Brío y fe, necesitan los católicos ahora para enfrentar el odio laicista contra la Iglesia y desmentir la ‘leyenda negra’ contra ella.

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Alonso Pinto nació en Mallorca en 1986. Pese a que sus padres eran creyentes, no practicaban su fe, y él la mantuvo gracias a sus abuelos. Cuenta a Religión en Libertad que, durante su juventud, la exposición a la Leyenda Negra motivó su abandono de la práctica religiosa. Comenzó a albergar un laicismo y odio llenos de prejuicios por el catolicismo, hasta que profundizó en los Padres de la Iglesia en búsqueda de argumentos.

Tras un largo proceso intelectual, ha plasmado los planteamientos de su conversión en Colectánea. Una cruzada contra el espíritu del siglo y colabora periódicamente en Revista Hispánica.

Una educación desligada de la fe

Con tan solo dos años, los padres de Alonso se separaron. Pese a que siempre tuvo la libertad de ir con uno u otro cuando quería, ambos trabajaban y pasaba los días con sus abuelos, Alonso y Josefa. Recuerda que ambos eran católicos y en sus primeros años de infancia aprendió de ellos las principales oraciones y hábitos cristianos.

Por lo demás, “mi educación no fue religiosa ni mucho menos”, cuenta: “Apenas acudía a misa y no recibí formación al respecto hasta hacer la comunión. Durante mi adolescencia seguía siendo creyente, pero sin darle mucha importancia al cristianismo”.

Equiparaba el ateísmo a la madurez

“Sin embargo, en la juventud comencé a ser más escéptico. Uno comienza a escuchar ciertas objeciones a la existencia de Dios, y aunque suelen ser simplistas y estar refutadas desde hace siglos por teólogos y filósofos, quien las oye y no está formado las toma por objeciones que nunca han sido tenidas en cuenta ni respondidas”.

“Poco a poco, pasé a concebir el escepticismo primero y el ateísmo después como inseparables de mi madurez, un proceso por el que pasan muchos jóvenes”.

Un odio lleno de prejuicios y Leyenda Negra

En uno de sus aforismos, Pinto afirma que «quien abandona la religión católica siendo niño, acaba combatiendo contra la idea infantil que tenía de ella».

“Sentía por la Iglesia católica ese odio lleno de prejuicios, mitos y Leyenda Negra que inspira a todo anticatólico. Uno llega a ese estado insensiblemente, por norma general, sin poder señalar una razón o hecho determinantes”, observa.

Lo ilustra con un ejemplo. “Cuando escuchamos a alguien decir: `¿Por qué una persona debe reinar por ser hija de su padre? Es injusto´, vemos que es una objeción simplista y superficial. Pero escuchada por primera vez causa mucha impresión, más si coincide con la adolescencia. Creemos que debemos adoptar esa misma postura, y parece que quien no lo hace sigue en ese mismo estado de inocencia que nosotros antes de descubrir esa objeción”.

“Es solo un ejemplo”, añade, “pero se puede aplicar a muchas cuestiones, como la libertad, la tolerancia, el progreso o la democracia. Antes de profundizar sobre ello, nos encontramos con algunos tópicos y los incorporamos a nuestro pensamiento”.

Colectánea de Alonso Pinto.

Puede adquirir Colectánea escribiendo a la editorial Cypress. 

Los padres de la Iglesia le llevaron a la fe

Pinto comenzó así un largo proceso de estudio y formación, tratando de desprenderse de todos los prejuicios que había aprendido en la escuela y en el día a día.

“Pasé del ateísmo al agnosticismo, de ahí al deísmo y al teísmo y por último, a un cristianismo vago e indeterminado, que intentaba conciliar con mis antiguos ideales. Pero la lectura y estudio de la Patrística me fueron convenciendo de que sólo la religión católica es el verdadero cristianismo, lo que creo que no puede dejar de suceder en cualquier persona que la estudie, siempre que no haya un prejuicio nacional o personal”.

Antipatía instintiva hacia la Iglesia

“A lo largo de este proceso”, explica, “vas aceptando verdades, pero tardas en ser consecuente y asimilarlas en su plenitud. Por ejemplo, aun cuando ya admitía que la Iglesia católica era en verdad la que había fundado Cristo a través de sus apóstoles permanecí bastante tiempo sin acudir a sus sacramentos”.

Tantos años en contra de la Iglesia habían dejado en mí una antipatía instintiva hacia ella que persistía aun cuando la voluntad ya no consentía. Necesité un tiempo para que mis hábitos y tendencias pasadas desaparecieran y toda mi vida se adecuara a la Piedra angular”.

Una conversión reaccionaria

“Es algo claro que la Revolución francesa es, junto con la Reforma protestante, uno de los mayores ataques que el catolicismo ha recibido jamás”, prosigue Alonso.

“Muchos de sus ideales, profundamente anticristianos, todavía se desarrollan hoy en día y sufrimos nuevas consecuencias que ni siquiera reconocemos vinculadas a aquel momento histórico”.

Es por ello que adquirió una visión “reaccionaria” íntimamente ligada a su conversión: “Al igual que se llamaba reaccionario al contemporáneo de la Revolución Francesa que se oponía a sus crímenes e ideales, yo me considero reaccionario porque me opongo al mundo que ha asimilado esos ideales y que todavía los pone en práctica y los desarrolla”.

Autor y escritor católico

Tras su conversión, Pinto profundizó en la historia de la Iglesia. Especialmente en las crisis surgidas tras las grandes revoluciones históricas, influido por San Agustín, Pascal y especialmente, Joseph de Maistre: “Uno de los autores que más admiro”, comenta.

Con la intención de “plasmar mis pensamientos después de mi conversión”, escribió Colectánea. Una cruzada contra el espíritu del siglo. “Nos ayuda a amar el mundo (lo que aún puede amarse en él) y sostiene nuestro optimismo”, prologa Enrique García-Máiquez.

Cara a cara frente a la Modernidad

“Un católico recibe en su día a día el ataque a sus creencias, a su moral y al sentido común no un día sobre un tema y al siguiente sobre otro, sino confusamente».

«El aborto, la eutanasia, la depravación sexual, la blasfemia o el relativismo moral nos golpean incesantemente, sin seguir un orden, y apenas tenemos tiempo de combatir un ataque cuando otros cien ya se han manifestado. Con Colectánea quería devolver golpe por golpe».

Anuncia los peligros de los que ha sido rescatado

«Mi objetivo en la vida es progresar en la vida espiritual y ser cada vez un poco más coherente con mi fe. Un día invertido en reprimir una palabra indecente puede ser a la larga un triunfo espiritual incalculable; un puntual sacrificio de nuestra vanidad puede algún día dejarnos a las puertas de la humildad», explica.

Tras su conversión y después de 15 años de noviazgo, Alonso se casó el pasado octubre con su novia, Magdalena, de quien afirma que ha seguido acercándole a Dios.

«Me confesé por mis errores pasados, y ahora creo un deber combatirlos, sintiendo que quien cede ante ellos podría ser todavía yo. Quedarme satisfecho con mi conversión sin anunciar el peligro del que he sido rescatado sería una forma indigna de responder a la gracia».

«Ya echaremos la vista atrás en el momento de nuestra muerte y veremos el gran camino recorrido. De momento avancemos. Como decía San Agustín: canta y camina», concluye.

 

José María Carrera / ReL.

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