Los envió de dos en dos

Bienvenidos a esta reflexión desde la Palabra de Dios en el XV Domingo del Tiempo Ordinario

Mons. Cristobal Ascencio García
Mons. Cristobal Ascencio García

Jesús al sentir el rechazo de sus paisanos en Nazaret, se motivó a llevar el Evangelio a otros poblados y a intensificar el anuncio de la Buena Nueva, llamando a otras personas para implicarlos en la misión: “Llamó a los doce, los envió de dos en dos y les dio poder sobre los espíritus inmundos”. Jesús llama “para enviar”, “para poner en camino”. Les dio poder no sobre las personas, sino sobre los espíritus inmundos; deben, por tanto, ser un alivio para los demás en el sufrimiento, y a través de la purificación, deben abrir las puertas de acceso directo a Dios.

Los ha llamado para que estén con Él, para que aprendan a vivir como Él; que se empapen de su proyecto, para que después sean capaces de compartirlo con los demás. Hasta ahora, como discípulos, se habían limitado a seguirlo y a estar con Él; ha llegado el momento de enviarlos a la misión y Jesús les da ciertas indicaciones.

No podemos olvidar que Jesús no promete éxito, honores, comodidades, beneficios a sus misioneros; les deja en claro, en qué condiciones, sin apegos a nada, ni a nadie, todo disponibles para la misión; y sobre las dificultades han de saber que pueden ser rechazados e incluso llevados al martirio. Recordemos algunos elementos que nos marca el Evangelio:

1°- Ir de dos en dos: En el A.T. los grandes acontecimientos debían ser declarados por dos testigos. La compañía en la misión es importante para la mutua integración, la protección, el intercambio de experiencias y de trabajo, en los momentos difíciles o de desánimos, para que se animen mutuamente. Dos en dos indica comunidad, Jesús no está a favor del individualismo; de dos en dos es el comienza de un nosotros.

2°- ¿Qué llevar?: Bastón, sandalias y una sola túnica. Son instrumentos necesarios para un largo camino. Es lo que ayuda a caminar, llevar el proyecto de Jesús a los demás.

3°- ¿Qué no llevar?: Ni pan, ni mochila, ni dinero. Sólo lo más imprescindible. Esto motiva a confiar en Dios de manera plena. Si se anda en la misión, Dios mismo se encargará de proveer lo necesario para el sustento. Pareciera que existen cosas que estorban en la misión que el Señor encomienda.

4°- Hospitalidad: Aquellos misioneros deben buscar dónde puedan ser recibidos y adaptarse a las circunstancias sin ser exigentes. Su pobreza y simplicidad deben producir confianza y aceptación de parte de la comunidad que los recibe.

5°- Se menciona la posibilidad del rechazo. Jesús no promete éxitos, su palabra lastima las mentes de aquellos que no tienen el corazón dispuesto a cambiar su estilo de vida.

No podemos negar que la misión corre riesgos:

  • Primer riesgo: Que el mensajero se sienta el dueño del mensaje; que lo proclame al gusto y acomodado a las circunstancias que mejor le parezcan. Ante esto, el mensajero debe darse cuenta que el mensaje no es suyo, alguien se lo ha confiado; él debe transmitirlo con mucha fidelidad. Es más importante el que envía, que el mismo mensajero. El que envía (Jesús), además de confiar a los enviados una palabra, indica el modo, el estilo de la misión. El Evangelio tiene una fuerza renovadora que nos impacta y nos transforma. El mayor riesgo para la misión es que por temor perdamos el sentido profético.
  • Segundo riesgo: Que el enviado se centre en los requisitos de qué llevar o de qué no llevar. Que se dedique a hacer planes, a elaborar estrategias y no sea capaz de salir a llevar el mensaje hasta que tenga todo ordenado. En nuestros días podemos caer en la necesidad de querer contar con todos los medios adecuados para hacer el Evangelio más entendible, así, buscamos computadoras, proyectores, pantallas, etc. para que las personas lo puedan comprender mejor, pero podemos caer en darle más importancia a los medios, que al mismo Evangelio.

Hermanos, nos ilumina mucho la vivencia de Amós, de quien escuchamos en la primera lectura: Es rechazado por el sacerdote Amasías, que cuidaba el orden del templo y estaba al servicio del rey y de la Corte. Amós desempeña la misión de profeta, sin haberlo soñado o

pretendido. Respondió Amós: “Yo no era profeta ni hijo de profeta, sino pastor y cultivador de higos. El Señor me sacó de junto al rebaño y me dijo: “Ve y profetiza a mi pueblo Israel”. Precisamente porque Dios es quien lo ha hecho profeta, Amós afronta serenamente el riesgo de decir cosas desagradables al Rey y a su Corte. Es fiel al mensaje que trasmite, no se deja llevar por miedos, habla con claridad. No aceptará jamás actuar como cortesano del rey de Israel, para decir sólo lo que le agrade al soberano en turno. Amós reitera que para él profetizar no es una profesión, sino una misión que le ha confiado Dios.

Hermanos, nos queda claro que Jesús no quiso dejar el Evangelio en manos del dinero, porque tarde o temprano, el dinero se convierte en signo de poder, de seguridad, de ambición y de dominio sobre los demás. Jesús no cree en el poder como fuerza transformadora. El poder suele ir acompañado de autoritarismo impositivo y no es capaz de cambiar los corazones. Jesús cree en el servicio humilde de los que buscan una sociedad mejor para todos. Él mismo nunca se impone por la fuerza, no gobierna, no controla. En su comunidad, “quien quiera ser el mayor se ha de hacer servidor”. Jesús no encumbra a sus discípulos dándoles un poder sobre los demás. Desde el poder no se puede impulsar la transformación evangélica que necesitamos entre nosotros, porque esta transformación no tiene nada que ver con la manipulación y la enajenación de las personas.

No olvidemos hermanos, que somos enviados por Jesús, somos sus profetas. Él nos da un mensaje que debemos transmitir a los demás; si el mensaje lastima, quiere decir que esas realidades deben ser iluminadas.

Pensemos: ¿Nos sentimos enviados por Jesús o simplemente miembros de una asociación con derechos y con algunas obligaciones? ¿Cómo reaccionamos ante las contrariedades, en huida hacia adelante o dando razón de nuestra fe? ¿Manifestamos lo que somos o nos diluimos como si fuésemos sal en un vaso de agua? No tengamos miedo de la misión, pongamos nuestra confianza exclusivamente en Dios.

Les bendigo a todos, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. ¡Feliz domingo para todos!

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Obispo de la Diócesis de Apatzingan