En octubre de 2023, el huracán OTIS causó muerte y destrucción al por mayor en Acapulco y comunidades cercanas. Un año después, una depresión aislada de niveles altos (DANA) provocó lo mismo en Valencia, España. Aunque hablamos de catástrofes naturales diferentes en países diferentes, existen algunas similitudes que valen la pena reflexionar:
Tanto el estado mexicano como el español incurrieron en omisiones, al no notificar a la población de los sucesos meteorológicos con tiempo. A esto sumémosle que las primeras actuaciones en ambos lugares fueron improvisadas, lentas y descoordinadas. Lo más destacable para el gobierno mexicano, es que éste sí permitió la intervención del ejército y la Guardia Nacional en las labores de rescate y ayuda a la población. En España, el gobierno federal, encabezado por el primer ministro Pedro Sánchez, no les permitió intervenir a los militares en un inicio, dando instrucciones de que si alguien quería apoyar, que lo hiciera a título personal.
En ambos lugares familias perdieron su hogar, hubo muchísimos lesionados y las cifras de muertes “oficiales” no coinciden con la denuncia popular. En noticieros, entrevistas y redes sociales se evidenció que había familias sepultadas y que muchas personas tuvieron que vivir en el lugar con cadáveres, ya que las autoridades no iban por los cuerpos.
Algunos ciudadanos denunciaron en redes sociales que las autoridades no les permitían llevar ayuda a ciertas partes. En México hubo ciudadanos que denunciaron robo de despensas, limitación en su movilidad y hubo quienes tuvieron que tramitar amparos para que se les permitiera llevar la ayuda de manera directa a las comunidades y poblaciones afectadas. En Valencia, a los ciudadanos se les prohibió pedir donativos para comprar material ya que debían “esperar a que se reunieran el lunes siguiente los tres niveles de gobierno”. Es decir, se les dijo que, durante tres días, tendrían que esperar a que las autoridades les dijeran cómo ayudar a las víctimas. Mucha gente desobedeció a la burocracia lenta y apoyaron a las personas desde el día uno. De ahí surgió la frase: “solo el pueblo salva al pueblo”. El gobierno sólo estorbó.
Es notable que los jefes de gobierno de ambos países tuvieron visitas muy breves a las zonas dañadas. Varios medios de información en México relataron que el entonces presidente de México, Andrés Manuel López Obrador dio una fugaz visita a Acapulco. Llegó en camioneta y se fue en helicóptero. El vehículo militar en el que se trasladaba se atascó, cruzó un río a pie, dio una breve caminata entre la maleza y se regresó en helicoptero a la capital. En España, videos y notas mostraron el gran descontento de la población hacia el primer ministro Pedro Sánchez, quien literalmente tuvo que huir, ya que la gente lo repudió y rechazó.
En ambos países pudimos atestiguar la enorme incapacidad y negligencia del estado para ayudar a sus ciudadanos ante catástrofes naturales. En el caso de España todavía las cosas fueron más aterradoras, ya que tanto el gobierno estatal de Valencia como el gobierno federal abandonaron a la población. El gobierno federal rechazó la ayuda internacional y negó la catástrofe, ya que el gobierno estatal “dijo estar en control”. Cuando fue evidente la urgencia, dijeron que esperarían a que el gobierno de Valencia pidiera ayuda. Burocracia, lentitud y negligencia.
Finalmente es necesario explicar que España, obedeciendo las directrices de la agenda 2030, ha ido destruyendo cientos de presas, para permitir el “cauce natural de los ríos” para restaurar la flora y fauna. El resultado: cientos de muertes, destrucción de ciudades y pueblos ante lluvias torrenciales cuya agua no fue canalizada. Pusieron por encima del bienestar de los ciudadanos a los salmones, esturiones y demás. Este es una consecuencia real de lo que implica esta Agenda. Unos burócratas establecieron metas y objetivos a las naciones, sin conocer sus necesidades y características individuales. Durante los años 2021 y 2022, el gobierno español derribó 256 presas, casi el 50% de toda Europa. Y todavía el cínico y mentiroso primer ministro español, le echa la culpa de la tragedia al cambio climático. Abramos los ojos, las agendas globales no solucionarán nuestros problemas esenciales. Politizan, dividen y manipulan, para evitar que veamos la realidad: el estatismo es obsoleto.