¿Cómo disipar la oscuridad que inunda el mundo de hoy?

Mons. Rutilo Muñoz Zamora
Mons. Rutilo Muñoz Zamora

¡Levántate y resplandece, Jerusalén, porque llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti! Las tinieblas cubren la tierra, la oscuridad los pueblos, pero sobre ti amanecerá el Señor, y su gloria se verá sobre ti. Caminarán los pueblos a tu luz, los reyes al resplandor de tu aurora. (Is 60, 1-3).
Habiendo nacido Jesús en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y, venimos a adorarlo. Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. (Mt 2, 1-2.11).

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Iniciamos el nuevo año 2021 con la firme esperanza de que sea mejor que el recién terminado, que estuvo lleno de acontecimientos de gran tristeza, dolor y desconsuelo para muchas familias en todo el mundo, y en nuestro país igualmente. Las causas principales las conocemos, de forma especial, por la crisis de la pandemia sanitaria causada por el Covid-19, una economía desgastada y la violencia e inseguridad que no han dejado de actuar.

El panorama y recuento final del 2020 son muy negativos, difíciles de entender y asimilar plenamente, han sido como una densa oscuridad que fue creciendo cada vez más, hasta dejar solo pequeños haces de luz. Pero también nos ha dado la oportunidad de revalorar muchas cosas, experiencias, bienes. Entre ellas podemos resaltar el mayor aprecio por la vida humana; la familia como ámbito fundamental para practicar la solidaridad, los afectos llenos de amor, el cuidado de todos; nos hizo ver la necesidad de aprender a caminar unidos, solidarios, tanto en el dolor, la aflicción, como en la búsqueda y practica de motivos de esperanza, para no olvidar que lo más importante es amar. Y un amor que parte de Dios, llega a nuestra vida y lo damos a los demás. Es aquí donde la luz, la esperanza se han vuelto a presentar para muchos con una fuerza extraordinaria, como una espiral de múltiples colores.
Como familia católica continuamos celebrando el misterio de la venida salvadora de Jesucristo. La Navidad nos ha dado oportunidad de renovar la fe y la confianza en Dios, que nos ama fuertemente, dándonos la prueba más grande al enviarnos a su Hijo Jesucristo para salvarnos. Su nacimiento ha sido una vez más motivo de alegría. Es la luz que irradia con tal fuerza que vence las tinieblas, la densa oscuridad. Este período de celebraciones navideñas, centradas en Jesús, recibiéndolo en nuestro corazón, nos lleva a fortalecer nuestra vida de hijos de Dios, retomar la practica de la caridad, mirar lo que está aconteciendo con ojos de creyentes; nos da la fuerza para no dejar que la oscuridad de la tristeza, el dolor, la enfermedad, el mal nos desanimen, nos paralicen.

Este domingo, primero del año, celebramos la fiesta de la Epifanía de Jesús. Un niño nacido en Belén que es reconocido y adorado como rey y salvador del mundo por unos magos de oriente.
Se está cumpliendo la promesa de siglos atrás hecha al pueblo de Israel: ¡Levántate y resplandece, Jerusalén, porque llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti! Y es la noticia que se sigue manifestando hoy: Llénense de gozo porque llega Cristo, luz que vence la oscuridad, quien desecha las tinieblas del mal, del pecado. Y como los magos son guiados por una estrella para llegar al lugar donde se encuentra Jesús, y poder conocerlo, adorarlo, hoy nosotros necesitamos que la fe sea fuerte y firme para reconocer a Cristo, para renovarnos con su estilo de amor perseverante, incondicional para llegar a todos.

Si reconocemos a Jesucristo, ¿qué estamos dispuestos a ofrecerle para mostrarle nuestro aprecio en un nuevo año? Él es la luz que brilla e ilumina la vida y el mundo de hoy. ¿Qué vamos a realizar para dejarnos contagiar por la fuerza de su luz, de su gracia? Sabemos del peso del mal, de la oscuridad que prevalece en muchos ambientes donde vivimos, en el trabajo, en las principales actividades. Cómo no pensar en las personas afectadas por el odio, los resentimientos, el haber sido víctimas de la violencia en sus múltiples manifestaciones, las cuales se han cerrado al perdón, a la sanación física, moral y espiritual. También los que han sido afectados en su salud o han muerto por la pandemia del Covid-19, y han llenado de angustia y dolor sus hogares. Sí, todo esto es un panorama difícil de entender y aceptar.

El camino para poder entender, aceptar y transformar esta pesada realidad está en ir al encuentro del Señor. Y todavía, con más precisión, es dejar que Cristo entre en nuestra vida, en nuestro corazón. Es la luz que efectivamente va a iluminar totalmente la vida y la va a transformar radicalmente. Hay que dejarse guiar como los pastorcillos, o los magos del oriente, por la fe, que, con humildad, con sencillez nos llevará a donde se dará el encuentro maravilloso con Jesús, el Mesías. Y lo vamos a adorar y a tenerlo en el centro de nuestras vidas, y a seguirlo con perseverancia y fidelidad y asumir de la mejor manera todo lo que se nos va a presentar con el sentido, la modalidad de hijos amados de Dios.

¡Y el Niño Jesús lo que más sigue deseando es que lo recibamos como el mejor regalo para el mundo!

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Obispo de la Diócesis de Coatzacoalcos