Como en Estados Unidos y México, ciudades de Argentina son azotadas por la narcoviolencia

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* En lo que va del año, más de 135 personas fueron asesinadas en la ciudad de Rosario.

La violencia narco parece no tener límites en Rosario. Increíblemente, los colegios empezaron a ser blanco de balaceras y recientemente un nene que salía de un establecimiento resultó herido. Casi simultáneamente, una capilla que forma parte de un vasta obra religiosa, solidaria y de combate a la drogodependencia en uno de los barrios más afectados por el flagelo también fue atacada a balazos. Todo esto ante una falta de reacción del Estado, según denuncia la Iglesia.

Los incidentes no sólo ponen en riesgo a quienes concurren a esos lugares, sino que además provocan que se suspendan las clases, se cierren al menos momentáneamente los comedores comunitarios y se detengan las iniciativas de prevención de las adicciones, que incluyen el fomento de la escolaridad, la organización de actividades deportivas y la capacitación en oficios. En otras palabras, empieza a resquebrajarse la imprescindible red de contención social.

“Las balaceras están empezando a poner en riesgo a los chicos que van a las escuelas, a los docentes, a los que concurren a los centros de salud, al personal sanitario, a los profesionales y voluntarios que se desempeñan en nuestras iniciativas”, dice el padre Fabián Belay, a cargo del área de drogodependencia de la arquidiócesis de Rosario y cabeza de una vasta obra de prevención de las adicciones enmarcada en la Comunidad Padre Misericordioso.

En lo que va del año, más de 135 personas fueron asesinadas en la ciudad santafesina. (Foto: AdobeStock)
En lo que va del año, más de 135 personas fueron asesinadas en la ciudad santafesina. (Foto: AdobeStock)

La obra, que arrancó en 2009, incluye más de 30 emprendimientos, entre los que se cuentan dos granjas de internación, un centro de día para varones y otro para mujeres, un refugio para 50 personas en situación de calle, además de nueve llamados centros de vida en los barrios más problemáticos pertenecientes a la red nacional de recuperación de adictos Hogares de Cristo. En total, son atendidas actualmente unas 1300 personas.

“Si se ve amenazada la vida de los referentes comunitarios, que es el último bastión de contención en los barrios, entran en crisis un montón de cosas”, advierte Belay -recientemente designado por el Papa Francisco obispo auxiliar de Rosario-, en el marco de una situación que se agrava. El dato más estremecedor es que desde enero fueron asesinadas en la ciudad 135 personas, lo que proyecta un récord para este año.

El padre Fabián atribuye la expansión de las adicciones y de la violencia a varios factores. En primer lugar, dice que desde hace 30 años no hay campañas de prevención que problematicen el consumo. “Esto llevó a su naturalización”, subraya. Considera que también el Estado dejó de fortalecer el trabajo comunitario en los barrios carenciados como los clubes y se optó por embellecer el centro de la ciudad.

En segundo lugar, Belay señala “el gran problema de que en la ciudad hay muchas armas circulando”. Y concluye: “Frente a cerca del 40% de la población en la pobreza, un sistema educativo debilitado tras la pandemia, falta de acciones comunitarias en el territorio, más que no está problematizado el consumo y la pasividad ante las armas, estamos ante un cóctel perfecto para que el drama crezca”.

En cuanto al ataque a la capilla, opina que lo que está detrás es “el debilitamiento del Estado. Porque -explica- si una persona es amenazada de muerte o baleada, eso no tiene ninguna consecuencia. Las personas quedan totalmente desprotegidas. Esto provoca que el amenazado termine respondiéndole al que lo amenaza y por eso se producen los enfrentamientos entre bandas”.

Los protagonistas de estas balaceras son adolescentes en consumo, víctimas de un sistema que los esclaviza y los usa como material descartable. (Foto: AdobeStock)
Los protagonistas de estas balaceras son adolescentes en consumo, víctimas de un sistema que los esclaviza y los usa como material descartable. (Foto: AdobeStock)

Agrega que “si alguien va a un centro como los nuestros y está vinculado con un conflicto, muchas veces se termina atacando ese lugar, en este caso la capilla, pero lo que se quiere atacar es a la persona. Y como no hay códigos -señala- los protagonistas de estas balaceras son adolescentes en consumo, víctimas de un sistema que los esclaviza y los usa como material descartable”.

Belay cree que los políticos no terminan de tomar conciencia de la gravedad del problema y asumirlo. “La clase política -afirma- usa esta situación como slogan de campaña y cada candidato para denigrar a su contrincante. Pero lo que se necesita es un gran acuerdo. Mientras los candidatos no llamen a la búsqueda de un consenso todo lo que digan será pudo slogan”.

Y completa: “Acá se necesitan políticos trabajando durante muchos años porque hay que fortalecer el sistema educativo, necesitamos escuelas de jornada extendida, inversión en clubes de barrio, formación laboral y creación de empleo, campañas de prevención, capacitación en adicciones del personal sanitario, programas de justicia restaurativa…”

Belay admite que las fuerzas de seguridad no están a la altura, de que puede faltar formación y herramientas y que puede haber connivencia, y, en fin, que no hubo una política que haya logrado disminuir la violencia y las muertes. Pero considera que, en el fondo, hace falta una transformación del Estado que trasciende una gestión de gobierno.

En línea con el llamado de toda la Iglesia, el padre Fabián insiste en que “sin el acuerdo de todas las fuerzas políticas y entre todas las instituciones de la sociedad civil no será posible empezar a salir de este drama, sino que todo empeorará”. ¿Le harán caso los políticos tras las elecciones?

Por Sergio Rubin.

Domingo 11 de junio 2023.

TN.

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