Aquella luz se apagó

Pablo Garrido Sánchez
Pablo Garrido Sánchez

El pecado del hombre apagó la luz que brillaba en el Paraíso y ofrecía una visión distinta de DIOS, las personas y del mundo alrededor. La mirada cambió, porque ya no se veía lo mismo. Lo genuino, bueno y atrayente, quedó en el recuerdo y la nostalgia. La luz entenebreció y la mirada se volvió torva. La luz subyacente en parte desnaturalizada con longitudes de onda que  no se ajustan al ojo sano, lo fueron enfermando. De la condición del corazón aflora la mirada de los ojos que emiten las intenciones. En una longitud de onda particular, la mirada bondadosa crea una atmósfera de amistad sincera. De la intención envidiosa sale la mirada   hiriente con los dardos de la maldad. JESÚS dice que los pensamientos no son inocuos, pues  llevan una carga intencional, que se proyecta en la mirada: “YO os digo, quien mira a una mujer casada deseándola, comete adulterio con ella en su corazón” (Cf Mt 5,27). Es una de esas sentencias evangélicas que dan juego para disquisiciones de carácter moral; pero antes de emitir un juicio en ese sentido conviene precisar el alcance real del hecho. Varias cuestiones: ¿se modifica algo en el interior de la persona cuando el ánimo se carga de una fuerte pulsión erótica? ¿La mirada de la persona es la misma bajo la circunstancia anterior? ¿Recibe la otra persona la influencia de una mirada con fuerte deseo o intención? La mirada en cierta medida exterioriza lo que se mueve dentro del corazón de donde salen cosas buenas y otras malas. El propio JESÚS ofrece un conjunto de impulsos negativos que parten de los “malos propósitos” (Cf. Mc 7,21-23). La mirada prolonga nuestro campo de acción, de percepción y de control. En determinados momentos, la mirada es una prolongación del tacto con el que mantenemos  contacto directo con las realidades circundantes. La experimentación actual consigue el manejo  de ordenadores mediante órdenes dadas por el cerebro del usuario, porque las ondas cerebrales tienen una existencia física y pueden actuar de fase intermedia entre los movimientos más profundos del corazón y el mundo exterior.

 

Una mirada enferma

Salimos del Paraíso y podemos percibir a DIOS como enemigo en nuestro campo. Y a partir de ese momento la pendiente del infortunio no se detiene: “oí tus pasos, tuve miedo de ti, porque estaba desnudo; y me escondí” (Cf. Gen 3,10) Da a entender el hombre primordial del Génesis, que se encontraba revestido con un especial ropaje que le hacía aparecer ante DIOS sin temor alguno. O simplemente no sentía rubor ante DIOS, lo mismo que ocurría frente a su mujer, pues ambos estaban desnudos y no sentían vergüenza el uno del otro (Cf. Gen 2,25) Esta última opción es la consignada por el texto, que hace compatible la primera, aunque no sea necesaria. Pero el hombre ante DIOS se siente desprotegido y se esconde, porque está desnudo, y DIOS le pregunta sobre quién le advirtió de que estaba desnudo. ¿Tenía Adán un revestimiento que otros percibían? La siguiente pregunta de DIOS ofrece la causa última del hecho: ¿comiste del árbol del que te prohibí comer? (Cf. Gen 3,11) Apropiarse de todo el conocimiento sin restricciones mató al hombre, que se descubre entonces desnudo; y es compatible con haber recibido una información por parte de otra entidad sobre su desnudez.   El paraíso termina cuando el hombre se oculta de DIOS y se encuentra a la intemperie; entonces pretende protegerse con unas hojas de higuera, que resultan del todo insuficientes, y es DIOS mismo quien le ofrece pieles de animales para cubrirse en su vergüenza y protegerse de las futuras inclemencias. Se estaba pagando la luz del conocimiento y del corazón. La luz que rodeaba y protegía la condición del hombre estaba sustituida por un ropaje o atuendo adaptada a los territorios comprendidos más allá del estado paradisiaco. Ahora el hombre podía volver a la tierra de donde provenía, pero el camino iba a ser penoso y el dolor empezaba a ser compañero de viaje para el resto de sus días.

 

Los primeros irresponsables

Nuestros padres en el Paraíso se declaran irresponsables del daño ocasionado a ellos mismos. DIOS pregunta: “¿habéis comido del árbol que os prohibí comer?” (Cf. Gen 3,11). El hombre  traslada la iniciativa a la mujer, y ésta hace responsable a la serpiente. Esta corta cadena de  acusaciones delata el estado en el que se encontraban. La serpiente tenía mucho interés en que el hombre participase del conocimiento del mal que pronto corrompería a toda la humanidad. El hombre después de Adán será alguien con una dolorosa experiencia del bien y del mal, que se debate en su corazón. La serpiente había tocado la fibra acertada al proponer al hombre alcanzar un conocimiento como DIOS (Cf. Gen 3,5) El hombre confundió la analogía con la igualdad,  y despertó en él insanas aspiraciones, que sólo debía presentar ante DIOS, en todo caso. Las sombras entraron en todo el campo del conocimiento, porque el hombre carecía de capacidad para asumir el luciferino conocimiento de la serpiente. Estos pasajes del Génesis se vuelven de máxima actualidad. Vivimos el tiempo de los derechos, sin deberes o responsabilidad alguna; los otros son los culpables de mi situación; de los actos particulares muchos no se hacen responsables, porque dicen verse obligados por presiones externas.

 

El discernimiento

En ayuda del hombre caído, que somos todos nosotros, vienen los dones del ESPÍRITU SANTO para realizar la disección conveniente entre el bien y el mal que nos afecta. Ahí están las dos plantas, el trigo y la cizaña, que van creciendo juntas en la sociedad y en la Iglesia, en la familia y en cada componente de la misma. Ver y conocer con claridad exige un ejercicio permanente de análisis, que al ser asistido por los dones del ESPÍRITU SANTO lo denominamos discernimiento espiritual. En el discernimiento los análisis van alternando con la observación del hecho, la persona o la cosa. La observación es una visión de conjunto o global, en la que se espera una palabra si es una persona la que tenemos delante, una impresión si es una cosa; o una intuición cierta si lo que ponderamos de forma global es un hecho. Los dones del ESPÍRITU SANTO vienen en nuestra ayuda de forma especial, conocimiento, sabiduría y ciencia, pues pertenecen estas gracias al árbol de los siete dones con los que vamos perfeccionando el camino de Fe. Al hablar de la Fe incluimos la Esperanza y la Caridad, sin las que la Fe por sí sola no se sostendría. En el punto de ruptura del hombre con DIOS en el Paraíso confluyen la desconfianza opuesta a la Fe, la desobediencia opuesta a la escucha filial de la voz de DIOS, la soberbia que pugnaba por una autonomía suicida. Aquel veneno espiritual sigue corriendo por nuestras venas espirituales y el antídoto viene de la múltiple acción del ESPÍRITU SANTO que pide nuestra esforzada colaboración. No sólo nos toca ganar el pan con el sudor de nuestra frente, sino que cualquier conquista para el bien es un trabajo arduo del que no estamos exentos. El entendimiento, como recta razón, debe descansar en los principios básicos del Decálogo que actúan a modo de columnas del edificio que se ha de construir a lo largo del tiempo. El entendimiento que discierne tiene capacidad de visión de la realidad. La serpiente dispone de muchos recursos para desfigurar la realidad y engañar. Su acción no ha terminado, aunque en determinado sentido la serpiente está vencida y sabe que está en tiempo de descuento, pero sus acciones en el presente dañan de forma grave. Si el momento actual tiene alguna ventaja, en este sentido, es la de mostrar con toda claridad una acción enfrenada totalmente a la obra de DIOS. Sin tapujos se diseñan acciones destinadas a la alteración antropológica del ser humano en todas las áreas posibles de su personalidad y biología. Sólo un discernimiento correcto por parte de los mayores protegerá la integridad personal de las generaciones jóvenes. La memoria y sabiduría de los mayores serán el activo más importante en los próximos años, pues quieren borrar la historia y el pensamiento analítico. Al hombre lo vemos y se le conoce en parte dentro de su trama histórica. El hombre descubre a DIOS mediante el conocimiento de JESUCRISTO. De nuevo la espiritualidad y la memoria de los mayores actuarán de guías para muchas personas que no han encontrado el sentido de su vida pues la trascendencia no se encuentra en su horizonte vital. Dentro de una semana la mayor parte del mundo occidental entrará en la macabra corriente de Hallowen, para juguetear con la muerte. Guarderías, colegios casi sin excepción inducirán a sus alumnos a aderezarse para esta macabra y aparente fiesta inocente de Hallowen. Los escaparates de las tiendas y muchos establecimientos públicos aparecerán con los aderezos correspondientes. La mayor parte de las personas no saben que el treinta y uno de octubre es el fin de año para los satanistas, que se reúnen en esa noche en torno a celebraciones con rituales sacrificiales. Esas celebraciones constituyen la guinda del pastel, y todo lo demás contribuye a irradiar con más o menos intensidad la influencia del mal, la muerte y el horror. Muchos niños sufrirán pesadillas o terrores nocturnos en las próximas fechas, pero los padres no le darán mayor importancia. Hay que realizar una parada para ver el incremento en el comercio y el aderezo personal de los signos propios de Hallowen, pero extendidos a cualquier fecha del año. Son cada vez más frecuentes las calaveras o los huesos cruzados, o los esqueletos, en ropas, bolsos, colgantes o tatuajes. Todas las modas están perfectamente diseñadas; y, por supuesto, ésta también lo está, y los fines propuestos no son los de elevar el nivel espiritual y moral de la población. ¿Quién puede dar la vuelta a este estado de cosas?: las personas con discernimiento y decisión para operar los cambios en el campo de influencia que corresponda. No nos quejemos demasiado: nunca ha sido fácil mantener unos principios en la vida.

 

Los tiempos de la deportación, un cambio de época

Al profeta Jeremías le corresponde profetizar en un tiempo de gran transformación para el Pueblo de Israel. Las instituciones judías no eran capaces de regenerarse y esa debilidad les hacía presa de las potencias dominantes de su alrededor en ese momento. El profeta Jeremías va señalando el destino inmediato del Pueblo que se encamina hacia la deportación: va a ser llevado a Babilonia donde estará por el periodo providencial de setenta años. Este número de setenta no tiene pretensión de precisar cronológicamente el tiempo, sino de señalar la acción providente de DIOS, que está dispuesto a rescatar al Pueblo y devolverlo a la Tierra  prometida a los padres bajo compromiso de Alianza. Este pacto un día realizado parecía garantizar la permanencia en la Tierra, sin que el Pueblo tuviese la exigencia de cumplir con la parte del pacto correspondiente. La cosa no fue así y los años de destierro sirvieron para realizar una gran revisión de la trayectoria descrita hasta entonces. De este periodo del destierro datan muchos libros de la Biblia, que tenemos en el canon. La profecía falsa y los falsos profetas quedaron en evidencia. La idolatría de los dirigentes, que arrastró también al Pueblo, los privó de la protección de YAHVEH al que decían ofrecer culto en el Templo de Jerusalén, que fué saqueado y destruido. En Babilonia nacen las sinagogas, pues ya no era posible realizar el culto sacrificial, las ofrendas de los frutos de las cosechas o los ritos presenciales de carácter particular en el Templo. En el destierro se entiende que YAHVEH va a recibir de buen grado un corazón “quebrantado y humillado” (Cf. Slm 50,19). El culto al SEÑOR entra por una nueva vía interior, con lo que la religiosidad gana en autenticidad. Ya no era posible el culto y ritualismo vacío que un siglo antes había denunciado el profeta Isaías (Cf. Is 1 y 2). Ahora el culto a YAHVEH encontraba tantos altares cuantos fuesen los israelitas conscientes de las verdaderas exigencias de la religión. En medio de aquella catástrofe nacional, el profeta Jeremías recibió palabras de aliento para el Pueblo, que él transmitió con gran realismo. El capítulo veintinueve de la profecía de Jeremías recoge la carta que él escribe a los que han sido deportados para que no se hagan ilusiones falsas de un rápido retorno a Israel. La cosa no va a ser tan rápida como algunos falsos profetas están diciendo, y les conviene, por tanto, estabilizarse y prosperar en esa tierra, pues el bienestar de los deportadores repercutirá en ellos para bien. Jeremías les exhorta a formar familias y tener hijos para no dejar de crecer en población. El profeta no era ajeno a una premisa elemental: la falta de natalidad durante un tiempo contribuye a la extinción del pueblo. Pensemos en todos los profetas de la muerte, que promueven todo tipo de procedimientos anticonceptivos, incluido el crimen del aborto, para limitar el crecimiento poblacional; y de camino hacer desaparecer la Civilización Occidental por una extremada baja tasa de natalidad. España es el segundo país con menor tasa de natalidad después de Japón, aunque las mujeres musulmanas, entre nosotros, alcanzan una media de ocho hijos por mujer. Pero la tasa de natalidad de las españolas es bajísima, pues la oficial, que no repone la población, incluye la natalidad de las mujeres sudamericanas que conviven entre nosotros. Esta digresión viene a poner en paralelo la situación y advertencia del Pueblo de Israel, hace dos mil quinientos años, con nuestro momento actual, que representa también un cambio de época. Las instituciones del antiguo régimen están colapsando a favor de un imperio mundialista, que asoma como poder depredador a tenor de la Agenda 2030.

 

DIOS no es adanista

DIOS crea al primer hombre, Adán, pero va haciendo nuevas todas las cosas, en ocasiones  sobre las ruinas que el hombre va dejando a su paso. El hombre puede destruir, pero no puede predecir la realidad nueva que saldrá de las cenizas de su ruina. La razón la ofrece Jeremías  en este capítulo treinta y uno: “con amor eterno te amé” (v.3). El Amor de DIOS es más fuerte  que la infidelidad de los hombres, y gracias a ese hecho nuestra historia camina por sendas en el fondo misteriosas. En el amplio mosaico de la humanidad a través de la historia, DIOS permite a cada persona y a cada grupo o sociedad jugar su papel, sin que ello impida a DIOS llevar adelante el Designio de Salvación. La infidelidad del hombre lo aleja de DIOS, pero ÉL no deja al hombre; sin embargo la negación de DIOS parece que recibe una respuesta por parte de DIOS en ese misma línea: “si somos infieles, ÉL permanece fiel; si lo negamos, también ÉL nos negará” (Cf. 2Tm 2,12-13). El problema de Israel fue la infidelidad en general, pero eso daba la oportunidad a DIOS de retomar la relación con su Pueblo.

 

DIOS reúne a su Pueblo

La congregación de los fieles del SEÑOR desaparece en la dispersión. El Pueblo adquiere de nuevo su identidad cuando está unido. La unión o la unidad es una acción de DIOS de convocación y reunificación. La unidad es en el fondo un don de DIOS, que es necesario pedir con insistencia. La promesa de Jeremías sigue vigente: “mirad que YO los recojo del país del norte, y los traigo de los confines de la tierra; entre ellos el ciego y el cojo; la preñada y la parida” (v.8) Personas que por sí mismas no pueden valerse y necesitan ser auxiliadas por su gran dependencia. DIOS se comporta con unos criterios distintos de los  hombres, y de modo especial de la manera de considerar a los que pueden hacer grande a un pueblo. Ni un cojo, y un ciego mucho menos, eran válidos para la defensa de un pueblo. Las personas hábiles y capacitadas físicamente eran las que proporcionaban las victorias frente al invasor. DIOS va a ganar la batalla de la unidad de su Pueblo con los más débiles y vulnerables: los cojos, los ciegos, las preñadas y las que todavía están amamantando. Notemos que cuando una sociedad comienza a descartar, en palabras del papa Francisco, a estos sectores dañados por la discapacidad, el propio grupo social se debilita.

 

El resto de Israel

“Ha salvado YAHVEH a su Pueblo, al Resto de Israel” (v.7b). La acción de DIOS mantiene su finalidad universal aún cuando la ejecución de sus acciones cuenten con una gran minoría de personas. A lo largo de la Escritura se repite una escena similar con distintos protagonistas:  bastan unos pocos bajo la dirección e inspiración de YAHVEH para liberar a la mayoría. DIOS va a rehacer a su Pueblo, a renovar su Alianza y proseguir la Historia de Salvación, ¿con todos los del Pueblo? Sólo con un resto. En la misma línea declarada por san Pablo: “DIOS no elige a los más grandes o importantes, sino a los pequeños, marginados, e incluso despreciables, para que nadie se gloríe en sí mismo. Si alguien tiene que gloriarse, que se gloríe en el SEÑOR “ (Cf. 1Cor 1,27-31). El endiosamiento personal es la peor tendencia que late en el corazón del ser humano, y DIOS quiere evitarnos el abismo satánico de la soberbia, por el que el hombre se desliza en una vía de segura separación o condenación. Si el hombre quiere ser como DIOS, no va a encontrar a DIOS como oponente, sencillamente el vacío se abrirá como el ámbito natural de la soberbia. El Resto de los elegidos en cada época sólo DIOS lo conoce, por lo que la fuerza espiritual del Cristianismo es una incógnita que no depende del mayor número de cristianos o católicos en el mundo. Sólo DIOS sabe cuáles son los efectivos espirituales  que pueden inclinar la balanza en uno u otro sentido.

 

Ante las maravillas de DIOS

“Dad vítores por Jacob con alegría, y gritos por la capital de las naciones. Hacedlo oír: ha salvado YAHVEH a su Pueblo, al Resto de Israel” (v.7). La seriedad de las cosas de DIOS no impide para nada el sentido del humor, la ironía cuando esta no sea despreciativa ni la alegría en todas sus intensidades. Claro está, la alegría debe llegar al júbilo en su grado más alto de expresión. La Biblia es la gran escuela de la alabanza festiva al SEÑOR incitada por ÉL y plasmada en numerosos Salmos, que se amplían en textos como el presente. El profeta Jeremías propone una alabanza testimonial porque el SEÑOR va a salvar al Pueblo. Cuando ese momento llegue los vítores a DIOS y los gritos de júbilo y alabanza deben testimoniar lo que el SEÑOR ha hecho por todos ellos. Y en la misma alabanza el Pueblo experimentará una nueva alegría y un nuevo sentido de unidad en la Jerusalén capital de todos los pueblos. Podemos realizar la aplicación de este texto a la condición de Pueblo salvado y redimido por JESUCRISTO, y vamos a encontrar motivos para la reflexión. En otros comentarios me hice eco de esta situación, que nos afecta a los católicos de forma especial. Celebramos nuestras misas dentro un ritualismo estricto, en el que cualquier muestra de alabanza permanece en el enunciado de la misma sin pasar a su realización. Como ejemplo: decimos al final del prefacio “y con los coros de los Ángeles te aclamamos diciendo: Santo, Santo….¿Cuándo una aclamación se realiza como si de una información cualquiera se tratase? Nuestras liturgias están llenas de incongruencias como esta, que reducen el marco litúrgico a un ritualismo. “DIOS mora en la alabanza de su Pueblo” (Cf. Slm 22,3-4); pero el pueblo católico no alaba con entusiasmo al SEÑOR, porque sus modos circunspectos no se lo permiten. Pues innumerables gracias perdemos los católicos al sustraernos a la alabanza en nuestras celebraciones. La alabanza en las celebraciones llegará cuando los pastores, los curas, que lideran las comunidades se decidan a dar cauce para que la alabanza en las misas ayude e impulse la adoración al SEÑOR que en cada misa viene a salvar a su Pueblo.

 

Paternidad de YAHVEH

“YO SOY para Israel un padre y Efraín es mi primogénito” (v.9b). Nos recuerda Jeremías el texto más explícito de Oseas al dirigirse al Pueblo como a un niño pequeño que lleva en brazos y acerca su mejilla con ternura de padre hacia él ( Cf. Os 11,4). Forman parte estos versículos de Jeremías de los textos cumbres de la revelación. Nada está en la Escritura fuera del alcance del Amor de DIOS. El Amor paterno de DIOS por su Pueblo elegido y la humanidad en general no es una pose poética, sino un compromiso real y concreto, que se verifica con la venida a este mundo de uno de la TRINIDAD, el VERBO, que desde toda la eternidad está junto al PADRE: “tanto amó DIOS al mundo que entregó a su HIJO, no para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por ÉL” (Cf. Jn 3,16-17). Llegado el tiempo oportuno apareció el HIJO para rescatar a todos los que vivíamos bajo el dominio de otras potencias o fuerzas espirituales. Desde hace dos mil años la humanidad cuenta con toda la ayuda de DIOS para liberarse de todas las fuerzas decididas a destruir al hombre y a esclavizarlo según patrones luciferinos.

 

Una visión cristiana para un cambio de época

Cuando un cristiano o institución religiosa percibe cansancio o agotamiento, delata que se está  alejando de la fuente que le proporciona su vitalidad y razón de ser. Se quiere instaurar un nuevo paradigma religioso ajeno al Cristianismo. El modelo alternativo viene elaborándose a partir del ecologismo. Una nueva espiritualidad, si es posible denominarla así, con una nueva escala de valores se va inculcando mediante el ecologismo, el animalismo o el veganismo. No es cierto que se trate de hacer valer los derechos del hombre, sino de equiparlo al rango de cualquier otro animal del planeta, para consignar a renglón seguido que la presencia del hombre es la gran amenaza para el equilibrio planetario. Por esta senda estamos avanzando a velas desplegadas, asumiendo de forma crítica cualquier enunciado parcial que se formule a través de los grandes medios de comunicación de masas. Un cambio de época en el que, dicen, es preciso dejar atrás lo masculino y lo femenino, la heterosexualidad, el matrimonio como unión del hombre y la mujer o la familia como célula de la sociedad. La maternidad puede venir de una madre soltera que decide fecundarse desde un laboratorio médico, por un vientre de alquiler o en un futuro próximo la gestación de individuos mediante vientres artificiales, que  hagan posible el control total de una población que se dispondrá en número según el baremo establecido por el poder mundial imperante. Esto último parece descabellado, pero tecnológicamente empieza a ser posible, y está en el pensamiento de las élites que se disponen a regir los destinos del planeta, si DIOS no lo remedia. En un futuro muy próximo el ser humano tendrá que competir con el robot y eso plantea nuevas incertidumbres. Si alguien tiene curiosidad, que indague los usos de la robótica actualmente en el Japón. Toda esta breve  panorámica muy poco atractiva corresponde a la exigencia del ver. El Salmo nos dice “gustad y ved, qué bueno es el SEÑOR” (Cf. Slm 34,9); y podemos parafrasear añadiendo: “mirad y ved algo del  mundo presente”. La Esperanza cristiana no es una evasión de la realidad. El cristiano se tiene que distinguir por hacer frente con realismo a los desafíos de la vida y lo que la sociedad propone.

 

JESUCRISTO es el hombre

Adán sale del polvo de la tierra y a ese mismo barro está destinado. San Pablo lo dirá de otra forma: “ni la carne ni la sangre heredarán el Reino de los Cielos” (Cf.1Cor 15,50). Satanás se ha enajenado del Cielo y quiere arrastrar con sus maleficios a todos los hombres posibles a sus infernales cavernas. Satanás quiere desposeer al hombre de su dignidad y devolverlo al barro y muchos están dispuestos a participar de este destino con el concurso de otros. JESUCRISTO viene a decir a los hombres de nuestro mundo y de estos tiempos, que hay un hombre nuevo según el modelo que ÉL encarna: JESUCRISTO es el hombre. Cada uno de nosotros unidos a su misma persona, vida y mensaje nos disponemos en proceso de restauración de la propia humanidad, constituyéndonos en centros de irradiación de la presencia crística en el mundo. El Sermón de la Montaña es la ética del hombre nuevo, con las bienaventuranzas como núcleo central de toda su doctrina. La espiritualidad del hombre nuevo es la que se deriva del Padrenuestro, pues el destino de cada uno de nosotros es el regreso a la casa del PADRE que nos espera por el CAMINO que llega hacia ÉL, que no es otro que su HIJO, JESUCRISTO. La fraternidad universal subyacente al Mensaje de JESÚS está en las antípodas de la uniformidad mundialista, que rompe y elimina cualquier singularidad, pues lo que persiguen son clones con la eliminación de cualquier personalidad definida. JESÚS propone: “amaos los unos a los otros como YO os he amado” (Cf. Jn 13,34) JESUCRISTO, el hombre va hacia Jerusalén donde tenía que ser recibido y reconocido por las máximas autoridades religiosas, pero no va a ser así. San Marcos señalará la última etapa del ascenso a Jerusalén con el encuentro entre JESÚS y el ciego Bartimeo, que fue capaz de ver en JESÚS lo que ni sus discípulos habían descubierto en esos momentos, pues estaban muy preocupados de controlar los primeros  puestos de una restauración política, que para ellos estaba a punto de producirse.

 

El hijo de Timeo

A la salida de Jericó, sin que Marcos nos diese noticia del motivo de su estancia allí ni el tiempo transcurrido, encontramos al ciego Bartimeo, que estaba al tanto de los movimientos de JESÚS para abordarlo a penas tuviese la más mínima ocasión. Con toda intención, san Marcos dispone a Bartimeo en el camino, uno de los lugares más señalados por los evangelistas para los encuentros con el MAESTRO. Aparentemente nada estaba previsto, pero todo se movía dentro de la Providencia de DIOS. Cuando las cosas se desenvuelven en el camino es que los acontecimientos están bajo la tutela de la Providencia Divina. Bartimeo era un mendigo ciego sentado al borde del camino pidiendo limosna y JESÚS salía del pueblo rodeado de sus discípulos y de un grupo amplio de vecinos (v.46)

 

El grito de Bartimeo

“JESÚS, hijo de David, ten compasión de mí” (v.41). Pocos  textos de la Escritura traducidos en oración habrán sido más repetidos en la historia del Cristianismo como esta llamada de Bartimeo: “JESÚS, hijo de David, ten compasión de mí”. Toda una tesis teológica y de espiritualidad que el ESPÍRITU SANTO inspira a un ciego sin nombre propio al borde del camino. Bartimeo, desposeído de la vista y de un nombre reconocible, sin embargo sabe quién es JESÚS, y profetiza de modo implícito en aquella llamada lo que va a suceder cuando JESÚS y los suyos alcancen la Ciudad Santa de Jerusalén. Bartimeo es el primero que  atribuye el título de “hijo de David” con carácter mesiánico a JESÚS.

 

“De la abundancia del corazón habla la boca” (Mt 12,34)

Bartimeo está ciego pero expresa con vehemencia lo que su corazón siente y dicta, aunque los que rodean a JESÚS traten de silenciarlo. Inquietante lección para los discípulos en ese momento y los que en el futuro afirmen seguirlo estrechamente. Al único que no molestan  aquellas palabras de llamada y reconocimiento es a JESÚS que lo manda llamar. No debemos perder de vista esta imagen pues en más de una ocasión se reproducirá esta escena, y el que la padezca tendrá que levantar la mirada y comprender que no son los acompañantes el motivo de su llamada y seguimiento, sino JESÚS que siempre atenderá sus peticiones o gritos de auxilio.

 

Evangelizar

Dicen bien todos los últimos documentos pontificios cuando afirman que la razón de la Iglesia es “evangelizar”. Seguimos avanzando y preguntamos, ¿qué es evangelizar? Y se nos ocurre algo que no es original y emana de este cuadro presentado por san Marcos: evangelizar es llevar a JESÚS. Es JESÚS quien llama a Bartimeo y los discípulos y los otros seguidores ya se hacen amigos por unos instantes del ciego Bartimeo. Pareciera que JESÚS les da el encargo de avisarlo para que deshagan el bunquer o muro de contención que habían formado  alrededor de ÉL. No siempre los discípulos son puentes de accesibilidad a JESÚS, sino muros de exclusión. El SEÑOR se basta a SÍ mismo para protegerse. O mejor, JESÚS cuenta con la Providencia especial del PADRE que marca los tiempos según el Plan trinitario. “Llamadle, dice JESÚS; y los discípulos dicen a Bartimeo: ánimo, levántate que te llama” (v.49). Omitiendo todas las restricciones anteriores, seguimos ahora un paralelo con un proceso sacramental: “ánimo, levántate, que te llama”. Desde el principio hasta el final de un proceso sacramental marcado por un catecumenado existe la llamada del SEÑOR. Durante el camino el candidato al Bautismo deberá ser animado para superar los obstáculos debidos al cambio de vida. En muchos casos las costumbres anteriores deben ser drásticamente modificadas, y las rupturas con determinadas costumbres o personas son dolorosas. “levántate” es la palabra de poder que desencadena la victoria de la Resurrección. El que ha sido llamado se encuentra en la cima de su objetivo para iniciar una nueva vida, la Vida del RESUCITADO. Lo mismo que el SEÑOR fue levantado del sepulcro, así también los que son levantados con ÉL dan paso a una nueva Vida en su Resurrección.

 

La antigua vestidura

“Arrojando su manto, dio un brinco y vino  donde estaba JESÚS” (v.50) El ciego no se equivoca cuando de encontrar a JESÚS se trata y el salto lo da en la dirección correcta, dejando su antiguo manto que lo cubría. Aunque mediada, la fuerza de la llamada imprime una nueva vitalidad al ciego sentado al borde del camino que pedía limosna. Desde el suelo, el ciego dio un salto y se plantó ante JESÚS. Presentía Bartimeo que después de aquella llamada su  antiguo manto no era necesario y un nuevo revestimiento lo iba a cubrir y proteger.

 

La pregunta de JESÚS

No son iguales todos los encuentros con JESÚS, pero se muestra como modelo la pregunta de JESÚS a Bartimeo: “¿qué quieres que haga por ti?” (v.51). Se pone en marcha el poder del “hágase” de DIOS. En la pregunta JESÚS está señalando lo que se dispone a realizar. En absoluto JESÚS va a interrogar a Bartimeo con una batería de preguntas para reconocer las disposiciones espirituales y anímicas. Bartimeo venía de la extracción social más depauperada de la sociedad judía, y pocas preguntas eran necesarias; y por otra parte, JESÚS había escuchado de sus labios una completa confesión de Fe: “JESÚS, hijo de David, ten compasión de mí”. Aquello a Bartimeo no se lo había revelado “ni la carne ni la sangre” (Cf. Mt 16,17), sino el PADRE celestial. Bartimeo esperaba el milagro del único que podía realizarlo: DIOS. Y de ÉL directamente esperaba compasión. Pocas fibras sensibles podían ser movidas en el interior de JESÚS como el reclamo a su compasión. En realidad JESÚS había venido a compadecerse de las dolencias de los hombres para cargar con ellas y devolver la paz a los corazones  prisioneros de la desgracia. Lo había manifestado en su pueblo, Nazaret: “el ESPÍRITU de DIOS está sobre MÍ, porque me ha ungido, y me envía a dar la vista a los ciegos, liberar a los cautivos” (Cf. Lc 4,18-19). Bartimeo señalaba la clave en la que se iba a desenvolver el tramo final de la vida de JESÚS en este mundo: el hijo de David estaba allí para compadecerse de una humanidad ciega.

 

“MAESTRO mío” (v.51)

El MAESTRO es el MESÍAS davídico, que va a ser reconocido por los sencillos en la entrada profética de JESÚS en Jerusalén. A la pregunta de JESÚS, Bartimeo responde: “Rabbuní –MAESTRO  mío-, que vea” (v.51). Algo especial mueve el corazón de Bartimeo que se dirige al SEÑOR de la misma forma que la Magdalena en la primera aparición del RESUCITADO según san Juan (Cf. Jn 20,16). Todo en la curación de Bartimeo es especial cuando nos aproximamos a este encuentro con cierto detenimiento. Por primera vez en Marcos se reconoce a JESÚS como hijo de David, y por primera vez alguien se dirige a JESÚS como Rabbuní. Bartimeo es uno de esos últimos que pasan a ser primeros sin él saberlo, pero da muestras de haber entrado de forma especial en la acción salvadora de JESÚS. “MAESTRO mío que vea” (v.51). Es una petición que el SEÑOR está dispuesto a realizar porque el significado de ver en este caso tiene un alcance mayor que dar una capacidad perceptiva a unos ojos dañados o atrofiados que no trasmiten al cerebro imagen alguna. Ver y conocer en el Nuevo Testamento resultan sinónimos. Cierto que Bartimeo aspiraba a librarse de la ceguera para dejar de mendigar e integrarse en la sociedad y con los suyos en la vida familiar. Pero la petición de Bartimeo es adecuada para todos nosotros en cualquier situación que nos encontremos. Los apóstoles, en el círculo más próximo a JESÚS no tenían perspectiva y eran incapaces de ver y conocer al MAESTRO; y san Marcos da buena cuenta de ello narrando las absurdas peticiones que presentaban a JESÚS distantes de su proyecto de salvación, del que no habían captado casi nada hasta ese momento. Con gran tribulación para ellos se les abrirán los ojos en las próximas fechas, tras la subida que emprendían a Jerusalén. Es lícito personalizar un poco más la petición: “SEÑOR que te vea”; o “SEÑOR que te conozca cada día un poco más”. Como Bartimeo, también nosotros hemos de poder decir: “MAESTRO mío” para que la petición esté en sintonía con el SEÑOR que nos atiende.

 

Se acabó el tiempo del “secreto mesiánico”

JESÚS le dice a Bartimeo: “Vete tu Fe te ha salvado; y al instante recobró la vista” (v.52). El conjunto de esta narración es un modelo vivo de Fe cuando este don es un proceso de encuentro personal. La virtud infusa de la Fe regalada en el Bautismo ha de tener episodios  vivos de encuentro con el SEÑOR en los que la Fe ofrezca todo un conjunto de dimensiones que operan en el crecimiento espiritual del creyente. Bartimeo encontró a JESÚS en el camino  y lo seguía por el camino una vez curado: “Vete, tu Fe te ha salvado. Y al instante recobró la vista; y lo seguía por el camino” (v.52). JESÚS indica a Bartimeo que siga su camino, pero como en otros casos relatados por Marcos, la persona curada realiza la acción opuesta a la señalada por JESÚS, y Bartimeo inicia un seguimiento al MAESTRO que sube a Jerusalén.  JESÚS no insta a Bartimeo a guardar silencio sobre su curación, porque el tiempo de la manifestación ha llegado con todas sus consecuencias. El que hacía pocos instantes era apartado y conminado a guardar silencio, ahora es uno de los seguidores cualificados de JESÚS: “muchos últimos serán primeros” (Cf. Mc 10,31).

 

Carta a los Hebreos 5,1-6

Sobre JESUCRISTO, sumo y eterno sacerdote, dice el autor de la carta a los Hebreos: “de esto tenemos muchas cosas que decir, pero difíciles de explicar por habernos hecho tardos para entender” (v.10-11). Si esto se dice a los que estuvieron cercanos en el tiempo en el que ocurrieron los hechos y conocieron personalmente a algunos de los testigos directos, entonces a nosotros se nos deben aplicar estas advertencias con mayor énfasis. La dimensión sacerdotal de la persona de JESÚS unida a su obra y misión como ofrenda personal es el objeto central de este escrito inspirado. Al hombre moderno le queda un poco lejos los rituales como medios de acercamiento a DIOS, por eso nos vienen bien las apreciaciones del autor sagrado: “debiendo ser ya maestros en razón del tiempo, volvéis a tener necesidad de ser instruidos en los rudimentos de los oráculos divinos” (v.12). De buen grado recibirían los responsables de la pastoral a muchos bautizados, que reconociendo sus lagunas en la Escritura y en la doctrina de la Iglesia desearan ahondar mediante la formación en el contenido  de los oráculos; o lo que es lo mismo, en los contenidos de la Palabra de DIOS. Pero hoy lo más grave no es la ignorancia, sino el desinterés que la acompaña: un desinterés marcado por la indiferencia o el desprecio en muchas ocasiones. Un nuevo fuego debiera arder en los corazones que provocase sed de DIOS. Algunas sociedades occidentales vivimos en un estado de complacencia inducida por los distintos narcotizantes ambientales, que crean verdadera dependencia y parálisis espiritual. El narcótico impide ver el fondo que se está tocando, y el individuo es absorbido por una fuerza extraña como si de un agujero negro se tratase.

 

De la Antigua Alianza a la Nueva Alianza

Para el autor de la carta a los Hebreos el dato decisivo y concluyente de la novedad del Cristianismo radica en el Nuevo y Eterno Sacerdote, JESUCRISTO, prefigurado por Melquisedec, personaje misterioso, sin constancia de nacimiento o genealogía, que es a la vez sacerdote del DIOS Altísimo y rey de Salem, o rey de paz (Cf. Hb 7,1). La ofrenda en acción de gracias por parte de Melquisedec es una figura de la Eucaristía, con la que nuestro SUMO SACERDOTE perpetúa en el tiempo su único y definitivo sacrificio. El Salmo ciento nueve lo confirma: “TÚ eres sacerdote eterno según el rito de Melquisedec” (Cf. Slm 109,4). La enigmática figura de Melquisedec aparece en el Génesis ligada a Abraham, al que acepta el diezmo de lo conquistado en la única batalla o pequeña guerra librada por el santo patriarca.  De Abraham viene la descendencia que mantiene la antorcha de la Fe hasta los tiempos mesiánicos y su vida está tocada por la única ofrenda del misterioso Melquisedec.

 

Elegido de entre los hombres

Muy probablemente los primeros destinatarios de la carta a los Hebreos fueran las comunidades judías, que estaban familiarizadas con el sistema sacerdotal levítico y el régimen sacrificial anejo. Por eso el autor sagrado va estableciendo similitudes entre los sacerdotes de la Antigua Alianza y JESUCRISTO nuestro SUMO SACERDOTE. Todo sacerdote es tomado  de entre los hombres, para que ejerza de puente o mediador entre DIOS y los hombres. En virtud de su debilidad necesita ofrecer sacrificios por sus propios pecados y los del Pueblo.  JESUCRISTO, el HIJO de DIOS es tomado de entre los hombres y también está marcado por la debilidad humana, pero no va a ofrecer sacrificios por sus pecados, sino un único sacrificio por los pecados de todos los hombres. Esta diferencia radical viene dada por la condición auténtica de JESUCRISTO, que presenta algunas similitudes pero también diferencias sustanciales. Gracias a los rasgos humanos JESUCRISTO puede solidarizarse y compadecerse de los hombres de cualquier época y condición.

 

JESÚS recibe la dignidad de SUMO SACERDOTE

El autor sagrado presenta una similitud en cuanto al nombramiento entre el antiguo sacerdote y JESUCRISTO, que recibe del PADRE el nombramiento consignado por el autor sagrado del segundo Salmo: “tampoco CRISTO se apropió la gloria del Sumo Sacerdocio, sino que la tuvo  del que le dijo, HIJO mío eres TÚ, YO  te he engendrado hoy” (v.5). De capital importancia este versículo que nos presenta la eterna relación entre el PADRE y el HIJO, y alcanza a los hombres en un misterio de Amor que no cesará, porque el PADRE no dejará de engendrar al HIJO por toda la eternidad; y el HIJO está constituido como MEDIADOR entre DIOS y los hombres para siempre.

 

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