A orillas del Jordán

1Samuel 3,3b-10.19 | Salmo 39 | 1Corintios 6,13c-15a.17-20 | Juan 1,35-42

Pablo Garrido Sánchez
Pablo Garrido Sánchez

Todavía la Liturgia sigue a JESÚS por la ribera del Jordán. No sólo tiene lugar el bautismo del SEÑOR y la teofanía que revela por parte del PADRE la identidad del HIJO, sino que JESÚS empieza a formar el grupo de discípulos con Juan y Andrés, que lo siguen después de la indicación de Juan Bautista: “este es el CORDERO de DIOS, que quita el pecado del mundo” (Cf. Jn 1,29). El evangelista san Juan señala en este capítulo primero a cinco discípulos que se van agrupando en torno a JESÚS, dando a conocer unos a otros que han encontrado al MESÍAS. Cinco discípulos iniciales: Juan, Andrés, Pedro, Felipe y Natanael. El escenario del evangelista san Juan y el de los sinópticos en estos comienzos es diferente y obedece a intenciones distintas para aportarnos perspectiva sobre JESÚS. Desde un comienzo el evangelio de san Juan sigue a JESÚS desplazándose entre la Galilea al norte, y la región de Judea y Jerusalén al sur. La muestra de lo anterior está en el capítulo segundo de san Juan, que recoge la participación de JESÚS, su MADRE y los primeros discípulos en la boda de Caná, en la Galilea; y a renglón seguido el evangelista narra la expulsión de los vendedores en el Templo de Jerusalén (Cf. Jn 2,13-22). Debemos aceptar los distintos enfoques, escenarios geográficos, matices y versiones de los relatos, si queremos acercarnos al MISTERIO. La base histórica de los evangelios es innegable, pero los datos concretos están en función del Mensaje y de las verdades fundamentales que se quieren transmitir. Para seguir entendiendo hemos de aceptar que nos queden cabos sueltos en el conjunto. Todo es importante en el relato evangélico, pero por encima de todo está la persona misma de JESÚS, que es el HIJO de DIOS, como establece san Marcos en el inicio de su evangelio (Cf. Mc 1,1). Estamos en el segundo ciclo litúrgico, y seguiremos principalmente el evangelio de san Marcos, pero todavía se proclamará en este segundo domingo unos versículos del capítulo primero de san Juan, llevándonos al campo marcado por el Precursor para realizar su misión. En este evangelio, Juan y JESÚS no cruzan palabra alguna, y sin embargo es san Juan quien más datos aporta de JESÚS en labios del Bautista. El evangelio de san Juan marca a su manera la línea propia y alternativa que JESÚS va a dar a su misión evangelizadora y salvadora.

¿Continuidad o ruptura?

Los estudiosos de la cuestión se plantean si JESÚS continúa el Judaísmo o rompe con él; si se ajusta al cumplimiento estricto de la Ley judía o la relativiza. Las opiniones se reparten entre una postura y otra con una tercera para la consideración. La tercera vía argumenta, que JESÚS supera el Judaísmo por desbordamiento de su condición profunda; pues al fin y al cabo el AMOR de DIOS está en el fondo de toda la Revelación. Con esta solución entendemos mejor la sentencia de JESÚS al reinterpretar la Ley en el Sermón de la Montaña: “no he venido a abolir la Ley, sino a darle cumplimiento” (Cf. Mt 5,17). En su predicación, JESÚS se encargará de precisar lo que es esencial y lo accesorio. Lo puro e impuro, que tanto preocupaba a los fariseos de estricta observancia, será reinterpretado por JESÚS con repercusiones muy directas en los alimentos y en las distintas abluciones a las que se aferraban aquellos (Cf. Mc 7). El régimen de sacrificios, que justificaba en gran medida el estamento sacerdotal judío queda verdaderamente abolido de forma radical, pues así lo manifiesta la carta a los Hebreos: “cuando el VERBO entra en el mundo dice, sacrificios, ofrendas y oblaciones no ten han satisfecho, y TÚ, oh DIOS, me has preparado un cuerpo; y aquí estoy para hacer tu voluntad” (Cf. Hb 10,5). Aunque el evangelio de san Lucas relata los ritos de la circuncisión y rescate del primogénito para JESÚS, por parte de sus padres, sin embargo los nuevos tiempos mesiánicos que se inauguran con la entrada del VERBO en las entrañas de la VIRGEN MARÍA, marcan una enmienda a la totalidad de las ofrendas y sacrificios establecidos en la Ley de Moisés para realizar ofrendas, rescates de los primogénitos, acciones de gracias, y expiación por los pecados particulares y el Pueblo en general. JESÚS, no obstante, admite un periodo de transición de la vieja práctica religiosa a la que se instaurará con el Cristianismo, y ÉL mismo dará indicaciones para que algunos de los beneficiados de sus curaciones ofrezcan en el Templo la ofrenda prescrita para su reintegración en la sociedad civil y religiosa, como es el caso de la curación de los diez leprosos (Cf. Lc 17,11-19). Los propios judíos modificarán drásticamente las prácticas sacrificiales obligados por las circunstancias cuando Jerusalén y el Templo sean destruidos en el año setenta. Algo similar había sucedido seis siglos atrás cuando Nabuconodosor invadió Jerusalén y destruyó el primer Templo (587 a.C.). Aquella catástrofe obligó a pensar en un culto espiritual, pues ya no había lugar donde realizar los sacrificios como dice el Salmo cincuenta: “mi sacrificio es un espíritu quebrantado, un corazón quebrantado y humillado TU, oh DIOS, no lo desprecias”  (Cf. Slm 50,19). No obstante JESÚS mantiene un ritmo pausado a la hora de ofrecer e implantar la nueva religión. A los fariseos no les reprocha las prácticas religiosas, sino la doblez de corazón, que está invalidando todo lo que hacen (Cf. Mt 23). Las palabras de JESÚS para los grupos religiosos representativos son de una gran dureza: “sepulcros blanqueados, hipócritas, manipuladores que asfixian a sus seguidores, pero ellos no tocan con un dedo las cargas que imponen a otros” (Cf. Mt 23,1ss). Asunto principal es el del perdón de los pecados y Juan Bautista comienza una vía que luego tendrá que culminar JESÚS. Juan es consciente que el gran obstáculo para reconocer al MESÍAS es el pecado; y al mismo tiempo es el propio MESÍAS quien tiene el Poder para perdonarlo. En este sentido Juan Bautista está siguiendo a JESÚS antes que ÉSTE aparezca. Juan Bautista prepara el camino del arrepentimiento, que es la condición sin la cual el perdón del ESPÍRITU SANTO no se realiza. Los ojeadores de las autoridades religiosas de Jerusalén se escandalizan cuando JESÚS perdona los pecados al paralítico, y JESÚS les dice: “para que veáis que hay Poder en la tierra para perdonar pecados, dice al paralítico, levántate, toma tu camilla y echa a andar” (Cf. Mc 2,1-12). Con su actuación, JESÚS estaba obligando a realizar una nueva lectura de todas las Escrituras y encontrar en ellas la realización de todas las promesas en la persona y actuación suya, pues ÉL “era también SEÑOR del sábado” (Cf. Mt 12,8; Mc 2,28). El Amor Misericordioso de DIOS manifestado en las palabras y obras de JESÚS desbordaban el significado auténtico del sábado dedicado a la adoración y el descanso en el SEÑOR. El comportamiento de JESÚS nunca fue desafiante frente a las instituciones religiosas establecidas, pero era necesario marcar la diferencia por superación de las formas anteriores para reconocer la instauración del Reino de DIOS en el mundo, que tenía en su persona la fuente misma de su manifestación. Así, JESÚS se declara como el ámbito singular en el que se manifiesta y extenderá la Gloria de DIOS: “si tú supieras quién es el que te dice dame de beber, tú le pedirías a ÉL y ÉL te daría Agua Viva” (Cf. Jn 4,10). Son numerosas las citas a extraer del evangelio de san Juan de este tenor. Había, por tanto, que redefinir el concepto de pecado, el perdón del mismo; la concepción del Templo, la adoración y la oración; el sábado en relación con el Reino de DIOS, el sentido de la historia y la Vida Eterna. El GALILEO lo estaba cambiando todo, sin desmantelar abruptamente la religión de los padres. El Nuevo Mensaje prospera mínimamente en la Galilea y JESÚS es su TESTIGO martirial en Jerusalén, pues su Amor Misericordioso desborda el rechazo frontal de las autoridades religiosas que no lo reconocen en parte alguna de la Escritura. Encaminado hacia el Jordán, JESÚS inicia su misión en el mundo como el SIERVO de YAHVEH profetizado en Isaías.

DIOS escucha la oración

La primera lectura de esta domingo relata el episodio de la llamada que DIOS hace a Samuel, pronunciando varias veces su nombre. Dice el texto que se vivía un cierto desierto espiritual, en lo que se refería a manifestaciones especiales de DIOS: sueños, locuciones, visiones o pariciones de Ángeles. Pero el niño Samuel reunía las condiciones apropiadas para recibir la llamada personal del SEÑOR, que se dirige al niño por su nombre. El niño Samuel tiene una historia previa a este extraordinario episodio, que merece ser recordada, pues la madurez espiritual para recibir alguna gracia especial no se logra de forma súbita. Cada persona tiene una historia, que en determinado punto debiera volverse para todos en una historia personal marcada por la Gracia. Las historias personales en las que DIOS interviene no siempre han discurrido por cauces de paz, buen entendimiento, circunstancias favorables y ausencia de percances; sino que pueden encontrarse historias personales tocadas por la Gracia en determinado tramo del camino con sucesos cargados de conflicto y dificultad. DIOS escuchó la oración de Ana, la madre de Samuel y esposa de Elcaná, que tenía una segunda mujer, que le había dado descendencia. Esta familia iba todos los años a Silo a realizar la ofrenda al SEÑOR, pues allí se encontraba el Arca de la Alianza custodiada por el sacerdote Elí y sus hijos. Ana era la esposa preferida de Elcaná, pero era despreciada por Peninná que había dado descendencia a su marido. Ana vivía angustiada y la ausencia de hijos la vivía como una maldición. Ana oró así al SEÑOR e hizo este voto: “si te dignas, SEÑOR, mirar la aflicción de tu sierva y darle un hijo varón, yo lo entregaré al SEÑOR por todos los días de su vida, y la navaja no tocará su cabeza” (Cf. 1Sm 1,10-11). Vueltos a Ramá, Elcaná se unió a Ana y concibió un hijo al que puso Samuel, que significa “se lo he pedido al SEÑOR” (Cf. 1Sm 1,20). Hacia los tres años, cuando hubo destetado al niño, Ana subió a Silo para ofrecer al niño y dejarlo al servicio del SEÑOR por todos los días de su vida (v.28). La ofrenda de Ana fue realmente sobresaliente con el broche de una acción de gracias que se aproxima al Magnificat de la VIRGEN MARÍA (Cf. 1Sm 2,1-11). Cada año subía esta familia a Silo y el sacerdote Elí los bendecía. Ana fue madre de tres hijos y dos hijas, además de Samuel (Cf. 1Sm21). Samuel crecía ante YAHVEH (Cf. 1Sm 2,21).

Dado al SEÑOR

El niño Samuel fue dado por sus padres al SEÑOR bajo la custodia del sacerdote Elí, en el santuario de Silo. De año en año, la madre de Samuel le llevaba un vestido de lino, un efod;  y el niño Samuel crecía ante YAHVEH (Cf.1Sm 2,19.21) El texto sagrado contrasta el crecimiento espiritual del niño Samuel con la conducta negligente de los hijos de Elí, Jofní y Pinjás. Por el contrario, el niño Samuel iba creciendo y haciéndose grato tanto ante DIOS como ante los hombres (Cf. 1Sm 2,26) Los hijos de Elí cayeron en desgracia por despreciar el modo de realizar los sacrificios debidos a YAHVEH; sin embargo “Samuel crecía, YAHVEH estaba con él, y no dejó caer en tierra ninguna de sus palabras” (Cf. 1Sm 3,19). El sacerdote Elí va encauzando dentro del orden sagrado al niño Samuel, pero es incapaz de corregir a sus propios hijos que alteran los sacrificios presentados por los fieles al SEÑOR, quedándose con las partes de las víctimas que estaban reservadas al SEÑOR. Por alterar el sacrificio atrajeron sobre sí mismos la maldición y YAHVEH revela al niño Samuel las consecuencias de las trasgresiones de los hijos de Elí (Cf. 1Sm 3,18). Estos versículos transmiten una lección que se puede actualizar en cada época: los ámbitos sagrados que establecemos en este mundo en el Nombre de DIOS son lugares de influencia divina, pero no garantiza ese hecho la santidad de todos los que participan o intervienen dentro de ese espacio sagrado. Las conductas personales deliberadamente pueden ajustarse a lo que DIOS quiere o distanciarse. Pero, por otra parte, poco se necesita para que el crecimiento espiritual vaya realizándose en el niño, que en sus años primeros no tiene mayores perturbaciones de conciencia. La acción de DIOS, entonces, encuentra un alma sin muchos obstáculos y se hace fuerte la virtud. Samuel aún niño recibe la llamada de DIOS y una palabra de notable gravedad para el anciano sacerdote Elí, a cerca de la conducta reprobable de sus hijos, que estaban desagradando a YAHVEH.

Discernimiento espiritual

Discernir es analizar palabras, acciones o pensamientos, para determinar su bondad o perjuicio, al tiempo que se detecta la fuente de dónde provienen, de forma especial los pensamientos, imágenes o sentimientos que se mueven en el interior del hombre. El discernimiento espiritual que la razón asistida por la Fe lleva a cabo, se dirige también a los procesos externos, pronunciamientos de otras personas o entidades. El creyente, de forma habitual, irá ampliando el discernimiento espiritual a todos o la mayor parte de los ámbitos de su vida. Al creyente puede interesarle detectar o precisar la atmósfera espiritual que respira en determinados ambientes para frecuentarlos o rechazarlos, de acuerdo al mayor bien espiritual. El discernimiento cultivado con cierta asiduidad nos proporciona estar dos o tres pasos por delante de situaciones, que de otra forma podrán sorprendernos desagradablemente. El discernimiento ejercitado es una buena herramienta para aplicarla a distintos campos de la vida. El discernimiento espiritual trata de leer el significado o contenido de las señales, que DIOS destina a ser interpretadas por sus hijos. Contrariamente, el discernimiento espiritual precisa las tentaciones del Maligno, sus señales y estrategias. Razón y Fe, ciencia religiosa y otras ciencias, van enriqueciendo el sustrato de conocimiento y experiencia, que hace crecer el discernimiento espiritual. La tarea del guía espiritual, del director espiritual o del consejero, tiene como objetivo ofrecer un criterio de discernimiento al discípulo, o al que aisladamente pide una orientación. En estos casos, el discernimiento nace de un diálogo esclarecedor. Alguien con experiencia sirve de espejo al que pide consejo con necesidad de tomar una decisión. El caso del niño Samuel es más sencillo, de cierta manera, y la experiencia de Elí como dirigente religioso supo dar la orientación precisa al niño que estaba bajo su tutela.

El SEÑOR llama a Samuel

Parece que Israel estaba pasando por un invierno espiritual y no eran frecuentes las locuciones, las visiones, ni los sueños proféticos. Pero en todo aquel páramo, la última palabra la iba a tener el SEÑOR. Un niño, pequeño e insignificante iniciaba una nueva relación con el SEÑOR de la que se beneficiaría el resto del Pueblo: “todo Israel, desde Dan hasta Berseba, supo que Samuel estaba acreditado como profeta de YAHVEH. El SEÑOR continuaba manifestándose en Silo, porque en Samuel se daba la Palabra de YAHVEH” (Cf.1Sm 3,20-21). Estos dos últimos versículos del capítulo tres aparecen como sumario de todo el texto y punto de partida de la actuación del profeta Samuel, que tendrá una gran influencia en la marcha del Pueblo elegido. El niño Samuel crecía en verdad, porque la Palabra de DIOS crecía en él para dar al Pueblo un mensaje de parte de DIOS.

A la escucha de DIOS

“Habla SEÑOR, que tu siervo escucha” (Cf. 1Sm 3,10). DIOS puso a prueba al niño Samuel, llamándolo tres veces previamente, de forma que el sacerdote Elí supiera dar al niño la indicación correcta. Llamado Samuel por el SEÑOR pensó que era Elí quien lo llamaba: “aquí estoy, porque me has llamado”. Por tres veces se repitió la llamada con la misma reacción por parte del niño Samuel. El anciano Elí comprendió por último que era el SEÑOR el que estaba llamando al niño, y le señala la actitud correcta ante el SEÑOR: “habla SEÑOR que tu siervo escucha”. Cada mañana o en el silencio de la noche el SEÑOR busca a sus siervos. Sea cual sea la vigilia de la noche, el SEÑOR espera un corazón bien dispuesto, que esté pronto para escuchar. Cada noche o mañana es el SEÑOR quien despierta el oído para que el fiel escuche  como verdadero discípulo (Cf Is 50,4). El niño Samuel iba a recibir un mensaje que le interesaba de forma especial a Elí, pues se trataba de sus hijos. El mensaje en cuestión estaba por encima de la madurez humana del niño Samuel, pero su niñez y transparencia eran garantías de que el mensaje provenía del mismo DIOS. La imaginación del niño no podía fantasear sobre el destino que el SEÑOR tenía preparado para los hijos de Elí. El niño Samuel quedaría acreditado como profeta de YAHVEH en la más tierna infancia. Esta circunstancia revela que DIOS es el SEÑOR de la vida particular de cada uno de sus hijos, y establece según su designio el desarrollo espiritual de cada uno. El destino del Pueblo puede depender en determinado momento de la actuación de un solo hombre que por voluntad de DIOS es elegido como profeta. Este es el caso de Samuel, que fiel al SEÑOR ungirá rey a Saúl y posteriormente a David; o el caso de Elías que defenderá al verdadero DIOS contra los sacerdotes de Baal -cuatrocientos sacerdotes- en el Monte Carmelo (Cf. 1Re 18,16ss).Un solo hombre también nazir como Samuel, Juan Bautista, dará un giro a la religiosidad de Israel para llevar al Pueblo al arrepentimiento con el fin de reconocer al MESÍAS que estaba a las puertas. Un solo hombre, que al mismo tiempo es DIOS, redime a todos los hombres de todos los tiempos, y finalizará su obra instaurando unos Nuevos Cielos y una Nueva Tierra.

El lugar más sagrado

El Arca de la Alianza acompañó al Pueblo elegido por el desierto durante cuarenta años. Un gran relicario en el que se guardaban las tablas en piedra de las Diez Palabras y otros preceptos del Código de la Alianza, la vara de Aarón, y según la carta a los Hebreos una medida de la cantidad de maná diario -gómer- que consumía cada israelita por el desierto (Cf. Hb 9,1-6). Cruzado el río Jordán, ya en tiempos del sacerdote Elí (s. XI a.C.) el Arca de la Alianza estaba en Silo. Este signo externo de la Presencia de YAHVEH representaba la Ley en sus tablas de piedra, el Poder y la protección de DIOS en la vara de Aarón, y el alimento espiritual en el milagro del maná todavía presente. Además el Arca de la Alianza disponía del Propiciatorio, que era una gran plancha superior de oro con dos Ángeles -Querubines- que abarcaban toda la superficie y se tocaban por el extremo de sus alas. El Propiciatorio era el lugar de encuentro en el desierto entre DIOS y Moisés. El texto sagrado nos dice, que Elí anciano había perdido la vista y el niño Samuel dormía cerca de donde se encontraba el Arca de la Alianza (Cf. 1Sm 3,3). En aquellos días Silo era el lugar más santo por disponer del Arca de la Alianza donde tantas veces el SEÑOR se había mostrado cara a cara a Moisés (Cf. Ex 33,9-11; Nm 12,8). El SEÑOR no llama al anciano Elí, sino al niño Samuel indicando que se abría un nuevo tiempo para el Pueblo de Israel. “Nada hace el SEÑOR sin transmitirlo antes a sus profetas” (Cf. Am 3,7); y también surgirán los signos mencionados en el profeta Joel: “los ancianos tendrán sueños y los jóvenes tendrán visiones” (Cf. Jl 2,28), porque el ESPÍRITU del SEÑOR se derramará sobre toda carne. En los tiempos mesiánicos la efusión del ESPÍRITU tendrá un carácter propio, pues el MESÍAS nos revelará que el ESPÍRITU SANTO, tercera persona de la TRINIDAD, actuará en el mundo (Cf. Jn 16,6). El don del ESPÍRITU SANTO viene por la Redención dada en JESUCRISTO, y su acción se hará cada vez más tangible mediante sus signos.

La Fe de Juan Bautista

Los ecos de la fiesta del Bautismo del SEÑOR siguen oyéndose en el evangelio de este día. Juan Bautista señala a JESÚS y lo que va diciendo de JESÚS da contenido al grado de conocimiento y Fe, que profesa hacia el MESÍAS. La Fe de Juan Bautista es el caldo de cultivo de la Fe que manifiestan los primeros discípulos de JESÚS que se desgajan del discipulado de Juan. El Precursor dice de JESÚS: “el que viene detrás de mí, a quien vosotros los del Templo no conocéis, yo no soy digno de desatar la correa de su sandalia” (Cf. Jn 1,27). La disposición de Juan Bautista en este versículo delata la conciencia que tenía sobre la soberanía de JESÚS. Es el esclavo quien realiza las atenciones mencionadas por Juan, y él no se siente digno de ser tan siquiera esclavo suyo. Humildad y humillación, en este caso, dan prueba  clara de la santidad o perfección espiritual del Bautista, que atraía a las almas nobles necesitadas de DIOS y una guía segura para ser conducidos. Tras la interpelación de las autoridades religiosas, el evangelista cambia la escena mediante una transición: “al día siguiente ve a JESÚS venir hacia él” (Cf. Jn 1,29) No se registra diálogo alguno entre ambos, pero lo importante es lo que Juan Bautista afirma sobre JESÚS: “este es el CORDERO de DIOS, que quita el pecado del mundo” (v.29b). DIOS ha preparado un CORDERO expiatorio para borrar los pecados del mundo, y ese CORDERO expiatorio es su propio HIJO, el VERBO eterno vuelto hacia el PADRE desde toda la eternidad (v.1). Juan Bautista tenía muy claro hasta dónde llegaba la eficacia de su ministerio: arrepentimiento y confesión de los pecados, pero el perdón de los mismos no estaba en su bautismo de agua, sino en el que podía dispensar la acción del ESPÍRITU SANTO. Juan Bautista tenía ojos para ver en el HIJO encarnando al SIERVO de YAHVEH, que iba a cargar así con los pecados de todos los hombres. En el versículo treinta y cinco, el evangelista vuelve a utilizar la fórmula de transición: “al día siguiente” que da pie a entender como el siguiente episodio reseñable, pues cabe intercalar entre éste y el anterior el tiempo de cuarenta días en el desierto dado por los sinópticos. Y fijándose en JESÚS que pasaba dice: “he ahí el CORDERO de DIOS” (v. 36). El evangelista dice que Juan estaba acompañado de dos discípulos, y lo dejan para seguir a JESÚS.

Siguen a JESÚS

Dos discípulos de Juan Bautista escuchan lo que éste dice de JESÚS y lo siguen (v.37). El testimonio de dos es suficiente para emitir veracidad sobre una prueba en un juicio. Las palabras de Juan Bautista vienen recogidas en calidad de testigo de unos hechos trascendentales para la historia de la humanidad: “el que me envió a bautizar con agua me dijo, AQUEL sobre quien veas que desciende el ESPÍRITU SANTO y se queda sobre ÉL, ese es el que bautiza con ESPÍRITU SANTO. Yo lo he visto, y doy testimonio, que ÉSTE es el ELEGIDO de DIOS” (v.33-34). Juan compromete su palabra y ministerio público en el testimonio que ofrece a todos los que lo quieren oír. De forma especial, Juan Bautista, preparó a sus discípulos para el encuentro con el MESÍAS que estaba a las puertas; perece lógico que algunos con inquietudes espirituales siguieran a JESÚS, al que Juan Bautista había identificado con suficientes rasgos mesiánicos. Todas estas consideraciones propuestas desde perspectivas diferentes resultan necesarias en estos momentos, pues también nosotros hemos de afianzarnos en la Fe que transmite el capítulo uno de san Juan y el conjunto del mismo. Aquellos primeros discípulos y otros que seguirán a JESÚS trazarán su propio camino de discernimiento y Fe en torno a JESÚS.

¿Qué buscáis?

En la escuela espiritual de JESÚS tienen cabida los buscadores, porque las propias necesidades no vienen satisfechas por arte de magia. Esta es una de las grandes trampas de nuestros días: “todo lo que deseas lo puedes conseguir instantáneamente”. Se persuade a los individuos de un carácter casi omnipotente en sus deseos, y si ellos no los satisfacen por sí mismos, se convierten en un derecho para que otros obligatoriamente los satisfagan inmediatamente. Todo tiene que resolverse apretando un botón y al instante. JESÚS pregunta a los discípulos del Bautista, que lo están siguiendo: “¿qué buscáis? La pregunta implica la puesta en acción por parte del que está buscando, pues tiene inquietudes y sabe que sin un cierto esfuerzo nada se producirá que sea valioso y favorable. Aquellos dos discípulos parece que habían adquirido la suficiente madurez espiritual, y dejan su grupo de referencia. Hoy diríamos que dejan su zona de confort para explorar otros horizontes, siempre marcados por un grado de incertidumbre. Juan y Andrés van a estar entre los discípulos más jóvenes que se consolidará alrededor de JESÚS. Juan Bautista y JESÚS tenían la misma edad con una diferencia de seis meses, y los dos eran relativamente jóvenes para liderar un movimiento espiritual; pero en estos casos quien marca el tiempo de la madurez es el ESPÍRITU SANTO. Había que ser valiente, pues seguir al Bautista suponía estar en frente de las autoridades religiosas de aquel momento; y la cosa se acentuaría al entrar en las filas de los seguidores de JESÚS. Convenía tener cuidado, pues no se trataba de frívolas aventuras con tinte revolucionario. El cometido de Juan Bautista y de JESÚS iba por otros derroteros bien distintos. La pregunta era pertinente: ¿qué buscáis?.

MAESTRO, ¿dónde vives?

Aquellos dos discípulos del Bautista están a punto de cambiar de escuela espiritual, e identifican a JESÚS como MAESTRO, y quieren ingresar en su escuela. Aquellos dos pretenden formar parte de la escuela de JESÚS, y le preguntan, ahora, por su sede ¿dónde vives? Todos los maestros de las Escrituras tenían un domicilio bien localizado; incluso a Juan Bautista se lo podía encontrar en la Betania del otro lado del Jordán, sitio  en el que estaban en ese momento. Es probable que en calidad de galileos y pescadores mantuvieran un contacto con el Bautista, en principio, con carácter periódico o en tiempos especiales. JESÚS podría ofrecer una fórmula similar a la de Juan Bautista pero en un lugar distinto. El proyecto de JESÚS carece de las seguridades habituales, aunque sean mínimas. JESÚS no tiene domicilio, su escuela no está en ciudad o localidad alguna: “las aves del cielo tienen nidos, y las zorras cuevas, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza” (Cf. Mt 8,20). JESÚS les dice a Juan y Andrés, entusiastas y decididos: “venid y lo veréis” (v.39). Dos verbos a tener muy en cuenta: el imperativo “venid” y la consecuencia de la aceptación “veréis”, que es tanto como adquirir conocimiento. Dirá JESÚS también en el evangelio de san Juan: “el que venga a MÍ, yo no lo echaré fuera” (Cf. Jn 6,37). Esta sentencia está formulada en el contexto del discurso del “Pan de Vida”, de tal forma que va a JESÚS el que tiene hambre y sed de la Verdad, del Bien y de la Vida que procede DIOS.

Lugar indeterminado

“Fueron, pues, y vieron dónde vivía, y se quedaron con ÉL aquel día. Serían las cuatro de la tarde” (v.42). Los versículos propuestos nos dan referencias temporales, pero no se tiene otra localización que la del lugar en el que Juan bautizaba. Los discípulos tienen memoria de la hora no sabemos en la que finalizó el encuentro, o en la que dio inicio. En todo caso, las cuatro de la tarde es la hora de la victoria, pues en esa hora queda patente que la muerte no acabó con JESÚS. La hora décima es la hora de la redención de los espíritus, de todos aquellos que esperaban la Nueva Vida en el seno de Abraham. El programa de JESÚS, su escuela y enseñanza, están localizados allí donde ÉL se encuentra. JESÚS se revela en el “Camino”, en la itinerancia. El Cristianismo es “estar con JESÚS”, o de otra forma no es nada. El evangelio de san Juan y la doctrina de san Pablo se encargarán de formular esta verdad de formas distintas.

Pedro es llevado a JESÚS

“Andrés se encuentra primeramente con su hermano Simón y le dice: hemos encontrado al MESÍAS. Lo llevo donde JESÚS que fijó su mirada en él, y le dijo: tu eres Simón el hijo de Juan, tú te llamarás Pedro, que significa roca” (v.41-42). Es Andrés de Jonás hermano de Simón de Jonás, que le dice en plural: “hemos encontrado al MESÍAS” La búsqueda no fue sólo de Andrés, sino también de Juan, pues juntos emprendieron el desafío de seguir a JESÚS y prontamente obtuvieron los resultados anunciados por el Bautista: el MAESTRO era el MESÍAS, pues vieron dónde vivía. JESÚS se comporta con estos primeros discípulos como en aquella otra ocasión más adelante con otros discípulos del Bautista: “id y decid a Juan lo que habéis visto y oído, los ciegos ven, los cojos andan, los sordos oyen, los leprosos quedan limpios…” (Cf. Lc 7,22). Juan y Andrés fueron tras JESÚS, porque tenían inquietudes propias de las personas de Fe y buscaban las claves del momento religioso, político e histórico, que estaban viviendo, pues su mundo estaba cambiando. Iban en la dirección correcta y se encontraron con JESÚS pero no de manera fortuita, sino como el resultado providencial de la búsqueda que llevaban a cabo. Supieron del CRISTO porque aceptaron estar donde ÉL vivía; y Juan dirá años después: “lo que hemos visto, oído y palpado del VERBO de la Vida, pues la Vida se nos ha manifestado, eso es lo que os trasmitimos” (Cf. 1Jn 1,1-2). Andrés, al encontrar a su hermano Simón sabe que no tiene otra misión que la de conducirlo a JESÚS, porque la obra de transformación interior que se debe producir no viene por el conocimiento externo, sino por la acción misma del SEÑOR en el corazón de su discípulo. El evangelista describe con brevedad el primer encuentro con JESÚS del que va a ser el primero en el futuro grupo de discípulos. En el encuentro, JESÚS fija la mirada en Simón, dice el texto. Sabemos que esta acción de JESÚS está destinada a procurar una profunda transformación interior. Simón se ve por primera vez ante la mirada especial del Hombre-DIOS, que lo mira con todo el Amor que el pescador de Galilea es capaz de soportar. En esa mirada de JESÚS, Simón encuentra la razón de su conversión, el estado de su alma y toda la trayectoria de su vida hasta ese momento. Simón es cambiado por JESÚS y le dice: “tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas, que quiere decir Roca (v.42). Simón ve cambiada la perspectiva de las cosas y su vida profesional y familiar. Pedro acepta haber sido cambiado por JESÚS, y esa opción deberá renovarla en ocasiones venideras. El MAESTRO volverá a fijar en él su mirada para rehabilitarlo de su caída en las negaciones, y confirmar así en la Fe a sus hermanos (Cf. Lc 22,22). A Pedro y el resto de los discípulos les queda un recorrido de tres años, según el evangelio de san Juan, para completar su preparación como Apóstoles y enviados. En la persona de Pedro, san Juan examina al Apóstol sobre el testimonio central que debe transmitir el discípulo después de haber pasado por la escuela de JESÚS. En presencia del resto de los compañeros, junto al lago de Galilea, JESÚS pregunta por tres veces a Pedro: “¿me amas más que estos? (Cf. Jn 21,15-16). Pedro supera la prueba y con él todos los otros discípulos. Después de la única pregunta para recibir el título de Apóstol, Pedro y el resto reciben el imperativo dado al discípulo: “sígueme” (Cf. Jn 21,19). Todo comienza en ese momento para la Iglesia de JESUCRISTO.

Vuelta a la Galilea

El próximo domingo, el evangelio de san Marcos nos devolverá a la región de Galilea como ámbito de inicio de la predicación del Reino de DIOS. El evangelio de san Juan sigue este itinerario a su forma y nos dice: “al día siguiente, JESÚS quiso partir para Galilea” (v.43), de lo que se da noticia en el segundo capítulo, que narra la “Boda de Caná”, en su primera parte (Cf. Jn 2,1ss). Al tercer día estaba JESÚS con MARÍA y sus discípulos en la boda de los parientes. Es probable que JESÚS y los primeros discípulos pasaran aquel día en Jericó o sus alrededores. A una media diaria de cuarenta kilómetros, podrían haber llegado a Caná de Galilea. El quinto discípulo que JESÚS recibe, Natanael, camino de Galilea lo reconoce como HIJO de DIOS, el REY de Israel (v.49). En la “Boda de Caná”, JESÚS se revela como el NOVIO que se desposa con la humanidad, y “manifestó allí su Gloria; y creció la Fe de sus discípulos en ÉL” (Cf. Jn 2,11).

San Pablo, primera carta a los Corintios 6,13-19

Las cartas de san Pablo en general se escriben para dar respuesta a problemas concretos, que aparecen en el desarrollo de la vida comunitaria. Este capítulo seis parte de algunos contenciosos, que aquellos cristianos trasladan a la competencia de los tribunales civiles, pudiendo arreglar esos asuntos dentro de las propias comunidades, y dando protagonismo a la intervención de alguna persona verdaderamente sabia y con autoridad moral para resolver los litigios (v.5) Aprovecha el Apóstol para aconsejar sobre la pérdida de supuestos derechos propios y crecer en la virtud de la paciencia y si fuese posible en el amor al enemigo. Pero esto último excede las fuerzas personales y se ha de contar con la ayuda de la Gracia. No obstante el cuadro presenta cierta gravedad cuando el Apóstol señala que el perjuicio va de hermano a hermano dentro de la comunidad y de forma intencionada (v.8). Al hilo de lo anterior, san Pablo enumera una lista de malas acciones por las que, dice, el que las realiza no heredera la Vida Eterna, refiriéndose a “los injustos, los impuros, los adúlteros, los afeminados, los idólatras, los homosexuales, los ladrones, los avaros, los calumniadores, los ultrajadores, los borrachos, los rapaces” (v.10). Y añade el Apóstol: “tales fuisteis algunos de vosotros, pero fuisteis lavados, habéis sido santificados, habéis sido justificados en el Nombre de nuestro SEÑOR JESUCRISTO, y en el ESPÍRITU de nuestro DIOS” (v.11). No es el único lugar en el que san Pablo propone una lista de pecados o vicios de estas características, que hoy se pretenden abolir aún dentro de la Iglesia, como si el pecado o el vicio en algún momento de la historia se pueda volver virtud o mérito. Si el alcohol en exceso causa daños, en algún momento irreversibles, y provoca borracheras, es muy difícil admitir que eso sea bueno y favorable a la salud física, psíquica, moral o espiritual. Si la comida, la bebida o la sexualidad pierden los fines que les son propios degradan y en vez de beneficio producen un daño de mayor o menor gravedad. La palabra es en sí misma buena, necesaria y constructora de la convivencia y relaciones humanas positivas, pero el mal uso por la calumnia o la maledicencia producen daños en ocasiones irreparables, afectando al honor y fama de las personas. En este capítulo seis, san Pablo aborda algunos de los pecados relacionados con el mal enfoque de la sexualidad.

Valor del cuerpo

“El cuerpo no es para la fornicación, sino para el SEÑOR, y el SEÑOR para el cuerpo” (v.13c). San Pablo dispone las relaciones sexuales entre el hombre y la mujer dentro del matrimonio (Cf. 1Cor 7,1-5); y da el principio básico por el que el ejercicio de la sexualidad requiere dichos cauces y condicionamientos. En el versículo dado se establece en último término el punto de partida. Si no nos pertenecemos, y del SEÑOR hemos de recibir la Gracia para la castidad y la continencia, entonces resulta que ese modo de vivir sólo es posible en una unión verdadera y consciente con el SEÑOR.

El cuerpo es también para la acción de la Gracia

“DIOS que resucitó al SEÑOR nos resucitará también a nosotros mediante su Poder” (v.14). Nos santificamos durante esta vida gracias al don del cuerpo que hemos recibido, del que no hemos podido dotar de ninguna de sus cualidades, características o potencialidades. A lo sumo se nos encarga tratarnos bien, para que no contribuyamos de forma grave a la enfermedad física, psíquica o moral. Cualquier acción de la Gracia en nosotros tiene un efecto resucitador, que nos eleva o levanta hacia la Vida Eterna. Son acciones, que en muchos casos pasan desapercibidas de modo directo, pero se pueden apreciar con el paso del tiempo. Los sacramentos tocan nuestro cuerpo físico, porque vienen a nosotros como acciones encarnadas de la Gracia; y dice el Apóstol: ¿no sabéis que vuestros cuerpos son miembros de CRISTO? (v.15).

La prostitución

“¿NO sabéis que quien se une a la prostituta se hace un solo cuerpo con ella? (v.16) La persona está hecha para realizar una unión integral, en la que exista una unidad conjunta de la genitalidad, la sexualidad, un proyecto de vida en común y el establecimiento de ese pacto ante DIOS con su bendición. La persona no está hecha para la genitalidad desintegrada del resto de las áreas, afectiva, moral y espiritual. La ruptura o separación contribuye a la ficción, al aislamiento y la mentira continuada.

La unidad con el SEÑOR

“El que se une al SEÑOR se hace un único ESPÍRITU con ÉL” (v.17). Aunque el cuerpo forma parte de nuestra identidad, sin embargo el espíritu tiene una cierta superioridad. Gracias a nuestra condición espiritual se da una mayor semejanza a DIOS, como está establecido desde el principio; y en razón de esta semejanza espiritual el cuerpo también participa de ella. Nuestro cuerpo también vive con la Gracia y participa de ella con beneficios propios. Somos imagen del SEÑOR también en nuestra condición física.

Templos del ESPÍRITU SANTO

¿No sabéis que vuestro cuerpo es santuario del ESPÍRITU SANTO, que está en vosotros y habéis recibido de DIOS, y no os pertenecéis? (v.19). Este lenguaje tiene muchas dificultades para ser entendido en nuestros días, pues el giro dado en el adoctrinamiento ha sido total. La consigna en todos los sectores es la de “mi cuerpo es mío, me pertenece y soy su dueño”. A pesar de esta insistencia, la paz interior no llega a los corazones de las personas, que han de recurrir a las soluciones más pintorescas y equivocadas. Una gran dignidad nos concede el SEÑOR cuando nos hace templos del ESPÍRITU SANTO. Siendo esto así se trata de aceptarlo con agradecimiento y participar de la bondad de su Presencia. Con mucha facilidad cedemos la primogenitura por un plato, no ya de lentejas, sino de la bazofia más repugnante. San Pablo nos dirá en otro lugar: “no pongáis triste al ESPÍRITU SANTO” (Cf. Ef 4,30).

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