Este viernes 11 de agosto, la arquidiócesis de Morelia cumplió con la tradicional peregrinación de mujeres a pie que llegó la madrugada a las inmediaciones del Tepeyac en una muestra del colorido y tradiciones de las diversas regiones que componen a la arquidiócesis y del Estado de Michoacán.
Miles de mujeres caminaron desde el 3 de agosto cubriendo diversas rutas y jornadas desde San José de la Cumbre a Ciudad Hidalgo, Angangueo, Santa Cruz en el Estado de México, San Felipe del Progreso, Ixtlahuaca, Xoanacatlan, Los Remedios y la Basílica de Guadalupe.
La peregrinación de mujeres convocó a mayores de 15 años cumpliendo con algunas exigencias espirituales como la del sacramento de la reconciliación y atender las disposiciones de sus coordinadores para participar de las oraciones, cantos y reflexiones en el camino.
Alrededor de las 6 de mañana, el arzobispo de Morelia, Carlos Garfias Merlos, presidió la solemne concelebración miles de peregrinas a quienes agradeció por ser testimonio de fe, esperanza y caridad.
Agradeciendo esta acción a los pies de la Virgen de Guadalupe, Garfias Merlos dijo que peregrinar es tomar el camino de la purificación, renovación y profunda espiritualidad. Desde hace más de 25 años, las mujeres michoacanas han tomado esta costumbre de visitar el Tepeyac. En esta edición, Garfias puso en manos de la Guadalupana los problemas que agobian al Estado y al país entero: “Queremos poner todas las situaciones tan críticas y difíciles que vivimos en nuestro México, en Michoacán, en la arquidiócesis de Morelia, en el estado de Michoacán y de Guanajuato, en la parte que nos corresponde, territorio de la arquidiócesis, poniendo en manos de María, la violencia, los conflictos, las confrontaciones, las ideologías, las diferencias de criterios, las descalificaciones, las agresiones, los enfrentamientos entre grupos delincuenciales, los enfrentamientos entre familias, los enfrentamientos al interior de cada familia, los enfrentamientos en nuestros grupos parroquiales, los enfrentamientos entre grupos parroquiales…”
Asimismo, enfatizó que el sentido de peregrinar trae en consecuencia el afianzamiento de la civilización del amor y, sobre todo, el de respetar los derechos humanos de todas las personas. Para el arzobispo, la mejor ofrenda son las acciones que ha desarrollado la arquidiócesis de Morelia, especialmente las encaminadas a la construcción de la paz: “Entreguemos nuestra ofrenda de este peregrinaje, entreguemos todo el esfuerzo, la oración, el sacramento de la penitencia, el sacramento de la eucaristía, los diálogos, los encuentros comunitarios, la hospitalidad de tantas parroquias y de tantos grupos que en el camino nos han atendido, la hospitalidad y la atención en el servicio de tantas personas que han hecho posible nuestra peregrinación y pongamos todo, todo lo que fue el fruto o está siendo el fruto de esta peregrinación en manos de la Santísima Virgen de Guadalupe”.
Sólo a través de la ternura de la Virgen, la sociedad podrá tener la genuina transformación generando actitudes de solidaridad, ayuda y compasión por los sufrientes, haciendo eco, además, del delicado problema educativo en el que encuentra inmersa la sociedad: “Educar a los niños, a los jóvenes, a los adolescente, a todos aquellos que se encuentran en tiempo de escuela y de formación, pero educarlos en los valores fundamentales del ser humano, la sinceridad, la responsabilidad, la honestidad, la confianza y, desde esos valores humanos, hacer que germinen los valores cristianos, los valores de la fe, los valores de la Iglesia, los valores que nos hacen ser discípulos de Cristo…”
Al concluir su homilía, el arzobispo animó a los presentes a retornar a sus lugares de origen con la convicción de que esta experiencia espiritual sea el aliciente para el regreso “con el corazón en paz, regresemos dispuestos a construir la paz y a reconciliarnos entre nosotros como hermanos, regresemos decididos a construir la civilización del amor…”
La homilía completa del arzobispo Carlos Garfias Merlos puede leerse a continuación:
Queridos hermanos,
Me alegra mucho que en esta mañana podamos llegar como peregrinos de a pie, todos los que hoy estamos aquí, de manera especial todas ustedes, las mujeres, de las diferentes regiones constituidas en nuestra arquidiócesis, han venido peregrinando hasta esta Insigne Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe.
Gracias a todas ustedes, peregrinas, que nos dan testimonio, de fe esperanza y de caridad. Gracias a todas las personas que colaboran con ustedes, a sus familiares, a quienes les han acompañado en el camino de la peregrinación, a los sacerdotes, sus directores espirituales y a todos sus familiares, amigos que les acompañan espiritualmente y aún físicamente les atienden y les sirven.
Peregrinar, en nuestra tradición católica, es hacer un camino de purificación, hacer un camino de renovación y de profunda espiritualidad. Y así es como hoy, ustedes, pueden entregar el fruto de su peregrinaje a la Santísima Virgen de Guadalupe. ¡Cuánta vida nueva hay en su corazón! ¡Cuánta gracia y bendición de Dios! Hagan consciente esta gracia y esta bendición de Dios y entréguensela a la Santísima Virgen de Guadalupe como la mejor ofrenda de esta peregrinación.
Cada año muchas, muchos, los padres ahorita que nos veíamos en la sacristía, me platicaban su experiencia de años peregrinando con ustedes, peregrinando en las diferentes parroquias, en los diferentes encargos que han tenido y peregrinando con diferentes responsabilidades. Y así cuánta historia podríamos acumular en estos 25 años que tiene esta peregrinación de mujeres de a pie a la Basílica de Guadalupe, abundancia de gracia y de bendición.
Por eso hoy queremos alabar a Dios, por eso hoy, a través de la Virgen de Guadalupe, queremos encontrar a Cristo, por eso hoy, en manos de María, queremos poner todas las situaciones tan críticas y difíciles que vivimos en nuestro México, en Michoacán, en la arquidiócesis de Morelia, en el estado de Michoacán y de Guanajuato, en la parte que nos corresponde, territorio de la arquidiócesis, poniendo en manos de María, la violencia, los conflictos, las confrontaciones, las ideologías, las diferencias de criterios, las descalificaciones, las agresiones, los enfrentamientos entre grupos delincuenciales, los enfrentamientos entre familias, los enfrentamientos al interior de cada familia, los enfrentamientos en nuestros grupos parroquiales, los enfrentamientos entre grupos parroquiales… ¡Cuánta bendición y gracia ocupamos para encontrar el camino de La paz, de la reconciliación! ¡Cuánta actitud de diálogo, de escucha, de apertura! ¡Cuánto esfuerzo para generar colectivos, organizaciones, instituciones, que nos ayuden a transformar nuestra sociedad y logremos construir la civilización del amor, la civilización del respeto, la civilización de reconocer los derechos de los demás para hacer valer nuestros propios derechos! Ahí está una parte medular. Normalmente nosotros llegamos a exigir y a demandar derechos, pero no le damos los derechos al otro y el camino es darle el derecho al otro, para hacer valer nuestros propios derechos.
Tantas cosas que pudiéramos plantear y presentárselas a nuestra Señora de Guadalupe. Hoy, entreguemos nuestra ofrenda de este peregrinaje, entreguemos todo el esfuerzo, la oración, el sacramento de la penitencia, el sacramento de la eucaristía, los diálogos, los encuentros comunitarios, la hospitalidad de tantas parroquias y de tantos grupos que en el camino nos han atendido, la hospitalidad y la atención en el servicio de tantas personas que han hecho posible nuestra peregrinación y pongamos todo, todo lo que fue el fruto o está siendo el fruto de esta peregrinación en manos de la Santísima Virgen de Guadalupe con la esperanza de regresar renovados, de regresar con mucho entusiasmo y mucha alegría, de regresar cubiertos de la ternura de la Santísima Virgen de Guadalupe dispuestos hacer esta Revolución de la ternura como nos dice el papa Francisco.
¡Cuánto bien hará a cada persona, a cada comunidad, a cada grupo de peregrinos de las diferentes parroquias, de los diferentes grupos, regresar llenos de ternura! Con la ternura de la Santísima Virgen de Guadalupe para transformar a los hermanos, para servirles, para ayudarles, para estar dispuestos a consolar, a ser solidarios, a llenar nuestro mundo de fe y de esperanza que manifieste la alegría del encuentro con Cristo resucitado, a través de la Santísima Virgen de Guadalupe.
Encontremos a la morenita del Tepeyac. Dejémonos cubrir por su ternura. Llevemos esta ternura a nuestros hermanos. Vayamos más dispuestos para dialogar, para ofrecer lo mejor de nosotros mismos, para educarnos y ser respetuosos, para ofrecer nuestra mejor disposición, para el cuidado y el impulso, la promoción de los derechos humanos de nuestros hermanos, para educarnos a través del acompañamiento puntual y educar a los niños, a los jóvenes, a los adolescente, a todos aquellos que se encuentran en tiempo de escuela y de formación, pero educarlos en los valores fundamentales del ser humano, la sinceridad, la responsabilidad, la honestidad, la confianza y, desde esos valores humanos, hacer que germinen los valores cristianos, los valores de la fe, los valores de la Iglesia, los valores que nos hacen ser discípulos de Cristo y poder ofrecer esta riqueza de valor a todos aquellos que nos rodean.
Agradezcamos mucho a la Santísima Virgen de Guadalupe que nos recibe con los brazos abiertos, dejémonos llenar de su protección, de su cariño, de su ternura y regresemos llenos de alegría, regresemos con el corazón en paz, regresemos dispuestos a construir la paz y a reconciliarnos entre nosotros como hermanos, regresemos decididos a construir la civilización del amor, regresemos con el mejor empeño de llevar la experiencia de la paz espiritual que encontramos en esta Basílica, la Casita del Tepeyac, y desde aquí, ofrezcamos este fruto de nuestro peregrinar a todos nuestros hermanos.
Que la Santísima virgen de Guadalupe, San Juan Diego, San Bernabé de Jesús Méndez Montoya y el Venerable Tata Vasco de Quiroga, nos acompañen e intercedan por nosotros, para que nuestra peregrinación nos deje un crecimiento en la paz, en el corazón y una decisión de transformar y de convertir, de hacer llegar el compromiso de ser constructores y artesanos de la paz a nuestros hermanos.