Arturo Álvarez, mexicano: un profesor universitario con fama de santidad

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*  Mexicano, catedrático de Química y fiel agregado del Opus Dei.
*  Muchos destacan su amabilidad y disponibilidad con todos.
*  Su proceso diocesano se abrió recientemente en Guadalajara (México).

 

Arturo Álvarez falleció el 28 de noviembre de 1992 con fama de santidad. Fue catedrático de Química en la Universidad de Guadalajara (UdeG) durante más de treinta años.

Conoció el Opus Dei en 1963 y se incorporó definitivamente en 1974. Fue el primer miembro agregado en Guadalajara (México): buscó el encuentro con Dios en el trabajo, sirviendo a los demás como lo haría Jesucristo. Vivió el celibato, acogiéndolo principalmente como un don de Dios y para atender con disponibilidad completa a quienes cruzó en su vida.

En un viaje a Roma, tuvo la oportunidad de conocer a san Josemaría, fundador del Opus Dei y al beato Álvaro Del Portillo, quien le mostró el privilegio que tenía de poder llevar a Dios a los demás por medio de su trabajo.

Sus alumnos recuerdan que sus clases eran tan interesantes como alegres. Estaba preocupado por sus estudiantes en todos los ámbitos: les tenía cariño y le preocupaba su futuro. A veces animaba los encuentros de amigos cantando canciones rancheras.

Su alegría fue creciendo al ritmo de su cercanía a Dios y de su oración. Su amistad con el Señor fue fortaleciéndose gracias a los sacramentos y a la conversación que mantenía con Dios que, como aprendió en el Opus Dei, se prolongaba a todos los momentos de su vida, también cuando trabajaba o daba clases.

Quienes le conocieron subrayan su amor a Dios y su devoción a la Eucaristía. Recuerdan además que tenía una especial devoción a la Virgen del Perpetuo Socorro.

Arturo trabajaba con orden y dedicación; sus compañeros lo definen como un buen trabajador y buen escuchador: sabía dar consejo a quienes se lo pedían. Entre bromas, llamaban “confesionario” a su oficina, pues además de resolver las dudas académicas, estudiantes y colegas encontraban una acogida que les llevaba a compartir sus problemas o inquietudes. Arturo les sugería desahogarse en la oración con Jesús ante el sagrario o a recibir el perdón que se obtiene en el sacramento de la penitencia.

Arturo Álvarez —conocido entre sus alumnos y amigos como “El Inge”— fue un académico que, con su humildad y su alma pedagógica, impulsó a muchas personas a acercarse a Dios.

Estampa del ingeniero Arturo Álvarez.

Vida del “Inge” Arturo

¿Quién fue el «Inge Arturo»? Hijo de Magdaleno Álvarez Rodríguez, albañil, y María de Jesús Ramírez Rosales, dedicada al cuidado del hogar, Arturo fue el último de los ocho hijos del matrimonio. Nació el 5 de mayo de 1935 en Ciudad Guzmán, una pequeña ciudad ubicada al sur del estado de Jalisco.

Tras estudiar Ingeniería Química en la Universidad de Guadalajara, se dedicó a la cátedra universitaria en su alma mater por más de treinta años, hasta que un padecimiento cardíaco lo obligó a retirarse.

Conoció el Opus Dei en 1963 y se incorporó definitivamente en 1974 como agregado. En una ocasión, el beato Álvaro del Portillo le señaló el privilegio que tenía de poder llevar a Dios a los demás a través de su trabajo como profesor universitario.

El “Inge”, entre fórmulas químicas y tubos de ensayo, transmitió la alegría de un alma que lucha todos los días por alcanzar la santidad en las cosas ordinarias.

Arturo era consciente del amplio panorama apostólico de su cátedra universitaria. «Él sabía que ahí podía hacer mucho bien», explica el Pbro. Jesús Becerra, postulador de la causa. Como profesor, no solamente se preocupaba de la formación académica de sus alumnos, sino que mostraba un auténtico interés por cada uno. Ahora, Arturo es el primer agregado de la prelatura del Opus Dei y el primer mexicano del Opus Dei en proceso de beatificación.

En la apertura del proceso, el cardenal José Francisco Robles Ortega, Arzobispo de Guadalajara señaló: «Por el presente edicto exhorto a todos los fieles a informar al tribunal constituido si existe alguna cosa, sea a favor o en contra de dicha Causa, para ser sometida a examen».

En ese acto, se esbozaron los trazos de su vida. Testimonio constante. La sonrisa detrás de un escritorio durante más de treinta años. Puntualidad. Orden. Alegría. El ejemplo como método fundamental de enseñanza. Coherencia. El atractivo de una vida íntegra que arrastra. Y, sobre todo, los grandes amores de Arturo: Jesús, Dios Padre, el Espíritu Santo y la Virgen Santísima.

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