Amarás al Señor, tu Dios, y a tu prójimo como a ti mismo

Mons. Rutilo Muñoz Zamora
Mons. Rutilo Muñoz Zamora

En aquel tiempo, habiéndose enterado los fariseos de que Jesús había dejado callados a los saduceos, se acercaron a Él. Uno de ellos, que era doctor de la ley, le preguntó para ponerlo a prueba: “Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la ley?”. Jesús le respondió: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el más grande y el primero de los mandamientos. Y el segundo es semejante a este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. En estos dos mandamientos se fundan toda la ley y los profetas” (Mt 22, 34-40).

En el domingo XXX del año litúrgico se nos presenta el texto de Mt 22, 34-40 con el mensaje trascendental que reafirma Jesús sobre el primero y segundo mandamientos más grandes de la ley. Versan sobre el amor que se debe vivir en su triple dimensión: amor total a Dios, al prójimo y a uno mismo.

¿Por qué tiene que ser asumido el amor en estas dimensiones para que pueda ser auténtico? Porque si no se da de esta forma queda incompleto, se vuelve parcial o selectivo; y entonces ya no es el amor lo que mueve en serio nuestra vida, sino serán otros intereses. Entonces estaremos con la tendencia a practicar una sola dimensión: solo Dios, solo los hermanos o solo  nosotros mismos.Y todavía pueden darse otras experiencias parciales; Vgr. Dios y yo, pero los hermanos no; o mis hermanos y yo, pero Dios no entra en mi círculo de amor.

¿Estamos hoy de acuerdo con Jesús sobre cómo vivir de forma completa el doble mandamiento fundamental para ser sus verdaderos discípulos? ¿Qué aspecto o dimensión nos cuesta más integrar en nuestra vida? Considero que, para la mayoría, es el amor al prójimo, por los múltiples rostros en los que tenemos que reconocer la presencia de Dios; porque en ellos es donde podemos desarrollar la practica de la selección, del rechazo, de la indiferencia, y lo que es más fuerte: utilizarlos, maltratarlos,  o inclusive llegar a exterminarlos, quitarlos de en medio.

¿Cómo definir lo que es el amor? Es complicado tener una definición que satisfaga a todos. Es más adecuado describirlo, y todavía mejor, dar ejemplos de cómo se realiza en nuestra vida concreta. Desde luego nos ayuda en gran manera ver cómo vivió Jesucristo. Resalto estos dos textos: Ungido con el poder del Espíritu Santo, pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el demonio, porque Dios estaba con él (Cfr. Hech 10, 38). Se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y una muerte en cruz (Fil 2, 8). Su vida terrena fue guiada totalmente por el amor.

También los testigos cualificados de Cristo, sobre todo los santos de las diversas épocas , son ejemplos, y, a la vez, pruebas de que sí es posible amar de manera integral, asumiendo las tres dimensiones. Veamos unos ejemplos, relativamente contemporaneos. Uno es  la Madre Santa Teresa de Calcuta (1910-1997), quien solía decir: No siempre podemos hacer grandes cosas, pero sí podemos hacer cosas pequeñas con gran amor;  Ama hasta que te duela. Si te duele es buena señal. Otro es el Papa San Juan Pablo II (1920-2005), el cual manifestaba en uno de sus poemas: El amor me lo ha explicado todo. El amor me lo ha resuelto todo, por eso admiro el amor dondequiere que se encuentre. Y cuantos ejemplos más podríamos dar de los santos que se han dejado envolver también, como Cristo, por la fuerza del amor, y de forma especial en la entrega constante y delicada hacia los hermanos más pobres y necesitados.

Y ¿saben qué? Todos ellos han sido personas felices. Eso es lo que se manifiesta y resalta como fruto común en ellos, aún cuando les haya tocado sentir en momentos claves de sus vidas el peso de la cruz, del sufrimiento, del dolor. Quiero poner también el testimonio de San Pablo, quien nos describe de forma especial lo que es el amor:

El amor es paciente, es servicial; el amor no tiene envidia, no es presumido ni orgulloso; no es grosero ni egoísta, no se irrita, no toma en cuenta el mal; el amor no se alegra de la injusticia; se alegra de la verdad. Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta (1Cor 13, 4-7).

Ahora somos nosotros los llamados para ser testigos de estos dos mandamientos centrados en el amor en los diversos ambientes donde nos toca vivir. No dejemos pasar tiempo y oportunidades para ser felices y contagiar a los demás para hacer un mundo más humano, más de acuerdo al plan de Dios. ¡Vale la pena!

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Obispo de la Diócesis de Coatzacoalcos