Crece descontento entre trabajadores del Vaticano: si deciden casarse y formar una familia, los despiden

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Reunirse en el trabajo, enamorarse y decidir casarse puede costar muy caro a los empleados del IOR, el banco del Vaticano, porque se enfrentan al despido inmediato.

Los empleados que deciden fusionar sus vidas, casarse y formar una familia corren el riesgo de enfrentarse a una terrible elección entre su vida privada y conservar su trabajo.


Todo, culpa de una norma draconiana e inflexible, que de hecho va en contra de la predicación de todos los Pontífices y, por último, pero no menos importante, de la libertad de las personas. Sin embargo, Francisco, incluso recientemente, ha insistido en que los jóvenes tengan el coraje de formar una familia. «No hay necesidad de tener miedo.»

Sin embargo, para quienes trabajan en el Instituto de las Obras de Religión, el contrato de trabajo puede rescindirse inexorablemente a partir de los 30 días siguientes a la celebración del matrimonio, a menos que uno de los dos decida dejar el trabajo voluntariamente. Sólo así la dimisión voluntaria de uno de los dos asegura el puesto del otro.

En el nuevo reglamento que entró en vigor en el Torrione di Niccolò V, marido y mujer no pueden compartir su vida laboral. «Queda prohibida la contratación de cónyuges, parientes consanguíneos hasta el cuarto grado y parientes en primer y segundo grado, según el cómputo canónico, de personas y administradores dentro del Instituto» leemos.

EL REGLAMENTO

El texto del reglamento continúa: «También para garantizar la igualdad de trato con los sujetos a que se refiere el apartado 3 antes de la celebración del matrimonio canónico entre un empleado del instituto y otro empleado del Instituto o de otras administraciones estatales del Ciudad del Vaticano, constituye causa de pérdida de requisitos de contratación. La presente causa de pérdida de los requisitos de contratación se considera superada para uno de los dos cónyuges si el otro cesa su relación laboral con el Instituto y con las demás administraciones vaticanas dentro de los 30 días siguientes a la celebración del matrimonio».

De ello se desprende que «si como consecuencia de las disposiciones anteriores no se supera la pérdida de los requisitos a que se refiere este párrafo, el Instituto tiene el derecho de desistir inmediatamente de la relación laboral existente con los trabajadores».

En el embarazoso silencio del Vaticano, esta norma draconiana ya habría creado sufrimiento a dos jóvenes empleados que, como suele ocurrir en las grandes empresas, se encontraron en los mostradores, se encendió la chispa de Cupido y ahora quisieran casarse.

Pero ante este obstáculo aparentemente insuperable, no saben qué hacer.

El caso (por ahora único) ha llegado a Ulsa, el tribunal laboral del otro lado del Tíber, que aún no ha emitido ninguna decisión al respecto.

Mientras tanto, entre el asombro y la incredulidad, la noticia ha aumentado el descontento que sigue cundiendo. Precisamente en este último período han surgido también problemas de otra naturaleza en otras administraciones vaticanas (autónomas respecto del IOR).

Por ejemplo, está el caso de la carta colectiva, una especie de demanda colectiva, de 49 custodios de los Museos Vaticanos. Enviaron una larga carta a la Gobernación pidiendo mayor protección y quejándose también de abusos de poder.

Por FRANCA GIANSOLDATI.

Il Messaggero.

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