¿Cómo hacer sentir a esta sociedad que Dios ha nacido?

Bienvenidos a esta reflexión desde la Palabra de Dios en el IV Domingo del Adviento.

Mons. Cristobal Ascencio García
Mons. Cristobal Ascencio García

Estamos a unos días de celebrar el gran acontecimiento de la Navidad, y el Evangelio de este domingo nos recuerda el origen de nuestro Redentor. Jesús, la gran promesa del Padre, se encarna en el seno virginal de María, por obra del Espíritu Santo. Al Señor San José, quien estaba desposado con María, desde su humanidad le cuesta comprender esta situación y piensa dejarla en secreto, pero un Ángel en sueños le revela la identidad del que se está gestando en el vientre de María, así cambia la actitud, pone sus planes al servicio de los planes de Dios.

Así como en el Evangelio de San Lucas el Ángel le anuncia a María que será la Madre del Redentor, en el de San Mateo el Ángel le anuncia en sueños a San José la procedencia de Jesús y la misión que debe desempeñar para con el Niño.

Digamos una palabra sobre los desposorios en tiempos de Jesús. El matrimonio consistía en dos momentos:

  • Primer momento: El noviazgo oficial. Ya desde ese momento, comportaba una nueva situación para la mujer, aunque seguía viviendo en la casa de sus padres, más o menos por un año, ya era considerada esposa de su futuro marido, y por ello, toda infidelidad era considerada adulterio.
  • Segundo momento: La celebración nupcial. Consistía en el traslado de la esposa a la casa del esposo, según la costumbre judía, entre cantos, bailes y banquetes. Desde allí podemos comprender que San José, siendo justo, al darse cuenta que María estaba esperando un Hijo, del cual él no era el padre biológico, pensó dejarla en secreto. Si la repudiaba corría el riesgo de ser lapidada. Dios conoce lo que hay en el corazón de San José, y después del anuncio, da inicio para él una vida nueva con una misión única: Ser padre legal del Hijo del Altísimo. San José le pondrá el nombre de “Jesús” que significa “Dios salva”; se llamará así, ya que salvará a su pueblo de los pecados. Se hace alusión al cumplimiento de la profecía de Isaías: “He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un Hijo, a quien pondrán el nombre de Emmanuel, que quiere decir Dios-con- nosotros”. Les invito para que reflexionemos en estas dos realidades antes de Navidad: 1a- “Jesús”, que significa: “Dios salva”. En un mundo como el nuestro, donde la pobreza, la enfermedad, la inseguridad y la violencia están al orden del día, como ciudadanos pareciera que muchos estamos esperando que un presidente o un partido político nos saque de las situaciones en las cuales hemos caído; nuestra sociedad espera un salvador muy humano, aquí quiero aclarar, que nuestra humanidad necesita ser salvada del mal, de las injusticias y de la violencia, necesita ser reorientada hacia una vida más digna y esta es la salvación que nos ofrece Jesús.
    Debemos volver la mirada a Él, reflexionar en lo que Él quería de su comunidad y ver su estilo de vida. Dios nos sigue ofreciendo la salvación, pero permitamos ser salvados haciendo lo que nos toca.
    2a- “Emmanuel”, que quiere decir: “Dios-con-nosotros”. En la Navidad celebramos este misterio de un Dios hecho hombre. Recordamos que Dios está entre nosotros. Como Obispo me sigo cuestionando: ¿Realmente vivimos esta celebración con un sentido religioso?, lo digo porque celebramos la Navidad y seguimos dándole la espalda a Dios: Hemos perdido el sentido familiar y hogareño de este gran día; nos hemos dejado seducir por lo comercial y los símbolos religiosos han dejado de ser significativos.

Quiero decirles que, apoyados en “Dios con nosotros”, en Jesús nuestros esfuerzos y nuestras luchas, no pueden terminar en fracaso definitivo porque ha querido ser uno de nosotros y ya no puede dejar de preocuparse por esta historia nuestra en la que se ha encarnado y a la que Él mismo pertenece. Desde ese misterio de acercamiento amoroso, salvador, sería una grave perversión pensar en un Dios que se acerca a los hombres, precisamente para agravar nuestra situación, para impedir nuestra felicidad y bloquear nuestras aspiraciones auténticas. Todo lo que impide aceptar a Dios como gracia, liberación, perdón, alegría y fuerza para crecer como seres humanos, no es un anuncio del Evangelio, no lleva dentro la buena noticia de Dios proclamada por Jesús. Dios hecho carne en Jesús, “Dios con nosotros”, no es carga sino mano tendida, no es represión sino expansión de nuestra verdadera libertad. “Dios con nosotros” es ayuda, alivio, fuerza interior, luz, alegría, gozo, esperanza, futuro feliz, promesa conseguida ya en Jesús; ya nunca estamos solos, nunca perdidos en nuestros problemas, sufrimientos y luchas. Dios está con nosotros, hay la esperanza de que termine todo bien en todos porque Dios está con nosotros. Además este Dios no cambia, es fiel, es el mismo para todos, es perdón sin límites, comprensión en la debilidad, consuelo en la infelicidad, paz en el conflicto, esperanza en la oscuridad, amistad en la soledad.

Soy consciente que en nuestros días, la Navidad se ha comercializado, los signos religiosos sirven de adornos y carecen de su verdadero sentido. Las reuniones familiares son acompañadas con bebidas embriagantes, música, y celebran la alegría de reunirse como familia pero no hay tiempo para pensar que un Dios se hizo hombre. Ya lo expresó el gran filósofo alemán Nietzsche: “Dios ha muerto, nosotros lo hemos matado”. Quizá esto que dijo causó estupor en su momento, ahora nuestra sociedad vive inmersa en la indiferencia, le da lo mismo que Dios haya muerto o que haya nacido, su vida sigue funcionando como siempre, parece que ya no necesitamos de Dios.

Me sigo preguntando como Obispo: ¿Cómo hacer sentir a esta sociedad que Dios ha nacido? ¿Cómo ayudar a vivir la alegría de que Dios se hizo hombre y habita entre nosotros? ¿Cómo compartir esta alegría con los que han desvirtuado la Navidad? Creo que como cristianos tenemos un gran reto, un gran desafío y debemos empezar a celebrar la Navidad en familia, sin olvidar su contenido, experimentado la presencia de “Dios con nosotros”.

Les bendigo a todos, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. ¡Feliz domingo para todos!

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Obispo de la Diócesis de Apatzingan