Esta pasada semana la Iglesia Católica en París, encabezada por el Arzobispado de la capital de Francia, quiso recordar de manera muy especial a los mártires de la Comuna de París, donde decenas de católicos, entre ellos sacerdotes y hasta el arzobispo, fueron ejecutados por revolucionarios con un marcado odio a la fe.
El 26 de mayo se cumplían 150 años de esta los fusilamientos de los mártires (49 esa jornada), aunque durante esos días otros muchos católicos fueron asesinados, como el propio arzobispo de París, Georges Darboy. La Comuna de París, al igual que la Revolución francesa décadas antes, ha estado envuelta en ese halo de nostalgia y lucha por la justicia social lo que impedía cualquier manifestación que cuestionara este relato idílico. Ese silencio se impuso al genocidio de La Vendée y posteriormente en las matanzas de católicos en la Comuna.
Sin embargo, la Diócesis de París ha querido dar un paso al frente y recordar por todo lo alto a estos mártires. Durante toda la semana se celebraron diversos actos actos y el plato fuerte se produciría el fin de semana con una procesión el sábado hasta la iglesia situada en el lugar en el que se produjeron los fusilamientos y una misa el domingo en ese mismo enclave presidida por el arzobispo Michel Aupetit.
El odio a la fe que llevó al martirio a los mártires del 26 de mayo de 1871 (39 civiles y 10 eclesiásticos) sigue todavía presente. Este sábado un grupo de extrema izquierda atacó y agredió a los 300 fieles católicos que iban en procesión hasta la iglesia de Notre-Dame des Otages (Nuestra Señora de los Rehenes), en el lugar de los fusilamientos.
Sin embargo, los feligreses, entre los que había familias enteras, ancianos, scouts y sacerdotes, nunca llegaron al destino y tuvieron que refugiarse en otra iglesia que había en el recorrido para ser protegidos por la Policía que llegó ante la llamada urgente de los escasos agentes que velaban por la seguridad de la comitiva católica.
El ataque provocó varios heridos y uno de los católicos agredidos tuvo que ser hospitalizado debido a los cortes que sufrió por parte de los extremistas radicales. Eran 300 fieles, pero al inicio de la procesión eran más. Fueron abandonándola ante los insultos y presiones que iban sufriendo durante el recorrido por estos grupos y ante la sorprendente escasa presencia policial.
La procesión partió de la plaza de la Roquette, lugar donde fue ejecutado el arzobispo de París, durante la Comuna el 24 de mayo de 1871 y debería haber terminado en en Notre-Dame des Otages, donde fusilaron a estos 49 mártires el 26 de mayo.
La responsable de comunicación de la Archidiócesis, Karine Dalle, explicó a Famille Chretienne que “lo que pasó fue surrealista. Fue una violencia puramente gratuita. Es triste ver, 150 años después de la Comuna, que algunos exploten así una simple conmemoración pacífica, sobre todo porque esta procesión no tuvo dimensión de protesta”.
Así quedó uno de los católicos agredidos durante la procesión
Desde el inicio la procesión recibió silbidos e insultos de algunos viandantes. Buena parte provenían de los miembros del grupo Communard, de extrema izquierda, que se habían manifestado horas antes cerca de lugar en defensa de la esta insurrección de 1871.
Algunos de ellos comenzaron a seguir la procesión y a presionar a los participantes, por lo que algunos decidieron abandonarla. Envalentonados por la escasa presencia policial, minutos después comenzaron las agresiones.
Mientras las cientos de personas entonaba la canción “Nuestro Dios se hizo hombre” algunos de ellos se lanzaron sobre los fieles. Rompieron banderas y arrojaron objetos a los fieles. «Nos tiraron botes de basura, botellas, incluso vallas», cuentauno de los manifestantes en Le Figaro.
El resultado es que varios de los fieles resultaron heridos, entre ellos, el anciano hospitalizado con una brecha en la cabeza.
Los dos agentes solicitaron urgentemente refuerzos y un grupo de policías antidisturbios se presentó en el lugar. Pero esto no impidió que acabaran los problemas. Cerca de la iglesia de Notre-Dame de la Croix, casi cincuenta manifestantes bloquearon el camino de la procesión. Ante la situación de miedo y pánico que ya había entre los fieles, los organizadores decidieron que todos se refugiaran en dicha iglesia, dando así por concluida la procesión. «Esperamos mientras rezábamos hasta que la policía nos pudo sacar», relata uno de los organizadores. Y aunque no hubo heridos graves muchos vivieron crisis de ansiedad. Mientras tanto la Archidiócesis ha pedido explicaciones a las autoridades ante la casi nula presencia de escolta policial.
Debido a la gravedad de lo sucedido, el ministro del Interior, Gérald Darmanin, condenó este suceso a través de Twitter: “Ayer, en París, los católicos fueron atacados por individuos violentos durante una procesión. La libertad de culto debe poder ejercerse con toda tranquilidad en nuestro país. Mis pensamientos están con los católicos de Francia”.
Por su parte, el arzobispo de París, Michel Aupetit, celebró el domingo la misa prevista del 150 aniversario de los mártires de la Comuna en la iglesia a la que no pudo llegar la procesión la tarde anterior. La diócesis parisina se ha volcado en el recuerdo de estos mártires y durante semanas ha preparado estos actos y ha recordado las vidas de estos mártires. Varios de ellos, sobre todo de los religiosos de varias órdenes religiosas, están en proceso de beatificación y sus causas están ya en un estado avanzado.
Al inicio de la misa, monseñor Aupetit recordó las agresiones y lo comparó con lo ocurrido siglo y medio antes en aquel mismo lugar. “Hoy celebramos la Santísima Trinidad, que nos recuerda que Dios es amor. Nos preocupa que lo que predicamos, un Dios de amor, pueda despertar tanto odio, tanta ira (…) Anoche aquí hubo una manifestación de ira, desprecio y violencia. El Señor nos había prometido que habría violencia, no porque nosotros mismos seamos seres violentos, sino recordándonos lo que vivieron aquí nuestros hermanos, los rehenes en cuestión que, según los informes que hemos podido leer nunca respondieron a la ira con ira, el odio con odio, sino que por el contrario mostraron un corazón pacífico y perdonador”.
Qué fue la Comuna de París
Ante la derrota y la humillación de Francia contra Prusia en 1870, el 18 de marzo de 1871 una muchedumbre y varios regimientos de la Guardia Nacional iniciaron una insurrección contra el gobierno. El 28 de marzo se proclamó la Comuna de París, apoyada por algunas unidades militares (los Federados), y su gobierno se reunirá hasta el 28 de mayo, mientras que el gobierno legítimo, replegado en Versalles, tardará dos meses en recuperar la capital.
Con respecto al carácter anticlerical de la Comuna rescatamos el análisis realizado por Yves Chiron en La Nef y que recogió recientemente ReL:
El anticlericalismo de la Comuna
La política de la Comuna estuvo marcada por una hostilidad cada vez mayor hacia los hombres de Iglesia.
Durante algunas semanas, «la vida religiosa fue, en conjunto, normal», incluidas las ceremonias del Domingo de Ramos, el 3 de abril [Stéphane Rials, Nouvelle histoire de Paris, t. 10, De Trochu à Thiers. 1870-1873, 1985, pág. 450]. Pero pronto empezarían las persecuciones y los problemas.
A partir del 2 de abril, la Comuna rompe el concordato de 1801 y emite un decreto que denuncia al clero como «cómplice de los crímenes de la monarquía contra la libertad», y proclama la separación de la Iglesia y el Estado, la supresión de los fondos para los distintos cultos y la desamortización de los bienes de las congregaciones religiosas.
En París el Estado ha dejado de remunerar al clero, se confiscan los bienes de la Iglesia y se prohíbe indirectamente toda enseñanza confesional. Los dos tercios de las iglesias parisinas son cerradas, saqueadas, vandalizadas o transformadas en prisiones, talleres o salas de reunión de los clubes políticos.
Este decreto sobre la Iglesia es seguido, muy pronto, por uno sobre los rehenes (5 de abril) que permite arrestar «a toda persona que sea acusada de complicidad con el gobierno de Versalles». En caso de ejecución de un combatiente capturado o de un partidario del gobierno de la Comuna, se ejecutarán, en represalia, «tres rehenes del pueblo de París». Numerosos sacerdotes y religiosos, más de trescientos, fueron encarcelados.
Monseñor Georges Darboy, arzobispo de París, arrestado y finalmente asesinado por las autoridades de la Comuna.
El arzobispo de París, monseñor Darboy, y su vicario general, el abate Lagarde, fueron arrestados y llevados a la prefectura de la policía para ser interrogados. Cuando estaba llevando a cabo el primer interrogatorio del arzobispo, el delegado de la Sûreté [seguridad pública] le lanzó: «Hace mil ochocientos años que ustedes nos encarcelan en la Bastilla y nos torturan». Estas palabras ilustran el anticlericalismo virulento y revanchista que animaba a muchos comuneros. Monseñor Darboy fue encarcelado primero en la Conciergerie y después en Mazas, no lejos de la Bastilla.
En diversas ocasiones se propuso a Thiers que intercambiara al prelado por el revolucionario socialista Auguste Blanqui, arrestado la víspera de la insurrección. Thiers siempre se negó.
El 21 de mayo, las tropas de Versalles empezaron a entrar en París, llena de barricadas. La reconquista estuvo acompañada de una represión brutal, que más adelante se conocerá como la «semana sangrienta«, del 21 al 28 de mayo.
En represalia, la Comuna ejecutó a los rehenes. El 22 de mayo, monseñor Darboy y trescientos rehenes fueron trasladados de la prisión de Mazas a la de Roquette. El 24 de mayo, seis de ellos fueron fusilados: monseñor Darboy; el abate Deguerry, párroco de la Madeleine; el abate Allard, capellán de las ambulancias; dos jesuitas, los padres Clerc y Ducoudray; y Louis-Bernard Bonjean, antiguo ministro de Napoleón III y presidente del Tribunal de casación.
Al día siguiente, cinco dominicos del Colegio de Arcueil (los padres Captier, Cotrault, Delhomme, Chateigneret y Bourard) y ochos laicos miembros del personal, todos ellos detenidos en Bicêtre, fueron trasladados a otra prisión. Durante el traslado fueron asesinados a tiros, en plena calle, en circunstancias que siguen siendo motivo de controversia [Jean-Antoine Girard, Le R.P. Captier et les Martyrs d’Arcueil (25 mai 1871), Spes, 1955]: «A los dominicos d’Arcueil se les disparó a la carrera, como si fueran liebres», escribirá Zola.
Mientras la reconquista de París por parte de Versalles sigue implacablemente con gran cantidad de ejecuciones sumarias, los comuneros incendian numerosos edificios públicos (sobre todo el Ayuntamiento) y dos iglesias (la capilla de las Tullerías y Notre-Dame de Bercy).
El 26 de mayo, cuarenta y nueve prisioneros de la Roquette son elegidos como rehenes. Se trata de 39 civiles y 10 eclesiásticos: los padres jesuitas Bengy, Caubert y Olivaint; el padre Planchat, hermano de la congregación de San Vicente de Paúl; los padres Radigue, Tuffier, Rouchouze y Tardieu, de la Congregación de los Sagrados Corazones de Jesús y María (llamada de Picpus); el abate Sabatier, vicario de Notre-Dame de Lorette; y el seminarista Paul Seigneret. Una vez delante del mando del 2º sector, en la rue Haxo, todos fueron asesinados por la tropa o masacrados por la muchedumbre.
Masacre de rehenes en la Rue Haxo, el 26 de mayo de 1871. Foto: Le blog du Maître-chat Lully.
Otros tres eclesiásticos fueron ejecutados el 27 de mayo: monseñor Surat, archidiácono de Notre-Dame de París; el abate Bécourt, párroco de Notre-Dame de Bonne Nouvelle; y el padre Houillon, de las Misiones Extranjeras de París. Mientras tanto, las tropas versallescas asaltaban el [parque] Buttes-Chaumont y entraban en el [cementerio] Père-Lachaise, donde se habían replegado unos 200 federados. Tras un violento combate, los 147 federados que sobrevivieron fueron fusilados.
El 29 de mayo, los últimos federados atrincherados en el fuerte de Vincennes se rindieron. Siguió una fuerte represión: miles de insurgentes fueron ejecutados sin juicio previo o tras un veredicto de los tribunales prebostales creados a partir del 23 de mayo. También hubo 4.500 condenas a trabajos forzados o a la deportación.
Muertos por odio a la fe
Con ocasión de los funerales nacionales de monseñor Darboy, el 17 de junio de 1871, en su ataúd se había puesto una placa con estas palabras: «Fusilado por la insurrección por odio a la fe«. En conmemoración de la masacre de la rue Haxo, en 1894 se edificó una primera capilla que más tarde se convertirá en la parroquia de Notre-Dame des Otages [Nuestra Señora de los Rehenes].
Javier Lozano / ReL.