CDMX. La violencia, peor que el coronavirus

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El 14 de mayo, el obispo de la Diócesis de Apatzingán, Michoacán, Cristóbal Ascencio García, envío una valiente y emotiva carta pastoral, en la que da aliento y consuelo espiritual a su pueblo, pero a la vez hace una denuncia firme y profética de un virus que es peor que el Covid-19, el de la violencia provocada por el crimen organizado, que ocasiona muerte y dolor, ante la inacción de las autoridades que prácticamente han abandonado a su suerte a la población.

Nada mejor que citar textualmente las palabras del profético obispo. “Este pueblo que hoy veo sufrir —refiere en su carta pastoral—, también por el virus Covid-19, sufre más por otros virus, que se han venido añejando como son: la indiferencia, la corrupción, la inseguridad, la violencia, la impunidad, el cobro de piso, los secuestros, y las pugnas de cárteles por los territorios. …Son virus tan conocidos como forzosamente aceptados, pareciera que tampoco hay vacunas contra éstos.
“¿Cómo dejar de hablar al ver los bloqueos y la múltiple quema de vehículos por las carreteras? ¿Cómo no señalar lo que sucedió en El Aguaje hace unas semanas: 13 policías acribillados? Y ahí mismo ahora, llevan más de un mes sufriendo las balaceras entre los grupos casi a diario. Y esto muchas veces sucedió en la Comunidad de Dos Aguas. Hace 20 días un multihomicidio en el Rancho de La Huerta, Municipio de Aguililla; se habla de 18 o más personas asesinadas, … y las familias de esa comunidad desplazadas, saliendo de noche y a pie por entre el cerro, sólo quedando una casa habitada por dos hermanas mayores de 70 años, ya que ellas no podían salir caminando. ¿Cómo pasar por alto lo acontecido estos días en Coalcomán? 18 personas levantadas, tenemos noticias de que algunos regresaron, a otros ya se les celebraron exequias y algunos siguen desaparecidos.
“Las autoridades se perciben rebasadas por la situación. El crimen organizado como dueño del territorio, gobernando a través del miedo y del despojo, de la amenaza y de las balas. La población asediada, acorralada, resignada y sin esperanza. Hay dolor palpable en las personas que han tenido que abandonar sus lugares, sus pueblos, los que han sido desplazados, los injustamente despojados, los torturados, los desaparecidos y sus familias silenciadas, tras amenaza de sufrir el mismo destino. Mientras los cárteles se pelean, a precio de sangre el territorio… Al pueblo lo percibo abandonado a su suerte, como ciervo herido entre hienas, con la impotencia en las manos y el amargo sabor de la injusticia en los labios.
“¿Qué debemos hacer para sin permitir el avance de la cortina de humo del Covid-19, podamos erradicar todos esos virus que se han arraigado en nuestros pueblos? …Estoy convencido que aún más que en la lucha contra el Covid-19, para eliminar estos virus sociales, nos necesitamos todos, sólo juntos con Cristo a la cabeza lograremos cualquier objetivo, porque Cristo Resucitado proporciona al mundo el remedio que necesita”.
Con información de: Contra Replica/P. Hugo Valdemar
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