* En una carta de 1920, el Papa Benedicto XV advirtió contra la propaganda socialista.
“Puesto que la mala semilla, una vez que ha echado raíces, puede con el tiempo sofocar al buen trigo, estimamos nuestro muy estricto deber trabajar con todas nuestras fuerzas para que no se desarrolle”. Así, en mayo de 1920 , el Papa Benedicto XV comenzó la carta al obispo de Bérgamo Luigi Marelli enviada para advertir a la diócesis de la propaganda socialista.
El Pontífice reiteró su aprobación de la creación de la Oficina del Trabajo por parte de Monseñor Marelli “para atender las necesidades de las diversas categorías de trabajadores. Institución verdaderamente excelente y muy útil si se regula su funcionamiento según los dictados de la religión; de lo contrario, lamentablemente se sabe qué y cuántos trastornos puede causar a la sociedad. Es necesario, por tanto, que los responsables de esta Oficina tengan siempre ante los ojos y observen escrupulosamente los principios de las ciencias sociales inculcados por la Santa Sede en la memorable Encíclica Rerum Novarum ”.
“Que vean, pues -advirtió el Papa- cómo aquellos que, teniendo planes de mejorar las condiciones, sólo se prestaran a ayudarlo en la compra de estos bienes pasajeros, y no sólo descuidaran atemperar sus aspiraciones, perjudicarían los intereses de la trabajador con la llamada a los deberes cristianos, sino que debe hacer todo lo posible para incitarla cada vez más contra los ricos con esa acritud de lenguaje que suelen utilizar nuestros adversarios para excitar a las multitudes a la revolución social. Para obviar tan grave peligro, será vuestro cuidado, Venerable Hermano, señalar, como ya lo hacéis, a los que se dedican a defender la causa de los trabajadores que ellos,cuidando de no usar la intemperancia de lenguaje propia de los socialistas, deben explicar una acción y propaganda toda impregnada del espíritu cristiano; sin esto pueden hacer mucho daño, ciertamente no ayudar . Sin embargo, nos sonríe la esperanza de que todos querrán ser obsequiosos contigo; y si alguno se niega a obedecer, ciertamente lo destituirás de su cargo”.
Los bergamascos no deben -añadió- “dejarse engañar por los halagos de quienes, con falsas promesas, pretenden arrebatarles del corazón la fe ancestral para incitarlos a la violencia y al levantamiento brutales. La causa de la justicia y de la verdad no se defiende con la violencia ni con el desorden, pues son armas que hieren ante todo a quienes las usan. Es por tanto deber de los sacerdotes y especialmente de los párrocos oponerse enérgicamente a estos peligrosísimos enemigos de la fe católica y de la sociedad, combatiéndolos unidos y unidos”.
Por Marco Mancini.