Arrepiéntanse y den frutos

Pbro. Crispín Hernández Mateos
Pbro. Crispín Hernández Mateos

Las lecturas de este domingo tienen una marcada dirección hacia un cambio de actitudes: arrepentirse y dar frutos, es decir, dejar la tierra seca y poseer la tierra que mana leche y miel, la tierra que da frutos abundantes. Veamos.

 

  1. He visto la opresión de mi pueblo, he escuchado sus clamores, he visto sus sufrimientos

La opresión es una situación que Dios no tolera, pues Dios creó al hombre en libertad, para cultivar la tierra y dar frutos. La opresión implica robarle al ser humano su libertad, su voluntad y su felicidad, es decir, no permitirle que se realice como persona. El pueblo de Israel estuvo esclavizado durante 430 años (Ex 2,40) y un pueblo oprimido no puede dar frutos.  La misión de Moisés fue encaminarlos hacia la liberación; de modo semejante, la misión de Jesús es hacer el bien, curar a los enfermos y liberar a los oprimidos por el Diablo (Hch. 10,38).

 

  1. Los voy a sacar de la tierra de opresión y los llevaré a una tierra que mana leche y miel

La liberación es la obra de amor de Dios por su pueblo, pues los había constituido como tal para que fueran libres, no esclavos. La libertad, aparte de ser un don divino, es una de las aspiraciones o anhelos más altos que tiene el ser humano. Dios liberó a su pueblo de la esclavitud del Faraón y lo condujo por el desierto de la mano de Moisés para que se purificara (Cf. Ex 14,26 y Jos 24,6). Dios los saca de la tierra que representa el pecado, la maldad, la opresión y les va a devolver la vida, dándoles una tierra que mana leche y miel.  Del mismo modo, «Cristo murió para hacernos libres» Gal 5,1; y esa libertad la pagó con su sangre (Cf. 1ª Pe 1,18-19). Pero dicha entrega es una obra de amor por sus amigos (Cf. Jn 15,13).

 

  1. Déjala, removeré la tierra y le echaré abono, para que dé frutos abundantes.

Dios nos invita al arrepentimiento, a remover nuestra tierra y buscar un cambio interior. Un corazón lleno de odio, rencor o resentimiento no puede dar frutos buenos. Un corazón que escucha la Palabra de Dios, que abre su interior para que germine en él la Palabra, que medita y acepta gozoso dicha Palabra, es un corazón que dará frutos abundantes. Tratemos de no ser la higuera estéril sino la higuera que está lista para dar frutos. La conversión sería el primero de ellos. Demos frutos de amor, de paz, de justicia, de misericordia, de solidaridad. Busquemos la confesión, la oración y la Eucaristía durante esta cuaresma, para llegar a la Pascua con un corazón limpio y un espíritu renovado.

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