Amor a los enemigos

VII DOMINGO ORDINARIO

Pbro. José Manuel Suazo Reyes
Pbro. José Manuel Suazo Reyes

El evangelio de este domingo (Mt 5, 38-48) continúa con el discurso de la montaña que hemos estado leyendo en estos dias. En esta ocasión, Jesús se refiere a dos mandamientos veterotestamentarios que tenían mucho peso en el pensamiento dominante de las culturas semitas: LA LEY DEL TALIÓN y EL ODIO A LOS ENEMIGOS.

La Ley del Talión (Lv 24, 17) “ojo por ojo y diente por diente” era una forma de autodefensa legitimada. Si alguien había sido agraviado tenía el “derecho”, por así decirlo, de “desquitarse” en forma parecida. Al mismo tiempo se presentaba como una manera de poner un límite a la venganza para que las personas no se excedieran. Jesús se da cuenta que esta ley no deja de ser una ley injusta y por eso la abroga.

A esta ley que favorecía la tendencia personal a hacerse justicia por propia mano y por lo tanto a caer en arbitrariedades y actitudes que se pueden convertir en una cadena interminable de venganzas que sólo aumentan la violencia, Jesús opone la ley del perdón: “no hagas resistencia al hombre malo” dice el Señor. Es decir no caigas en las mismas actitudes de quien practica el mal y daña a los demás. No te corrompas, no participes de la misma maldad. Vence el mal con el bien. Este es el principio medular que ofrece Jesús a sus discípulos.

El segundo criterio que trata Jesús en esta sección del evangelio es la actitud que un discípulo debe tener con sus “enemigos”. Todos los tenemos y muchas veces hasta sin saberlo. Te puedes hacer de enemigos por tu manera de ser o de pensar, por tu comportamiento de vida o por los logros personales que Dios te va concediendo.

Jesús habla del amor a los enemigos. Se trata de algo que, humanamente hablando, parece imposible. Se trata ciertamente de una perfección en el amor. Ya el Antiguo Testamento fue preparando esta revelación cuando habló de no alimentar odio dentro de sí mismo ni cultivar la venganza, sino “amar al prójimo como a ti mismo” (Cfr Lv 19, 17-18). El odio hace mucho daño, es un veneno mortal que mata a quien lo cultiva.

La interpretación que ahora Jesús hace de aquellos principios va mucho más allá, porque habla de los enemigos, sea cual sea su origen y tendencia. Jesús recomienda además orar por ellos. Se trata de la respuesta cristiana a las expresiones de violencia o de agresividad. La tendencia espontánea del corazón humano es responder a la violencia con la violencia, es lo que parece como justo al pensamiento humano, sólo que esta manera de proceder se convierte en una espiral de muerte que nunca termina. Eso es lo que nos ha robado la paz.

Jesús rechaza radicalmente esta forma de actuar y ofrece un criterio evangélico: amar a los enemigos y rezar por ellos. “Así seréis hijos de vuestro Padre celestial”, dice el Señor. Esta es la justicia no sólo predicada sino también vivida por Jesús. Es la sabiduría evangélica que parece una necedad a la mente humana Cfr Rom (1,22; 1 Cor 3, 18). La sabiduría de este mundo es necedad ante Dios. La sabiduría de Dios se sitúa en un nivel mucho más elevado que la sabiduría del mundo.

En conclusión, la propuesta de Jesús es ponernos al servicio del amor, por eso nos invita, en cualquier circunstancia, a tener una actitud de amor. Porque el amor vence siempre al odio y porque amando venceremos al egoísmo y experimentaremos el amor de Dios dentro de nosotros.

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Párroco en San Miguel Arcángel, Perote, Veracruz.