CDMX. Educar en la pandemia, unos ganan, otros pierden

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Al iniciar el ciclo escolar 2020-2021, la actual pandemia mantiene muchas dudas acerca de la eficacia del proceso de enseñanza-aprendizaje planteado por las autoridades educativas del gobierno de México. El secretario de Educación Pública anunció que el próximo lunes 24 de agosto, el programa de aprendizaje a distancia Aprende en Casa II, irá de la mano de las televisoras privadas, de la red de radiodifusoras y televisoras educativas del país, así como de los sistemas públicos de comunicación del Estado mexicano para que los más de 25 millones en educación básica inicien las modalidades a distancia debido a la prevalencia del semáforo rojo y naranja, por lo que es previsible que las aulas permanezcan cerradas quizá hasta fin de año.

Los escolares ahora tendrán clases en sus casas, justo en el momento en que la llamada nueva normalidad trae incorporaciones dispares de las actividades económicas. Las críticas de los especialistas en procesos educativos indican que estas modalidades podrían ensanchar las desigualdades y las consecuencias sólo se verán al largo plazo con educaciones truncas e incompletas, además de no ser inclusivas en su totalidad debido al insuficiente acceso de los alumnos a las nuevas tecnologías por la lacerante pobreza que se engrosa. Sin el apoyo presencial y real de los maestros, lo alumnos “caminan sobre agua”, afirman.

A lo anterior, viene ahora otra tormenta y esa es la migración de alumnos de escuelas privadas a las públicas. Se calcula que más de 800 mil estudiantes se verán en la necesidad de dejar la escuela de paga debido a que sus familias enfrentan la crisis de la nueva normalidad. La escuela particular abarca en educación básica el 10% de la totalidad de los alumnos. Y de eso no hay certeza para saber si el sistema público se encuentra preparado para cumplir con estos nuevos alumnos e insertarlos en un efectivo proceso educativo.

Sin embargo, acostumbrados al medio urbano, no se alcanza a percibir que las diversas realidades abarcan el medio rural pobre y sin recursos tecnológicos para que los niños y niñas les sea garantizado el derecho a la educación. En 2018, la Encuesta Nacional de Consumo de Contenidos Audiovisuales 2018 del Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT) indicó que el 11% de los hogares en las zonas rurales del país, es decir, 14 millones de personas, no tienen televisión. Esto haría más profunda la brecha de desigualdad y pobreza para impedir, en el futuro, iguales condiciones y oportunidades para el empleo y desarrollo de quienes ahora están en edad escolar.

Pero hay ganadores. Inmediatamente se supo que las televisoras, esas que en el pasado fueron aliadas de la mafia del poder, repuntaron en el valor de sus acciones. Efectivamente, esa industria venía de capa caída debido a la preferencia de los auditorios por los contenidos móviles y de redes sociales. Ahora, en la Bolsa de Valores, sus ganancias se incrementan, a costa de un cometido tan noble como necesario, la educación de millones de niños, niñas y adolescentes. Para ellas, la 4T es una ventajosa realidad. Unos ganan, otros pierden.

Ante esta situación, los obispos de México señalan su preocupación y temor ante esta nueva realidad: Que la norma sea que muchos niños se queden fuera de las aulas y “sumergirse en un presente de ocio negativo, de descuido y abandono, de riesgo frente a otros males sociales que los hieran”. En el mensaje Frente a la dificultad de educar en este tiempo de pandemia del lunes 3 de agosto, el Episcopado Mexicano señala que “es tiempo de pensar cómo regresar, para qué regresar, pero sobre todo, qué es lo que necesitamos cambiar, pues hoy las circunstancias nos exigen una educación muy focalizada, que deje la ambición de cubrir los enormes temarios y, en contraste, nos centremos en los aprendizajes esenciales: desarrollar la civilidad, la atención solidaria y creativa para enfrentar el arduo presente, así como el futuro que se nos avecina”.

No hay duda de que la presente generación en edad escolar afrontará muchos desafíos y la pandemia los ha marcado. La escuela ahora debe convertirse en un referente fundamental para el porvenir. Ninguna tecnología puede suplirla porque sólo la persona educa a las personas. La advertencia es clara, la innovación de la educación pasa por la inclusión de todos; si no se hace así, tendremos dramáticas consecuencias que impactarán seriamente nuestro futuro.

Con información de CCM/ Editorial

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