Campeche. Tragicomedia levanta popularidad de AMLO

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Pues con la mala nueva de que el circo mediático de combate a la corrupción sigue en marcha, y en los días recientes alcanzó su punto más álgido de esta primera temporada, cuando el “honesto” Emilio L. (Lozoya Austin), exdirector general de Pemex, presentó ante la Fiscalía General de la República una denuncia de hechos que encendió e incendió las redes sociales.

La bomba estalló cuando se supo que Lozoya, en su denuncia de hechos, incluyó en los tejemanejes del mega fraude con sobornos de la empresa brasileña Odebrecht a los expresidentes Carlos Salinas, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, amén del exsecretario de Hacienda, Luis Videgaray y un grupo de senadores de los que algunos alcanzaron después las gubernaturas de sus estados.

Ya antes se había filtrado en Youtube un vídeo supuestamente subido por un hermano de Lozoya Austin, el cual (el hermano) lo negó -como era lógico-. En dicho vídeo se exhibe -ya usted lo sabe- a dos funcionarios del Senado de la República, ligados estrechamente con los senadores Francisco Domínguez (hoy gobernador de Querétaro) y Jorge Luis Lavalle Maury, campechano que hoy reside en Canadá. En el vídeo se ve a ambos funcionarios recibir bolsas de dinero, millones de pesos, por parte de un desconocido (que se supone fue quien hizo la grabación).

Dos días después vino entonces la presentación de la denuncia por parte del exdirector de Pemex, en el que hace mención de dicha grabación y de los participantes en el reparto del dinero. Y vino también la filtración de la denuncia que el presidente Andrés Manuel López Obrador demandó en su conferencia mañanera que se le dé máxima difusión “para que se conozca la inmundicia del viejo régimen”.

Es obvio que todo este manejo mediático -al pueblo pan y circo- ha levantado los bonos de AMLO, que hoy ve recuperados sus índices de popularidad. Sin embargo, vale la pena cuestionar hasta dónde podrá alcanzarle todo esto, pues parece ser muy temprano para haber puesto en el banquillo de los acusados a Salinas, Calderón y Peña.

Además, de acuerdo a criterios de la SCJN, toda supuesta prueba no judicializada y sí manipulada públicamente pierde su valor como parte de una denuncia; baste recordar el caso de la francesa Florence Casezz, quien tuvo que ser liberada al haberse prestado la autoridad policiaca a la recreación grabada de su detención; otro caso parecido fue el de René Bejarano, entonces secretario particular del jefe de gobierno del DF, Andrés Manuel López Obrador, captado recibiendo fajos de billetes por parte del empresario argentino Carlos Ahumada; aunque Bejarano pisó la cárcel, también tuvo que ser liberado por la exhibición pública que se había hecho de la mencionada grabación.

Entonces, como se preguntan todos, además de esta grabación y de sus dichos, ¿cómo podrá probar Lozoya sus acusaciones contra sus denunciados?, recuérdese que quien acusa está obligado a probar, y aquí es donde la mula tira a Genaro.

Por otra parte, aunque no hay ningún mexicano que crea en la inocencia de los denunciados, algunos de ellos han salido a fijar postura y gritar su inocencia a los cuatro vientos; saben que tanto lo dicho como los vídeos exhibidos han perdido validez jurídica. Y Lozoya se ha ganado ya el título de “delincuente confeso”, de quien dijo el gobernador de Querétaro: “sus dichos valen lo mismo que su prestigio: nada”.

Falta mucho por ver todavía, y la incógnita permanece: ¿aguantará esta tragicomedia para afianzar a Morena en la preferencial electoral del próximo año? Se ve difícil, si no dosifican la trama y dejan el mediatismo que va tumbando elementos del juicio, aunque tal parece que esto es lo que se busca. Sólo recuerden que los mexicanos ya no se chupan el dedo.

Con información de Nuestra Voz/Editorial

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