Comparecer seguros ante el hijo del hombre

- I Domingo de Adviento -

Canónigo Juan de Dios Olvera Delgadillo
Canónigo Juan de Dios Olvera Delgadillo
  •  Del santo Evangelio según san Lucas:  21, 25 – 28.34-36

         En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: Habrá señales prodigiosas en el sol, en la luna y en las estrellas. En la tierra, las naciones se llenarán de angustia y de miedo por el estruendo de las olas del mar; la gente se morirá de terror y de angustiosa espera por las cosas que vendrán sobre el mundo, pues hasta las estrellas  se bambolearán. Entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube, con gran poder y majestad. Cuando estas cosas comiencen a suceder, pongan atención y levanten la cabeza, porque se acerca la hora de su liberación.

         Estén alerta, para que los vicios, la embriaguez y las preocupaciones de esta vida no entorpezcan su mente y aquel día los sorprenda desprevenidos porque caerá de repente como una trampa sobre todos los habitantes de la tierra.

         Velen, pues, y hagan oración continuamente, para que puedan escapar de todo lo que ha de suceder y comparecer seguros ante el Hijo del hombre.

Palabra del Señor.        R. Gloria a ti, Señor Jesús.

COMENTARIO:

  1. Con el primer domingo de Adviento la Iglesia todos los años inicia un nuevo año litúrgico. En el año litúrgico la Iglesia nos invita a recorrer de manera abreviada toda la historia de la Salvación, desde la espera milenaria de un Salvador, después de haber sido expulsados del Paraíso a causa del pecado original de nuestros primeros padres, pasando por la elección de Abraham y del Pueblo de Israel, por la espera de Moisés y los profetas hasta recibir a Jesús que nace en Belén como el Mesías esperado, que nos redime con su misterio pascual, su pasión, muerte y resurrección, prosiguiendo por el caminar de la Iglesia en la Historia predicando la salvación de Cristo hasta llegar a la consumación de la historia humana con la llegada de Cristo para juzgar a vivos y muertos y cuyo Reino no tendrá fin, como lo celebramos en la solemnidad de Jesucristo Rey del universo con el que concluimos el año litúrgico.
  2. En todo este recorrido el Pueblo de Dios se va alimentando de la Palabra de Dios, y va reflexionando en la acción de Dios para nuestra salvación. Por ello, la Iglesia nos presenta en cada año litúrgico un ciclo de lecturas de la Sagrada Escritura. Así, en tres años se nos presenta en las lecturas dominicales prácticamente la totalidad de la Sagrada Escritura; así pues cada año nuevo litúrgico tiene asignada una letra identificativa del ciclo litúrgico en el que nos encontramos, sea el “A”, el “B” o el “C”. Como su nombre lo indica estos ciclos se van repitiendo: al terminar el “C” comenzamos nuevamente el “A”, de tal forma que un cristiano que fielmente participa de la Santa Misa del domingo, a lo largo de tres años ha meditado prácticamente la totalidad de la Sagrada Escritura.
  3. El año litúrgico inicia con el tiempo de Adviento, en el cual nos situamos en la espera milenaria de un Salvador, sólo que nosotros lo vivimos abreviadamente, en cuatro semanas de adviento, cada una de las cuales inicia con un domingo, y así nos preparamos para celebrar el nacimiento de Jesús. En la Misa notaremos que no se dirá el Gloria hasta la Navidad, pues el Gloria es el cántico de los ángeles que anunciaron a los pastores la gran alegría del nacimiento de un Salvador.
  4. Igualmente, en el Adviento el color litúrgico es el morado que indica actitud de conversión, de penitencia para prepararnos a la llegada de nuestro Salvador. Nos indica algo importante en nuestra vida cotidiana: el que no se prepara espiritualmente en el Adviento, no podrá gozar realmente la alegría de la Navidad, pues la Navidad es Cristo, y para poder recibirlo necesitamos prepararnos espiritualmente arrepintiéndonos de nuestros pecados y disponiendo nuestro corazón.
  5. En la Navidad Cristo viene a nosotros, hay que prepararse. Nosotros lo celebraremos, pero ello también nos recuerda que estamos a la espera de Cristo que vendrá de nuevo, y por ello la Iglesia nos propone en este domingo, en el Evangelio, que la espera del dulce Jesús que nace en Belén es también la espera del Rey que vendrá a juzgar a vivos y muertos, y que exige de nosotros conversión para poder salvarnos eternamente. Por ello el Evangelio de hoy nos habla de la manifestación gloriosa del Hijo del hombre y cómo debemos estar preparados. Reflexionemos brevemente en el Evangelio de hoy:
  6. En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: Habrá señales prodigiosas en el sol, en la luna y en las estrellas. En la tierra, las naciones se llenarán de angustia y de miedo por el estruendo de las olas del mar; la gente se morirá de terror y de angustiosa espera por las cosas que vendrán sobre el mundo, pues hasta las estrellas  se bambolearán : serán los signos que precederán la venida de Cristo que ya nos ha redimido e invitado a la conversión, y que finalmente vendrá a hacer justicia a los elegidos de Dios y a juzgar a toda la humanidad.
  7. Entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube, con gran poder y majestad: será la manifestación gloriosa de lo que ya es una realidad a partir de la victoria absoluta de Cristo en su resurrección: su señorío y reinado absolutos, Él es Rey de reyes y Señor de señores; en ese momento la humanidad entera comparecerá ante el Hijo del hombre, nuestro Señor Jesucristo.
  8. Cuando estas cosas comiencen a suceder, pongan atención y levanten la cabeza, porque se acerca la hora de su liberación:  si el cristiano ha obedecido los mandatos de Cristo, lejos de temer su santa venida se alegrará enormemente, pues por fin llegará el reino de justicia y de amor de Cristo, llega la hora de su liberación de todos los hijos de Dios; ello implicará un justo juicio de parte de Dios a toda la humanidad, y la asignación del destino eterno para cada uno de nosotros,
  9. Estén alerta, para que los vicios, la embriaguez y las preocupaciones de esta vida no entorpezcan su mente y aquel día los sorprenda desprevenidos porque caerá de repente como una trampa sobre todos los habitantes de la tierra: es la invitación continua de Cristo en el Evangelio, que nos convirtamos de nuestros pecados para que podamos salvarnos, que estemos siempre alerta pues no sabemos ni el día ni la hora, y que estemos siempre preparados pues ello llega de repente.
  10. Velen, pues, y hagan oración continuamente, para que puedan escapar de todo lo que ha de suceder y comparecer seguros ante el Hijo del hombre: nos invita a estar preparados siempre para rendir cuentas de nuestras acciones, y si éstas han sido de pecado, nos invita a arrepentirnos y convertirnos a través del sacramento de la reconciliación, es decir, por medio de una buena confesión, y de la participación santa en la Misa recibiendo la sagrada Comunión; sólo así lograremos el gran objetivo que nos señala Cristo: “…comparecer seguros ante el Hijo del hombre.
  11.  Que la Virgen Santísima de Guadalupe, Madre de Jesús, Virgen de Adviento pues está esperando a Jesús que nacerá de sus purísimas entrañas, nos ayude a convertirnos y a esperar gozosamente el nacimiento de nuestro Salvador. ¡Santa María de Guadalupe, ruega por nosotros!
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