A 440 años de su muerte, esta fue Teresa, la Grande

Guillermo Gazanini Espinoza
Guillermo Gazanini Espinoza

Este 15 de octubre, se cumplen 440 años de la muerte de la mística y doctora Teresa de Ávila. Religiosa y fundadora, influyente de tu tiempo a quien la enfermedad y la incomprensión persiguieron hasta su muerte en 1582. Aquí algunos hechos de su vida que nos permiten entender cómo Teresa sigue vigente. Lo mismo en su pensamiento como en sus reliquias esparcidas, sirviendo como objeto de devoción de fieles y talismanes de dictadores. En pocos párrafos, aquí su vida:

Teresa Sánchez de Cepeda Ahumada nació en Ávila en 1515.  Fue hija del judío converso Alonso Sánchez de Cepeda y de la castellana Beatriz de Ahumada. Teresa era la consentida del padre.

A los 7 años se fugó de casa junto con su hermano Rodrigo para ir a tierra de infieles con la idea del martirio. A los 13 años, perdió a su madre Beatriz.

En la niñez era aficionada a las historias de santos; en la pubertad, a los relatos de caballería donde aprendió “la forma de galantear”. Ella escribe:  «Comencé a pintarme y a buscar a parecer y a ser coqueta» Por eso, su padre la ingresó en un convento.

Una enfermedad de gravedad le hizo salir del convento. En su convalecencia, un tío le acompañó con lecturas de las epístolas de san Jerónimo. Eso influiría para ingresar al carmelo.

A los 20 años se fue de casa cuando el padre le negó el permiso para ingresar al convento de las Carmelitas de la Encarnación. Sin embargo, esta arrojada fuga no fue cosa de fácil aceptación, ella misma escribió: « El amor de Dios no era suficientemente grande en mí para ahogar el amor que profesaba a mi padre y a mis amigos».

En el convento de la Encarnación vivió 27 años. Enfermó gravemente al punto de considerarla muerta. Entró en una especie de coma, se prepararon sus funerales; cuatro días después, volvió en sí.

Estuvo tullida cuatro años hasta verse curada “por intercesión de san José”.

En 1542 llegó el período oscuro. Teresa abandonó la oración, dejó el convento para cuidar a su padre quien murió en diciembre. Fue la década de desolación en la vida de Teresa. A los 40 años, llega el despertar ante una imagen de Cristo.

Temió que su conversión estuviera influenciada por el demonio.

Fue amiga de grandes místicos, hoy estimados como santos: Pedro de Alcántara, Francisco de Borja y Juan de la Cruz.

En 1562 emprende la reforma del carmelo. Fundó 16 conventos en 20 años de itinerancia.

La escritura fue la mejor forma para trasmitir la Palabra. Ocho libros: «Libro de la Vida», «Camino de perfección», «Meditaciones sobre los Cantares», «Moradas del castillo interior», «Exclamaciones», «Fundaciones», «Visita de Descalzas», las «Constituciones», además de poesía y cientos de cartas

La inquisición la acusó de esparcir la herejía de los “Alumbrados”, esa persecución hizo que la reforma del carmelo estuviera al punto de extinguirse hasta que en 1580, Gregorio XIII autorizó la creación de los carmelitas descalzos.

En septiembre de 1582 cae muy enferma, según las descripciones de los síntomas, a causa de una infección por brucelosis o fiebre de malta en una forma muy severa.

En el momento de su muerte, según los testigos, una fragancia inundó el convento. El aroma provenía del cuerpo de Teresa, era “un olor muy suave  que nadie podía decir a qué olor se parecía y, de rato a rato, venía más suave…”

Murió el 4 de octubre de 1582, su sepelio al día siguiente, 15 de octubre. No hay error. Ese día comenzó en España el calendario del Papa Gregorio que hoy nos rige.

Su cuerpo fue exhumado diez meses después en perfecto estado sin sufrir corrupción. Ahí comenzó lo que fue un verdadero desmembramiento del cuerpo. La mayor parte de sus restos se conservan Monasterio de la Anunciación de Nuestra Señora de Carmelitas Descalzas de Alba de Tormes de Salamanca. Ahí está su corazón incorrupto, incluso partes de su carne quedaron regadas por toda España.

El provincial Jerónimo Gracián, mutiló la mano izquierda para dársela en reliquia a las carmelitas descalzas de san José de Ávila. Después, Gracián la llevó a Lisboa.

El relicario con la mano de Teresa regresó a España en 1910 quedando con las carmelitas de La Ronda. Cuando estalló la guerra civil en 1936 y la persecución religiosa, los conventos fueron saqueados y la mano quedó en posesión de uno de los generales del bando rojo que la abandonó en una maleta tras la derrota.

Franco, jefe de Estado, fue su custodio. Conservó el relicario con la mano en su capilla personal y era objeto de su devoción, su talismán.

A la muerte del Generalísimo en 1975, su esposa Carmen Polo dio la reliquia al cardenal Marcelo González Martín. El también primado de España lo restituyó a las carmelitas de la Ronda en 1975.

Teresa fue beatificada por Paulo V en 1614 y canonizada por Gregorio XV en 1622 junto con otros santos: Felipe Neri, Ignacio de Loyola e Isidro Labrador.

En 1975, Paulo VI le declara doctora de la Iglesia junto a Catalina de Siena. Es patrona de los escritores españoles.

En el IV centenario de la muerte de Teresa, Juan Pablo II visitó Ávila, el 1 de noviembre de 1982. De la santa, el pontífice dijo: “No cabe duda que Teresa ha podido defender la dignidad de la mujer y sus posibilidades de un servicio apropiado en la Iglesia desde esta perspectiva evangélica: “No aborrecisteis, Señor de mi alma, cuando andabais por el mundo, las mujeres, antes las favorecisteis siempre con mucha piedad…”

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