* Las relaciones homosexuales y el sexo fuera del matrimonio, de cualquier tipo, no tienen nada que ver con el amor humano elevado por la gracia de Dios.
Los buenos pastores deben imitar al Buen Pastor y advertir a sus ovejas de los lobos rapaces. Cuando Caín asesinó a su hermano Abel, Dios dijo: “¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra” (Gén. 4:10).
Ciertos pecados mortales son tan graves que se dice que son pecados que claman venganza al cielo: el homicidio (Gn. 4:10), la sodomía (Gn. 18:20-21), la opresión de viudas y huérfanos (Ex. 2:23) y la estafa a los trabajadores de sus justos salarios (St. 5:4).
Los pecados contra el Espíritu Santo son pecados mortales que endurecen el alma al rechazar al Espíritu Santo: desesperación, presunción, envidia, obstinación en el pecado, impenitencia final y resistencia deliberada a la verdad conocida.
En un pasaje de su próxima autobiografía, titulada Vida: Mi historia a través de la historia, el Papa Francisco afirma que las parejas homosexuales, aunque no deban tener acceso al matrimonio legal, deben poder «vivir el don del amor» con cobertura legal.
El diario italiano Corriere della Sera ha publicado extractos de la autobiografía, escrita junto con el periodista italiano Fabio Marchese Ragona, entre los que se encuentra el siguiente:
“El matrimonio entre personas del mismo sexo no es posible, pero las uniones civiles sí: «Es justo que estas personas que viven el don del amor puedan tener cobertura legal como todos los demás. Jesús salía a menudo al encuentro de las personas que vivían en los márgenes, y esto es lo que la Iglesia debería hacer hoy con las personas de la comunidad LGBTQ+, a menudo marginadas en el seno de la Iglesia: hacer que se sientan como en casa, especialmente quienes han recibido el bautismo y forman parte a todos los efectos del pueblo de Dios. Y quien no haya recibido el bautismo y quiera recibirlo, o quien quiera ser padrino o madrina, por favor, que sea acogido».
El Papa Francisco también dice sobre las bendiciones a las parejas irregulares: «Sólo quiero decir que Dios ama a todos, especialmente a los pecadores. Y si hermanos obispos deciden no seguir este camino, no significa que esto sea la antesala de un cisma, porque no se pone en duda la doctrina de la Iglesia.»
Sea más o menos precisa, una autobiografía como memoria personal tiene cero valor magisterial, independientemente de su autoría. La ambigüedad marca de la casa es inconfundible y sus pronunciadas implicaciones heterodoxas requieren el comentario de un pastor para proteger la integridad de su confesión de fe.
Como muchos han señalado, estas observaciones del Papa Francisco están en contradicción con el documento de 2003 de la Congregación para la Doctrina de la Fe, «Consideraciones sobre las propuestas para dar reconocimiento legal a las uniones entre personas homosexuales», que hace algunas declaraciones muy contundentes:
No existe ningún fundamento para asimilar o establecer analogías, ni siquiera remotas, entre las uniones homosexuales y el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia. El matrimonio es santo, mientras que las relaciones homosexuales contrastan con la ley moral natural… Ante el reconocimiento legal de las uniones homosexuales, o la equiparación legal de éstas al matrimonio con acceso a los derechos propios del mismo, es necesario oponerse en forma clara e incisiva. Hay que abstenerse de cualquier tipo de cooperación formal a la promulgación o aplicación de leyes tan gravemente injustas, y asimismo, en cuanto sea posible, de la cooperación material en el plano aplicativo… La Iglesia enseña que el respeto hacia las personas homosexuales no puede en modo alguno llevar a la aprobación del comportamiento homosexual ni a la legalización de las uniones homosexuales».
La violencia de las relaciones homosexuales no tiene nada que ver con el amor cristiano. Los diversos tipos de sodomía no son en modo alguno actos de amor. Jesús no aprobó la vida de los pecadores, sino que provocó su conversión. Todos somos pecadores, también aquellos que no actúan según inmorales inclinaciones sexuales. Sin embargo, los que actúan según inclinaciones sexuales inmorales no participan del auténtico amor humano. La actividad promiscua -homosexual o heterosexual- no tiene nada que ver con el amor humano elevado por la gracia de Dios.
La expresión «LGBTQ+» es acientífica y moralmente mendaz.
«Gay» es un término propagado por el activismo homosexual. «Bisexual» celebra la sodomía promiscua y la fornicación. Una persona no puede ser «transexual». El tratamiento hormonal y la mutilación genital no pueden cambiar el sexo de una persona. Los cromosomas siguen siendo masculinos o femeninos. «Queer» es un término impreciso y cargado de sentido político para referirse a la promiscuidad. El signo + abre la puerta a todas las perversiones, incluidas la pederastia y la zoofilia.
La Iglesia es nuestra madre y nos invita a todos a la conversión y al culto a Dios. Pero los pecadores manifiestamente graves no arrepentidos no deben presentarse a la comunión ni se les debe permitir ser padrinos para los sacramentos. La sugerencia de que los pecadores -como quienes sufren de inclinaciones sexuales disfuncionales- son «juzgados por nosotros» sugiere que nosotros mismos estamos libres de pecado. Pero, hay que insistir, todo cristiano es pecador. Como se dice, juzgamos el pecado, pero no al pecador. Pero si hay suficiente evidencia de un estilo de vida pecaminoso, debemos juzgar ese mal comportamiento.
Ningún cristiano consecuente da la espalda a los pecadores. Debemos reconocer la realidad del sentido común y las verdades morales fundamentales.
También tenemos que prestar atención al significado correcto de las palabras. No hay «transexuales», «gays», «queers», «bisexuales» o «transgénero». Somos hijos de Dios y no debemos definirnos por nuestras tendencias pecaminosas. Si lo hacemos, con esas palabras estamos promoviendo y politizando pecados contumaces e incluso negamos la realidad. En materia de sexualidad humana, sólo hay violaciones del Sexto y del Noveno Mandamientos que exigen arrepentimiento y la curación que viene a través de los sacramentos.
El interés propio impulsa en parte esta dolorosa crítica. Un buen confesor no debe permitir que estos errores comprometan sus deberes en el confesionario. Los testigos fieles de los Diez Mandamientos nunca son cismáticos. Pero quienes se apartan de los Diez Mandamientos y sugieren cambios en la enseñanza de la Iglesia son culpables de grave error e incluso de cisma (bajo las condiciones adecuadas). No pongamos en duda las auténticas doctrinas de la Iglesia ni neguemos la realidad de la sexualidad humana.
Estas opiniones aparentemente privadas del Papa Francisco, publicadas como autobiografía o grabadas en entrevistas, no tienen autoridad doctrinal. Debido a su historial de provocar confusión doctrinal, debemos comparar cuidadosamente las declaraciones del Papa con la enseñanza tradicional de la Iglesia Católica. Cuando no estén de acuerdo con esa enseñanza, debemos rechazarlas o ignorarlas.
Por el P. Jerry J. Pokorsky.
CatholicWorldReprt.