«Brille vuestra luz»

Pbro. Crispín Hernández Mateos
Pbro. Crispín Hernández Mateos

Las lecturas de este domingo son una invitación práctica a dar testimonio de la vida cristiana, siendo luz y sal, es decir, dando sabor y color a la existencia humana. Veamos.

USTEDES SON LA SAL DE LA TIERRA

La sal brinda el sabor. La sal es uno de los ingredientes esenciales en la comida, la cual, según la cantidad aplicada, da un excelente sazón a un platillo. La sal sirve como un conservador de alimentos, además de mantener el equilibrio electrolítico de los líquidos corporales de una persona. Sin embargo, el exceso de sal en el cuerpo contribuye a una presión arterial alta. Ser sal de la tierra significa darle sabor a la vida, ser esencial en el desarrollo de la existencia humana y conservar en buen estado las situaciones de la vida. ¿Cómo darle sabor a la vida? Con nuestra alegría, nuestro buen carácter, nuestras emociones equilibradas, nuestro juicio prudente, nuestra maduración afectiva, etc. Jesucristo fue una persona que trató bien a la gente, pues pasó toda su vida haciendo el bien (cf. Hech 10,38), brindando amor, perdón y misericordia al necesitado. Necesitamos curar las heridas de los caídos en el camino, con el vino de la alegría y la solidaridad (cf. Lc 10,25-37).

USTEDES SON LA LUZ DEL MUNDO

La luz brinda el color. La luz es la energía que emiten los cuerpos luminosos como el sol o el fuego y es uno de los cuatro elementos vitales, por lo cual, sin ella no habría vida en el planeta (cf. Jn 1,3). La luz es esencial para la vida, sin ella no se daría fotosíntesis ni los demás procesos vitales (cf. Jn 1,4). Jesucristo nos pide ser luz del mundo, es decir, iluminar lo que está en tinieblas (cf. Mt 4,16 y Is 9,2), sea por las buenas obras (cf. Lc 5,16), por encontrar y difundir la verdad o por proponer el conocimiento de la Ley del Señor. ¿Cómo darle el color a las cosas? A través de nuestra preparación, a través de la verdad, la justicia y el amor. Ser luz es ser guía, motor, fuerza e inspiración.  La luz orienta, motiva, conduce y saca de las tinieblas. Jesús quiere que nos adheríamos a Él para mantenernos con vida: «Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.» (Jun 8,12). ¿En qué sentido eres sal de la tierra y luz del mundo?

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