El regalo de la fe

Pbro. Hugo Valdemar Romero
Pbro. Hugo Valdemar Romero

El evangelio de este domingo nos presenta el envío que Jesús hace de sus discípulos a llevar el mismo anuncio de salvación que ellos han recibido. Tienen que ir de dos en dos, sin más provisiones que lo que llevan puesto, confiando únicamente en la Providencia de Dios de quien dependen ellos y el éxito de la misión.

Jesús no sólo envía a sus discípulos con un mensaje que anunciar, sino con un poder que ejercer sobre los espíritus inmundos que tienen sometidos a los hombres por el pecado. Y así, pues, los discípulos salen a anunciar la conversión, expulsan a los demonios y curan a los enfermos.

La Iglesia nace de un envío. Jesús manda a sus discípulos a que compartan el mensaje de salvación que ellos han recibido, gratuitamente lo han recibido, gratuitamente lo tienen que dar; nadie recibe un don de Dios para apropiárselo, para quedárselo, todo don que Dios da es para que lo compartas, para que hagas partícipes a los demás de lo que has recibido. La Iglesia ha recibido el mayor de los dones, la salvación y está llamada a llevarlo a todos aquellos que no saben de Jesús, a quienes viven sin esperanza porque no han conocido al Señor.

Tú tienes un don muy grande que es la fe y la fe te hace esperar; la fe te da fuerza, la fe te da consuelo, la fe te abre a la esperanza, te da seguridad. Pues bien, esa fe es recibida no es solo para tu beneficio, es para que también la transmitas a los demás, para que permitas que otras personas tengan la misma fuerza, la misma esperanza, el mismo consuelo que a ti te da.

Si recibiste, tienes que dar; debes sentir el deber de compartir eso que para ti ha sido tan benéfico. Si te lo quedas solo para ti, se arruina. Por eso San Pablo, siendo muy consciente de este deber misionero decía: ¡Ay de mí si no evangelizo!

“Señor Jesús, tú me has dado el regalo de la fe y te doy gracias por ese don que es más valioso que la vida misma, pues la fe es lo que le da sentido, valor y fuerza a mi vida. Ayúdame a ser también yo transmisor de esa fe que tú me has regalado, que no me avergüences de tu nombre, que cuando tenga una oportunidad de hacerte conocer, lo haga. Si la fe es valiosa para mí, ayúdame a compartir eso que tanto valoro, ayúdame a consolar, a confortar a guiar a toda persona que tenga necesidad de ti y de tu evangelio, pero, sobre todo, que los lleve conocerte y amarte a ti sobre todas las cosas”. Feliz domingo. ¡Dios te bendiga!

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