* El cardenal Gerhard Müller ordenó el sábado en Courtalain, cerca de Chartres, a cinco diáconos y dos nuevos sacerdotes siguiendo el rito tradicional.
Durante la homilía, el cardenal Müller desveló como altos funcionarios de la Curia romana están empeñados en perseguir la Misa tradicional. El purpurado germano contó que recientemente tuvo una conversación con un alto representante del Dicasterio Romano para el Culto Divino.
Todavía estaba conmovido por la fidelidad de los 20.000 jóvenes católicos con los que pude celebrar la Santa Misa en la maravillosa catedral de Chartres el lunes de Pentecostés, cuando me objetó que eso no era en absoluto motivo de alegría, porque esa Santa Misa se celebraba según el antiguo rito latino extraordinario», contó el cardenal.
Müller afirmó que «algunos ven en el antiguo rito de la Santa Misa un peligro mayor para la unidad de la Iglesia que la reinterpretación del Credo o incluso la ausencia de la Santa Misa».
Para el ex prefecto de Doctrina de la Fe, los enemigos de la Misa tradicional «interpretan la preferencia por el rito antiguo como la expresión de un tradicionalismo estéril, más interesado en la teatralidad de la liturgia que en la comunión viva con Dios que transmite».
Müller cuenta que respondió al alto funcionario del Culto Divino diciendo que «como antiguo profesor de dogmática, el contenido de los sacramentos, la res sacramenti, es para mí más importante que la forma ritual, que tiene una importancia secundaria frente a ella, o para ser más preciso: las ceremonias, que interpretan el signo visible, que consta de forma y materia».
«Pues la doctrina revelada de la fe y la sustancia de los sacramentos son dadas a la Iglesia de modo inalienable e inmutable, mientras que existe una legítima diversidad de escuelas teológicas y de ritos litúrgicos. Quienes gustan de invocar el Vaticano II para acusar a otros de mentalidad preconciliar, deberían atender primero a las advertencias del Concilio, que dice en el Decreto sobre el Ecumenismo:
Conservando la unidad en lo necesario, todos en la Iglesia, cada uno según el oficio que le ha sido confiado, mantengan la libertad que les es debida, ya sea en lo que se refiere a las diversas formas de vida espiritual y de disciplina, a la variedad de los ritos litúrgicos, e incluso a la elaboración teológica de la verdad revelada; y practiquen en todo la caridad. De este modo manifestarán cada vez más plenamente la verdadera catolicidad y apostolicidad de la Iglesia» (Unitatis redintegratio 4)», agregó el cardenal durante su homilía en la ordenación sacerdotal y diaconal de siete jóvenes franceses.
Los obispos, presbíteros y diáconos deben recordar que interiormente están llenos de la gracia de Dios para ser buenos servidores de Cristo.
También durante la homilía, el ex prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe recordó que «los obispos, presbíteros y diáconos están interiormente llenos de la gracia de Dios por el Espíritu Santo para que sean buenos servidores de Cristo».
«Y esta gracia de la ordenación se transmite por un signo visible y eficaz. San Pablo exhortó a su discípulo, colaborador y sucesor en el ministerio apostólico (Timoteo) en los siguientes términos: «Revive la gracia de Dios que te ha sido dada por la imposición de mis manos», agregó el cardenal alemán.
Müller explicó que «para eliminar toda duda sobre la materia y la forma del sacramento del Orden, el Papa Pío XII, con «suprema autoridad apostólica», determinó lo siguiente: La única materia de las sagradas órdenes del diaconado, del presbiterado y del episcopado consiste en la imposición de las manos, pero la forma es la oración de consagración, que determina esta materia, mediante la cual se realizan los efectos sacramentales, es decir, la fuerza de la consagración y la gracia del Espíritu Santo».
Además, señaló que «el Papa añade específicamente que esto se aplica a todos los ritos de la Iglesia universal, lo que obviamente incluye el rito latino occidental en todas sus etapas de desarrollo, tanto antes como después de la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II».
No decepcionarse por los errores de otros miembros de la Iglesia
Dirigiéndose a los nuevos sacerdotes y diáconos, el cardenal Müller confesó que «los miembros de la Iglesia, desde los laicos y los religiosos hasta los sacerdotes y los obispos, pueden decepcionarnos mientras peregrinan por la vida. Y a su vez, a pesar de nuestras mejores intenciones, también nosotros podemos decepcionar a los demás y convertirnos en una fuente de irritación para ellos, a causa de nuestros pecados y nuestra negligencia».
«El aparente predominio del mal en el mundo, el arrogante gesto de superioridad de la incredulidad moderna, la indiferencia de muchos ante el humilde amor de Jesús, podrían privarnos del entusiasmo juvenil que nos impulsaba a acercarnos al altar de Dios y decir nuestro Adsum. Si no pedimos el don de la perseverancia, sobre el que San Agustín escribió todo un libro contra los semipelagianos, nuestra entrega y voluntad de sacrificio pueden convertirse ciertamente en amargura y cinismo», remarcó el cardenal.
LUNES 1 DE JULIO DE 2024.
INFOVATICANA.