Una mujer quebequense ha impugnado su maternidad ante los tribunales, desea «desautorizar al niño nacido de su pareja durante su unión». Se considera a sí misma sólo «la ‘esposa’ de una ‘esposa’ que tuvo un hijo durante el matrimonio».
Estos tiempos de locura y desorientación parecen no tener fin. Considerar a los hijos como una propiedad, un derecho o un capricho está teniendo consecuencias brutales para los niños. Cuando las palabras ya no significan se pierden los referentes.
Una «madre» quebequense ha impugnado su maternidad ante los tribunales, desea «desautorizar al niño nacido de su pareja durante su unión». Se considera a sí misma sólo «la ‘esposa’ de una ‘esposa’ que tuvo un hijo durante el matrimonio».
Según informa Genethique, Marie y Eve se conocieron en 2010, se «casaron» poco después y se separaron en 2012. Después de su matrimonio, Eve rápidamente quiere comenzar un embarazo. Da pasos con un «amigo de toda la vida», de 50 años, para realizar una «procreación amistosa asistida» sin que él sea el padre declarado. Dado que las dos mujeres están casadas al nacer, automáticamente se las considera madres. Finalmente se separaron en 2012, y en 2019, Marie inició un proceso de «desautorización» y finalmente buscó que «se declarara que no era la madre del niño nacido de su cónyuge». Como las dos mujeres están casadas, «existe un plazo de prescripción de un año como máximo». Por tanto, el juez rechaza el proceso.
Según Alain Roy, experto en derecho de familia de la Universidad de Montreal, «más allá del plazo de prescripción, son las acciones de los padres, es decir, la participación de los padres antes y después del nacimiento, las que prevalecen». Ahora Marie asistió a la concepción y las citas médicas, compró los muebles para el bebé y participó en el baby shower. Tras el parto, admite haber «cuidado al bebé» considerando «no ser la madre del niño» y haber estado siempre «en desacuerdo con el plan de maternidad». Para Alain Roy, «la participación de Marie durante y después del nacimiento constituye una prueba de la acción de los padres». Porque, dice el profesor, «el proyecto parental es el equivalente conceptual de la sangre para la procreación natural» .
