Aprender que muchas veces tenemos que morir

Pbro. Hugo Valdemar Romero
Pbro. Hugo Valdemar Romero

Estamos ya muy cerca de celebrar la Semana Santa y en el evangelio de este domingo encontramos a Jesús hablando de su propia muerte, y para hablar de ella pone el ejemplo del grano de trigo: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo, pero si muere da mucho fruto”.

Jesús caerá en tierra, pasará por terribles sufrimientos y humillaciones, su pasión estará marcada por el dolor, la traición y el abandono; Jesús, que es el grano, tiene que caer en tierra y morir, sólo así podrá dar fruto, es decir, sólo por el camino de la cruz y de la muerte podrá llegar a dar el fruto de la resurrección, un fruto que no sólo es suyo, sino que lo ha hecho extensivo a todos nosotros que, por el bautismo, estamos injertados en él.

Como Jesús, debemos aprender que muchas veces tenemos que morir, tenemos que caer en tierra para cosechar el fruto de nuestra propia muerte. Muchas veces no será fácil callar, hacernos a un lado, sembrar sin recoger los frutos de nuestro esfuerzo, trabajar mucho sin ser nunca reconocidos o sin recibir agradecimiento alguno, pero lejos de amargarnos, de llenarnos de tristeza, debemos voltear a ver a Jesús, contemplarlo crucificado, levantado en lo alto y sentir que nos atrae a su cruz, que nos une a ella para darle sentido a nuestro dolor y sufrimiento y para entender que toda muerte en él, en su cruz, conduce a la resurrección, da fruto y fruto abundante.

Muy impresionante es el testimonio de la niña española, Teresita Castillo, que falleció hace apenas unos días de cáncer, ella soñaba ser misionera para que muchos niños conocieran a Jesús y se salvaran. Cuando le preguntó a su madre por qué sufría tanto, ella le dijo que sufría porque era muy amiga de Jesús y le daba a participar de su cruz y la niña, que falleció con apenas diez años, lo entendió perfectamente y se ofreció a Jesús.

“Señor Jesús, quisiera no sufrir, quisiera no pasar por las pruebas y las dificultades de la vida, quisiera no morir, pero tú me enseñas que el único camino de la vida a la resurrección, pasa por el sufrimiento y la muerte. Yo soy cristiano, es decir soy de Cristo, soy tuyo, soy el grano de trigo que debe caer en tierra y morir para dar fruto, dame pues el valor que yo no tengo, dame la convicción de que sólo muriendo a mi egoísmo podré resucitar, que las pruebas y las dificultades no me amarguen la vida, que no caiga en la tentación de reclamar a los demás, de dar esperando recibir. Que llegado el momento pueda decir: Señor, hágase tu voluntad y no la mía. Haz de mí lo que quieras, lo único que te pido es que no me dejes de tu mano y que al final pueda resucitar contigo para gozar de tu paz y de tu amor”.

Feliz domingo, ¡Dios te bendiga!

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