Ciudad Juárez, el crematorio

Editorial ACN Nº63

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Todos elevan el reclamo y denuncian la injusticia, preguntas y más preguntas, sentencias y discusiones, los mismos argumentos, similares resultados. Nada pasa porque son migrantes

 Lo del 27 de marzo en Ciudad Juárez es la muestra de que este país no tiene un compromiso ni políticas públicas para resolver civilizadamente un problema que crece y crece a medida que pasa el tiempo.  Otro eslabón de la cadena del drama de miles de personas viven en su paso por México para huir de la penosa realidad de sus países. 39 personas hacinadas en un centro que no tenía ni las mínimas condiciones para que fuera llamada “estancia”. Salieron de sus países para tener condiciones mejores de vida y encontraron la muerte.

Detrás muchos factores conocidos. Un tema que salta de sexenio a sexenio, empeorando las cosas, sólo aplicando la conveniente retahíla de promesas como trampolín de campaña para que, al final, poco suceda en bien de los migrantes.

Un crimen horroroso e inmoral. Ocurrió en un centro administrado por el Instituto Nacional de Migración y la Secretaría de Gobernación. Los videos exhiben que nadie está dispuesto a auxiliar a las vìctimas de un fuego que parece provocado. Todos huyen, nadie responde. La presión pública he hecho que existan los consabidos chivos expiatorios. Ocho agentes, entre ellos cinco de una empresa de seguridad privada que eleva sospechas de contratos irregulares para beneficio de algunos.

En esta trama, la corrupción es evidente, saben que ocurre, pero todos disimulan. Si existe este delito es porque alguien con poder lo tolera. El clamor público no duda en llamarle “crimen de Estado” y lo es. Porque ese Estado falló en dar garantías y esenciales derechos a quienes son extraños en esta tierra.

En el más alto nivel hay rsponsables que tienen en sus manos la chispa que causó el fuego, pero los migrantes son buen capital político, se pueden valer de ellos para encausar simpatías y capital o puede escalar sobre ellos, sobre sus cadáveres, para destrozar a los adversarios. Los migrantes pueden ser todo, menos personas con dignidad.

La Conferencia del Episcopado Mexicano ha pronunciado enérgicos llamados para que las autoridades tomen en serio esta cuestión. En febrero pasado, los obispos promovieron una jornada de oración por los migrantes a fin de sensibilizar al pueblo católico para ver al extranjero como hermano. Y el Papa Francisco ha pedido oraciones por ellos, los que en una noche, vieron segadas sus vida a causa del entramado más oscuro de corrupción que permea desde los más altos niveles.

En 2016, el Papa Francisco estuvo en Ciudad Juárez y dijo: “como en otras zonas fronterizas, se concentran miles de migrantes de Centroamérica y otros países, sin olvidar tantos mexicanos que también buscan pasar «al otro lado». Un paso, un camino, cargado de terribles injusticias: esclavizados, secuestrados, extorsionados, muchos hermanos nuestros son fruto del negocio del tráfico humano, de la trata de personas”.

Siete años después, Juárez, puerta de México, se convirtió en un crematorio cuyo fuego fue alimentado por la corrrupción de un gobierno al que se le grita ¡Asesino!

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