pozza, ya ha sido anunciado que pronto se emitirán – esta vez en Nove, el canal italiano de Discovery – otras entrevistas en las que Francisco dirá lo suyo sobre los siete vicios capitales, sobre las cuatro virtudes cardinales y sobre las tres virtudes teologales. Para no mencionar una serie de cuatro nuevas filmaciones con el Papa, por parte de Netflix.

*

Otro caso ejemplar, entre noviembre y diciembre: los disparos contra el aborto, sembrados por Francisco en algunas de sus cartas privadas enviadas a amigos de Argentina, al acercarse el doble voto, en la Cámara de Diputados y en el Senado, que después aprobaría la plena legalización.

Settimo Cielo dio la noticia con todos los detalles. Los que revelaron el contenido de esas cartas de Francisco fueron los destinarios, no él, porque en público y en forma oficial Francisco se mantuvo en el silencio más absoluto sobre el tema, tanto antes como después de la aprobación de la ley.

Y ni siquiera los medios de comunicación vaticanos han hecho jamás alguna alusión a esas cartas. En este caso en pleno acuerdo con la dosis decidida por el Papa entre sus palabras privadas y su silencio público, dosis naturalmente grata a los legisladores argentinos.

Es revelador además, a propósito de su filosofía de la comunicación, lo que escribió Francisco en una de esas cartas autógrafas. En los medios de comunicación – explicó – muchas veces “no se sabe lo que digo”. Más bien “se sabe lo que dicen que digo”, con frecuencia a través del “relato” de personas que presumen una amistad y una cercanía al Papa que en realidad no tienen, como por ejemplo – especificó – la ex presidente argentina Cristina Kirchner y el activista de los “movimientos populares” Juan Grabois. De aquí la predilección de Bergoglio por las entrevistas directas, sin intermediación entre él y el pueblo.

*

Pero hay entrevistas y entrevistas. Entre las muchas concedidas hasta ahora por el papa Francisco, las que se celebraron entre él y Eugenio Scalfari, fundador del gran periódico laico «la Repubblica» y ateo integral, son un caso especial. En ocho años ha habido casi una decena de entrevistas, casi todas solicitadas por el Papa y todas transcritas después por Scalfari con casual sustracción de cosas dichas y adición de cosas no dichas, todas cándidamente admitidas por el mismo Scalfari y plácidamente aceptadas por Bergoglio, a pesar de que se le hizo decir de todo: que el infierno no existe, que Dios no es católico, que las religiones son una sola cosa, etc.

Después de cada entrevista, al principio, la sala de prensa del Vaticano, entonces dirigida por el padre Federico Lombardi, advertía que había que tomar con precaución las palabras atribuidas al Papa por el famoso periodista. Luego, la sala de prensa se rindió y no habló más, excepto en otra ocasión, cuando también el «Times» de Londres tituló: «El Papa abolió el infierno».

Pero a Francesco le gusta así. Y también a Scalfari. Sus últimas apariciones aplaudidas fueron publicadas en «la Repubblica» el 20 y el 22 de noviembre, en este último caso refiriéndose a una «conmovedora» llamada telefónica realizada por el Papa para agradecerle el artículo de dos días antes.

Respecto a llamadas telefónicas transformadas por el Papa en mensaje público, el 20 de noviembre “America”, el semanario de los jesuitas de Nueva York, bergogliano de hierro, dio a conocer que Francisco había llamado en esos días a su amigo Evo Morales, ex presidente de Bolivia y campeón de la izquierda populista e indigenista, para felicitarse por la victoria electoral de su partido. Indiferente, el Papa, a la consternación de los obispos bolivianos, muchas veces maltratados por el mismo Morales.

*

Otro momento de gran confusión bajo el cielo: la noticia bomba, explotada por los medios de comunicación de todo el mundo, de estas palabras del Papa, en una película del director estadounidense Evgeny Afineevski, presentada el 21 de octubre en el Festival de Cine de Roma:

“Las personas homosexuales…tienen derecho a una familia… Lo que tenemos que hacer es una ley de convivencia civil”.

En realidad, estas palabras fueron producto del montaje de fragmentos de una entrevista anterior de Francisco con la periodista mejicana Valentina Alazraki; entrevista en parte cortada, en ese momento, por los revisores vaticanos, pero evidentemente puesta a disposición del director en su integridad.

En la entrevista original Francisco no había bendecido para nada las “familias” y los matrimonios entre personas del mismo sexo. Pero esto era lo que la película le hizo decir.

Ahora bien, frente a esta descarada manipulación de las palabras del Papa, ¿cuál fue la reacción de los responsables vaticanos?

Una reacción absolutamente silenciosa. La sala de prensa y los medios de comunicación de la Santa Sede, sin referirse al tema, incluso omitieron mencionar la noticia de que en la tarde del jueves 22 de octubre, en los jardines del Vaticano, en presencia del prefecto del Dicasterio para la Comunicación, Ruffini, el director Afineevsky recibió el premio Kineo Movie for Humanity, precisamente por su documental «Francisco».

Pero mucho más impresionante fue el silencio del Papa, que el día anterior había recibido a Afineevsky en una audiencia festiva, con hasta una torta de cumpleaños. Evidentemente, para él no había nada que rectificar.

Una tímida, tardía y semiclandestina corrección de la fechoría sólo se conoció diez días después, el 31 de octubre, cuando el nuncio apostólico en México, Franco Coppola, reprodujo en su cuenta de Facebook una «Nota de aclaración para entender algunas expresiones del Papa en el documental ‘Francisco'», enviada confidencialmente por la Secretaría de Estado a él y a los nuncios apostólicos de todo el mundo.
*

También la batalla por la democracia en Hong Kong, con los católicos de esa ciudad en primera fila, ha pagado el precio de la confusión que reina en el Vaticano.

El incidente ocurrió en el Ángelus del domingo 5 de julio. Una hora antes del mediodía, la sala de prensa había anticipado a los periodistas acreditados el texto que el Papa iba a leer poco después. En el que aparecía – después de meses de absoluto silencio – un primer y cauteloso apoyo a los defensores de la democracia en Hong Kong, en una docena de líneas escritas con el estilo diplomático de la Secretaría de Estado.

Pero después, desde la ventana del Palacio Apostólico, Francisco se saltó por completo ese párrafo. ¿Por iniciativa propia? Probablemente sí. Al igual que seguramente fue de su propia cosecha, en el Ángelus del domingo siguiente, 12 de julio, las palabras agregadas en forma improvisada a propósito de la transformación en mezquita de la basílica constantinopolitana de Santa Sofía: «El mar lleva mis pensamientos un poco lejos: a Estambul. Pienso en Santa Sofía y me entristece mucho». Con el consiguiente escalofrío en la secretaría de Estado, por las temidas reacciones del susceptible presidente turco Erdogan.

Resultado: de allí en adelante la sala de prensa vaticana dejó de anticipar a los periodistas acreditados las palabras del Papa previstas para después del Angelus, para evitar problemas dada su imprevisibilidad.

Y el silencio de Francisco sobre Hong Kong ha continuado hasta hoy, a pesar de las numerosas y vibrantes protestas, entre ellas la de Lord Christopher Patten, último gobernador británico de la ciudad china, rector de la Universidad de Oxford y ex presidente de la BBC, católico, quien fue llamado al Vaticano entre 2014 y 2015 para presidir una comisión de expertos encargada precisamente de ilustrar sobre una reforma del sistema de comunicaciones de la Santa Sede.
*

Última perla de esta antología: el comunicado emitido por la sala de prensa vaticana el 6 de marzo de 2020, que decía textualmente:

“Aceptando la propuesta del Consejo de Cardenales y del Consejo para la Economía, Su Santidad Francisco ha dispuesto la institución de la ‘Dirección General del Personal’ en la Sección para los Asuntos Generales de la Secretaría de Estado”.

El comunicado proseguía ofreciendo preciosos detalles sobre los poderes de la nueva oficina. Y terminaba con esta afirmación solemne:

“Se trata de un paso de gran relevancia en el camino de reforma iniciado por el Santo Padre”.

Pero nada de esto era cierto. Al día siguiente la sala de prensa se vio obligada a comunicar que la institución de la nueva oficina estaba solamente en el estado de “propuesta” adelantada por un par de cardenales, que “el Santo Padre la estudiará y, si lo considera oportuno, a su debido tiempo instituirá la estructura en las modalidades decididas por él con un adecuado Motu proprio”.

Motu proprio del que hasta la fecha, casi un año después, no hay rastro.

*

Pero esto no ha terminado. La maquinaria de comunicación del Vaticano no sólo produce las disfunciones ejemplificadas hasta aquí. También pierde golpes en la información rutinaria.

Desde que Bergoglio es Papa, durante los sínodos de los obispos no se publican más los boletines diarios con los nombres de los ponentes y las cosas que dice cada uno en el aula sinodal.

No se publican más los balances anuales de la Santa Sede y del Gobierno de la Ciudad del Vaticano. Sólo se proporcionan datos esporádicos y parciales de vez en cuando, a la espera de una prometida reorganización de los balances que nunca llega. Lo mismo ocurre con las colectas anuales del Óbolo de San Pedro.

En el boletín oficial que da diariamente noticia de las renuncias de los obispos ya no se dice el motivo, si por haber superado el límite de edad de 75 años, o por “enfermedad u otra causa grave”.

No se dan más, como sucedía en el pasado, las cifras de la presencia en las audiencias generales de los miércoles y en los Angelus dominicales.

En 2015 salió a la luz el último de los grandes volúmenes que cada año recogía todas las actividades de la Santa Sede en los doce meses anteriores. Nada desde entonces.

El discurso inaugural del año judicial del Vaticano se hace público cada dos años, sin que se sepa la razón de ello.

«L’Osservatore Romano», que vuelve a imprimirse tras meses de suspensión a causa de la pandemia, ha desaparecido de casi todos los quioscos y ha aumentado drásticamente el precio de la suscripción anual: 450 euros para Italia y 750 para el resto del mundo. Ni siquiera llega a la sala de prensa del Vaticano. Y en línea es prácticamente ilegible, por la forma en que se edita y se pone en red.

En cuanto a la coordinación de todo en el Dicasterio para la Comunicación, cada día se contradice por los hechos. El papa Francisco actúa solo por su cuenta. O confía mucho más en Don Pozza que en el prefecto Ruffini y el director editorial Tornielli.

A fines de 2018 dos estimados periodistas como Greg Burke y Paloma García Ovejero renunciaron como director y vicedirectora de la sala de prensa vaticana. Habían visto y entendido todo.

 

SANDRO MAGISTER.

SETTIMO CIELO.

Comparte:
By ACN
Follow:
La nueva forma de informar lo que acontece en la Iglesia Católica en México y el mundo.