Al concluir su visita en México, el cardenal Pietro Parolin cumplió quizá uno de los caprichos de este gobierno. No podía negarse como diplomático. La inauguración de la réplica de la capilla Sixtina en el zócalo de la Ciudad de México, misma que había sido postergada hasta el último día de la presencia del cardenal secretario de Estado vaticano previo al coloquio y encuentro académico por los XXX años del restablecimiento de relaciones diplomáticas con la Santa Sede y del reconocimiento jurídico de las iglesias en 1992.
El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador y los dos funcionarios punteros para la sucesión de 2024, el canciller Marcelo Ebrard y la jefa de gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, quien ha venido jugando un papel activo en la apropiación cultural de las tradiciones religiosas, como incluir en la lista del patrimonio mundial inmaterial de la humanidad, la representación de la pasión de Cristo de Iztapalapa, así como el secretario de Gobernación, el tabasqueño Adán Augusto López Hernández y la secretaría de Seguridad Pública y Protección Ciudadana, Rosa Icela Rodríguez Velázquez, ahora aparecen con el número dos de la Santa Sede para entrar a la capilla donde se da la elección de uno de los líderes morales más importantes del occidente cristiano.
La imagen aun podría ser la envidia de algunos funcionarios y eclesiásticos que han intentado tener la foto con el presidente. Uno de esos, el siempre ausente, gris y disminuido cardenal arzobispo de México quien, a pesar de que en su arquidiócesis se inaugura la réplica, no formó parte del elenco de exclusivos invitados para ingresar al cónclave de los funcionarios de la “Cuatro T” con el cardenal Parolin.
Ahí se ve a un sorprendido presidente de México ante el Juicio Final y quizá un acostumbrado Parolin en la réplica de uno de los monumentos más conocidos del pequeño Estado que representa. López Obrador y sus allegados elevan los ojos al cielo de la bóveda de la Sixtina para admirar el genérico de los frescos renacentistas donde Dios toca la mano del hombre, quizá en una velada súplica de rostros sonrientes para hallar en el cielo, la respuesta que no tienen en la Tierra.
El encuentro representa uno de los momentos clave en esta conmemoración de los 30 años de relaciones diplomáticas con la Santa Sede. Capítulo que dio una nueva conformación a las iglesias, cierto, como un episodio del neoliberalismo conservador que tanto defenestra el actual gobierno. Y con eso, el reconocimiento de AMLO en su acostumbrado “Nos” mayestático que dejó en redes sociales: “Nos visitó el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado del Vaticano y aprovechamos para visitar la réplica de la Capilla Sixtina del gran Miguel Ángel. Las relaciones con la iglesia católica se traducen en amistad y respeto” aprovechando, además, el enésimo reconocimiento que el presidente hace del Papa Francisco cuando le es conveniente para justificar sus cuestionados actos de gobierno: “En lo personal, considero que el papa Francisco es un dirigente espiritual y humanista excepcional”.
Con eso, el cardenal Parolin inició la última etapa de su viaje que comenzó el viernes pasado. En el Palacio de Medicina, el coloquio que tuvo por invitados principales al secretario de Estado y al secretario de Relaciones Exteriores padeció por una jugada de la madre naturaleza cuando fue pasado por agua ante la atípica lluvia que obligó a suspender momentáneamente el evento.
Así terminó la visita del cardenal Parolin quien este martes regresó a Roma.
Por Guillermo Gazanini Espinoza.