* En su “Carta a la Unión Europea”, el cardenal Zuppi (CEI) y monseñor Crociata (Comece) hablan de la UE como de un sueño. El suyo es un europeísmo prerreligioso.
El cardenal Matteo Zuppi, presidente de los obispos italianos, y monseñor Mariano Crociata, obispo de Latina y presidente de Comece, la Comisión de las Conferencias Episcopales de la Comunidad Europea, escribieron una » Carta a la Unión Europea «, con motivo del Día de Europa de ayer pasado 9 de mayo y de cara a las próximas elecciones al Parlamento Europeo.
La carta comienza con « Querida Unión Europea »…
Los autores, por tanto, se dirigen a la Unión Europea como si fuera una persona en carne y espíritu y como si Europa y la UE (Unión Europea) fueran la misma cosa, cuando sabemos que esta última no es Europa y en muchos de sus aspectos sustanciales la contradice.
Esta superposición ya es indicativa del espíritu de la carta: según Zuppi y Crociata, sólo se es europeo si se apoya a esta Unión Europea.
El tono de la carta no difiere del de otras posiciones adoptadas por la actual jerarquía eclesiástica. Parece haber un cliché que se repite sin importar de qué contenido se hable.
- Este formato se basa ante todo en el concepto tan ampliamente divulgado durante el pontificado de Francisco, de que supuestamente el mayor pecado es el individualismo y de que según ellos, la salvación consiste en la solidaridad.
Este principio lo aplican luego, por ejemplo, a la «autonomía diferenciada» porque rompería la unidad nacional, o a la democracia, dado que quienes la niegan son culpables de individualismo, o -y aquí estamos- a la Unión Europea, que es «sueño» comunitario y no mejor especificado europeo que nos permita salvarnos del individualismo y del aislamiento.
Incluso si el aborto estuviera incluido en las declaraciones europeas de derechos, Zuppi y Crociata seguirían diciendo que debemos aceptarlo para de esa manera participar y cultivar el sueño europeo, que mientras tanto se habría convertido, si no lo es ya, en una pesadilla. No importan los contenidos, lo que importa es estar ahí y estar juntos.
- El segundo criterio fundamental del cliché divulgado por ellos es que la Iglesia y los católicos no deben intervenir según la verdad sino según una caridad deformada, donde «caridad» significa precisamente esta solidaridad contra el individualismo egoísta. De ello se deduce que la Iglesia y los católicos de la UE ya no tienen ningún punto fijo que reclamar a toda costa, porque esto rompería la solidaridad. De ahí el tono conciliador y conciliador hacia las instituciones y políticas europeas. Comece es un maestro en esto.
El tercer elemento del cliché es el más importante . Para ellos, hay una dimensión de la existencia humana que precede a cualquier elección filosófica, religiosa, atea… y en la que «todos somos hermanos«. Según ellos, este a priori existencial debe ser absolutamente defendido y ninguna opción posterior puede socavarlo o debilitarlo. Incluso la propuesta cristiana deberá tomarla como una presuposición inaccesible, insertarse en ella y ser acompañada por ella, acompañándola.
Como se puede fácilmente observar, ahora resulta que este horizonte mundano y existencial es tomado por ellos como el criterio para evaluar la fe cristiana y no al revés. Según ellos también, si la Iglesia lo negara se convertiría en una secta. El sueño proeuropeo pertenece a esta dimensión prerreligiosa y es, por tanto, un hecho que orienta el cristianismo, más que ser orientado por él.
La carta de Zuppi y Crociata está impregnada de todos estos elementos .
Europa/Unión Europea forma parte de esta dimensión a priori que nos precede como «situación» y marco de nuestra existencia, por lo que los dos la veneran y la agradecen con «elogios de servicio». El significado de Europa/Unión Europea es «estar juntos», compartir o «nuestro futuro compartido», porque «el destino es común» y «debemos seguir construyendo una Europa unida».
Utilizando palabras de Francisco, los remitentes de la carta afirman que Europa debe «unir a los que están alejados, acoger en ella a los pueblos y no dejar a nadie como enemigo para siempre». Europa sería una hospitalidad pura y «compartida», especialmente hacia los inmigrantes.
Es una Unión Europea sin contenidos , como práctica permanente, espacio vacío de acogida e integración, como compartir sin tener una idea clara de lo que hay que compartir, y sin que la Iglesia esté llamada a dar su opinión. La carta expresa la adhesión de la Iglesia a todas las prácticas proeuropeas actuales, con un respaldo incondicional: la Unión debe unificarse aún más («es hora de un nuevo gran relanzamiento de vuestro camino como Unión hacia una integración cada vez más plena»); debe dotarse de un «sistema fiscal europeo»; debe implementar una «política exterior autorizada»; incluso debe equiparse para una «defensa común que les permita ejercer su responsabilidad internacional»; debe extenderse a «países que aún no forman parte de él».
La carta comparte la transición digital (“las necesidades de innovación económica y técnica, pensemos en la Inteligencia Artificial”); rearme (necesidades de “seguridad”); la transición medioambiental (necesidades «cuidar el medio ambiente y salvaguardar la casa común»); estatismo del bienestar (la necesidad de «salvaguardar el bienestar y los derechos individuales y sociales», pero ¿cuáles?) sin aclarar y evaluar ninguna de estas cuestiones estratégicas. Sin ningún análisis crítico más que la referencia retórica a los Padres Fundadores, todos los cuales, lamentablemente, son cristianos.
Por Stefano Fontana.
Viernes 1o0 de mayo de 2024.
Ciudad del Vaticano.
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