Del santo Evangelio según san Marcos: 13, 33 – 37
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Velen y estén preparados, porque no saben cuándo llegará el momento. Así como un hombre que se va de viaje, deja su casa y encomienda a cada quien lo que debe hacer y encarga al portero que esté velando, así también velen ustedes, pues no saben a qué hora va a regresar el dueño de la casa: si al anochecer, a la medianoche, al canto del gallo o a la madrugada. No vaya a suceder que llegue de repente y los halle durmiendo. Lo que les digo a ustedes, lo digo para todos: permanezcan alerta”.
Palabra del Señor. R. Gloria a ti, Señor Jesús.
COMENTARIO:
Introducción al año litúrgico.- Con este Domingo Iº de adviento comienza un nuevo año litúrgico; en el año litúrgico la Iglesia nos va llevando de la mano en un recorrido sintético a través de la historia de la salvación, desde la creación del mundo, la creación del hombre, la irrupción del pecado, la promesa de un redentor, la espera milenaria de un salvador, el nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo; después nos hace reflexionar en la pasión, muerte y resurrección de nuestro Redentor, la constitución de la Iglesia y el envío de ella por parte de Cristo a todo el mundo, y la gran esperanza de la venida de Cristo en gloria para juzgar a vivos y muertos, su reinado eterno y la vida eterna dichosa para todos los que aceptaron al Señor.
Es importante que, como dice el dicho, “Año nuevo, vida nueva”, aprovechemos este reinicio en la liturgia de la Iglesia, para renovarnos y para, ahora sí, marchar al ritmo de la liturgia y de la Palabra de Dios, escuchada y vivida conforme se nos anuncia cada domingo. “Año nuevo, vida nueva” sí, pero vida nueva en Cristo, pues Él es nuestro gozo y nuestra salvación; Cristo es el verdadero centro de toda la liturgia y de todo el año litúrgico, y por ello la Misa de cada domingo es central en nuestras vidas de creyentes, pues el domingo es el “Día del Señor”, y ése es el sentido de “santificarás las fiestas”, el tercer mandamiento de la ley de Dios que hemos aprendido en el catecismo desde niños.
Cada año litúrgico, cíclicamente, nos presenta un conjunto de lecturas de la Sagrada Escritura, distinto según cada ciclo; en este nuevo año litúrgico, el ciclo que nos corresponde es el señalado como el ciclo B; son tres ciclos (A,B y C), con los cuales, a lo largo de tres años, si meditamos las lecturas de cada domingo en la Santa Misa, podemos meditar prácticamente toda la Sagrada Escritura. Esto es de una enorme riqueza espiritual, y es una oportunidad que no debemos desperdiciar, pero para ello necesitamos llevar a la Santa Misa una actitud de escucha ante la Palabra del Señor: “Habla Señor, que tu siervo escucha” (1 Sam 3,9). Sólo en la escucha de la Sagrada Escritura podremos asimilar el gran tesoro de vida que se nos brinda en la Eucaristía, gran don en el que se nos ofrece la sublime comunión con el santísimo Cuerpo de Cristo y con su preciosísima Sangre.
Pues bien, la mesa de la Palabra de Dios y de la santísima Eucaristía estará este nuevo año litúrgico disponible para que participemos de ellas. Aprovechemos de tan excelsos dones en favor de nuestra salvación y la de nuestros seres queridos. Hagamos el propósito con este nuevo año litúrgico que se nos concede, de aprovechar cada domingo la salvación que Cristo nos ofrece en la Santa Misa.
Tiempo de adviento.- Ahora, meditemos en este primer domingo de adviento, iniciando el ciclo B de las lecturas dominicales: en el tiempo de adviento nos situamos en una actitud de espera de un salvador, y por lo mismo en una actitud de espera activa en el sentido de conversión, y por tanto de estar alertas a los designios de Dios, en una actitud de vigilancia sobre nuestra vida en relación a los llamados que Dios nos hace, y por lo mismo en actitud de estar preparados para recibir al Señor, estar preparados con nuestra actitud de conversión.
Esta actitud de conversión y esperanza activa están simbolizados en el color morado, propio de este tiempo de adviento, color que también se presenta en las coronas de adviento, mismas que tienen 4 velas que representan las cuatro semanas de adviento (cada vela se enciende el domingo con el que se comienza cada semana) que viviremos antes de llegar a la gran celebración del nacimiento del Salvador.
El Evangelio de este domingo I de Adviento (ciclo B, 3 dic. 2023).
- “En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: ‘Velen y estén preparados, porque no saben cuándo llegará el momento’ ”: Cristo no nos exhorta a averiguar o hipotizar cuándo vendrá, sino explícitamente nos manda “velen y estén preparados”, y ello significa que sin importar cuando venga el Señor a nosotros, al final de los tiempos o al final de nuestras vidas, es deber del cristiano hallarse en gracia de Dios, habiendo pedido perdón por sus pecados, en oración alegre y en espera gozosa, sabiendo que estar con el Señor siempre será lo mejor, aunque nuestra incredulidad nos dice en el fondo que queremos estar en esta vida y no con el Señor. Sólo la fe y la sensatez nos hacen ver que estar con el Señor es siempre lo mejor. La eternidad con Cristo será la felicidad de las felicidades.
- “Así como un hombre que se va de viaje, deja su casa y encomienda a cada quien lo que debe hacer y encarga al portero que esté velando, así también velen ustedes…”: Significa que Cristo nos ha encomendado una misión de fe en esta vida, debemos vivir como creyentes de su Palabra, de su Evangelio; y siempre, en nuestra vida familiar, en el trabajo, el estudio, en la diversión, en todo, debemos profesar nuestra fe en Cristo; sólo con Él podemos ser felices; sólo cumpliendo con la misión de ser esposos cristianos, hijos, padres, sacerdotes o religiosos consagrados, etc. pero siempre con Cristo estaremos “velando”, estaremos alerta para siempre ser fieles a Cristo. Estar en vela significa ver que siempre estemos en gracia de Dios, es decir, estar siempre con Cristo, y cuando por desgracias, estemos en pecado, buscar cuanto antes la reconciliación en el sacramento de la confesión.
- “…pues no saben a qué hora va a regresar el dueño de la casa: si al anochecer, a la medianoche, al canto del gallo o a la madrugada”: es el simbolismo para no confiarnos, pues no sabemos cuándo nos presentaremos a dar cuentas a Cristo; el ser humano tiende a confiarse, pues inconscientemente no le gusta pensar en la muerte, y sin querer, piensa de forma natural pero equivocada, que falta mucho para su muerte, tanto que no piensa en ello; sin querer ser pesimistas ni amargados, debemos estar alertas, es decir, no dejándonos llevar por la algarabía del mundo, sino más bien viviendo en plenitud con Cristo cada momento, con gran alegría, gozo y esperanza… pero para el que no tiene fe, ello no es posible. Teniendo fe, nunca estaremos tristes, sino siempre alegres, con verdadera alegría, y al mismo tiempo listos para presentarnos al gozo del encuentro definitivo con Cristo.
- “No vaya a suceder que llegue de repente y los halle durmiendo”: si alguien vive alejado de Cristo, sin prestar la mínima importancia a lo que nos dice en su evangelio, seducido por los espejismos engañosos del mundo, entonces está como dormido para las cosas de Cristo, y por lo mismo totalmente impreparado para responder a Dios; para evitar esta desgracia, Cristo nos dice “velen”, es decir, despierten, vean la realidad, Dios es Dios, que nadie (el diablo) los engañe o distraiga, pues la realidad es la realidad, y si ésta es de lejanía con Dios, así también será nuestro destino. Es necesario despertar, y alejarse de las obras de las tinieblas para entrar por el camino de la salvación.
- “Lo que les digo a ustedes, lo digo para todos: permanezcan alerta”: es decir, nos lo dice a todos absolutamente, en todos lados y en todos los tiempos; todos, sin excepción nos tendremos que presentar al juicio de Dios, por ello nos dice Cristo: “permanezcan alerta”. Actitud muy necesaria dados todos los engañadores, el diablo en primer lugar, y todos los distractores que nos pueden llevar a la perdición eterna, pues perdemos de vista lo importante de la fe, del amor, de la aceptación de un Salvador en mi corazón. Sólo aquellos sencillos pastores que estaban en vela, escucharon la voz del ángel que les anunció que Cristo había nacido, y escucharon el angélico canto: “Gloria a Dios en el cielo, y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad” (Lc 2, 14); y así, fueron los únicos que pudieron ver a Cristo, el Salvador, recién nacido. Sólo si estamos alerta en nuestro corazón podremos ver al Salvador actuando en nuestras vidas.
- Pidamos a la Virgen Santísima de Guadalupe que nos enseñe a esperar, en verdadera conversión, el nacimiento de Cristo en esta Navidad, a la que nos preparamos en este tiempo de adviento.