El pasado 26 de octubre el Senado de Estados Unidos confirmó a Amy Coney Barret como juez de la Suprema Corte de Justicia. Se trata de un hecho histórico sin precedentes: es la primera mujer con niños en edad escolar que ocupa ese cargo. Tiene 7 hijos, 2 de ellos adoptados en Haití, y el menor con síndrome de Down a quien ha descrito como el favorito de la familia.
Sinceramente, cuando supe esto, me impactó. Y me dio envidia. Creo que esto refleja que su nombramiento poco tiene que ver con cuotas, con ideologías y con pamplinas varias. Su nombramiento es el resultado de una vida, de una formación, de un corazón y una cabeza donde lo primero es el amor, el coraje y el valor humano… Veo en ella a una mujer extraordinaria con ese plus que le aporta la maternidad, y un plus extra por una maternidad especial como la suya.
No le hago fiestas por ser la primera mujer que esto o lo otro. Lo que me lleva a escribir estas líneas es la admiración por una madre de familia numerosa, cuyo corazón y cabeza tienen claro el camino y la meta. Y que sabe que su profesión y su cargo son necesarios para abrir camino a la verdad.
No sé cómo se las arregla para ser madre y profesional brillante a la vez, pero está claro que personas con su capacidad no hay muchas. Así que, en ese sentido, no me siento interpelada para mal. Cada uno tiene los talentos que Dios le da: a unos cinco, a otros dos y a otros uno. Lo importante es hacerlos fructificar. Y ahí sí me resuena ese nombramiento, y esa familia tan especial, en el fondo del corazón y la cabeza: «Y tú, ¿los estás haciendo fructificar o los entierras por miedo?»
Por supuesto, ha recibido todo tipo de ataques a sus convicciones, -nunca las ha escondido ni ha temido presentarse sin dobleces como una persona de fe-, una fe que es precisamente la que le empuja a apartarse de cualquier especie de discriminación o intento de imponer sus creencias a otros.
Amy Barret se ha declarado partidaria de las filosofías jurídicas conocidas como originalismo y textualismo, que consisten en interpretar la Constitución de acuerdo a su significado original y los demás ordenamientos jurídicos conforme a la letra de su redacción, apartándose de cualquier consideración que no haya sido tomada en cuenta en el momento de su promulgación. Es decir, tiene la convicción de que los órganos jurisdiccionales deben ser totalmente independientes de cualquier visión partidista y colocarse por encima del debate político. Ojalá esto fuese una constante y una exigencia para todos los jueces.
No voy a pasar por alto, a cuento de este nuevo nombramiento, que Donald Trump ha tenido la oportunidad poco común de nombrar a tres jueces de la Suprema Corte de Justicia y en los tres casos ha designado a profesionales de primer nivel que comparten la convicción de ceñirse a la intención del autor de la ley. Consolida así así un cambio de dirección respecto de la reciente tradición de imponer visiones ideológicas a la función de juzgar, algo que parece estar poniéndose de moda y que es más serio y grave de lo que puede parecer a simple vista.
Enhorabuena de todo corazón, Amy Coney Barret. Enhorabuena a ti, a tu país y a tu familia.
Con información de Actuall/Leonardo Tamayo