“No queremos morir, pero queremos asesinar legalmente”

José Arturo Quarracino
José Arturo Quarracino

En un artículo anterior, al hablar del renovado intento progresista de volver a plantear, tanto en México como en Argentina, la legalización del asesinato prenatal como “derecho de la mujer”, bajo el eufemismo de “interrupción legal del embarazo”, resaltábamos la actitud hipócrita de esta postura, porque “se invoca la muerte de muje­res que pretenden abortar, pero ocultando o encubriendo el hecho que el aborto es en esencia un asesinato perpetrado contra un ser humano indefenso. En este sentido, su pretendida legaliza­ción no es otra cosa que la legalización de la pena de muerte para las personas que, además de indefensas, son totalmente inocentes, ya que no han cometido ningún delito”.

Con esta actitud, además, se le niega la personalidad al niño concebido y se lo ignora como ser humano, al mejor estilo de los campos de concentración del nazismo –despojando del nombre a los prisioneros e identificándolos sólo con un número- o de los grupos de tareas de las diversas dictaduras militares o civico-militares que padecieron nuestros países iberoamericanos, mediante la acción de los grupos de tareas que secuestraban personas y las hacían desaparecer, en muchos casos para siempre.

En este sentido, llama poderosamente la atención la similitud prácticamente idéntica del procedimiento de los grupos de tareas de las dictaduras y de los médicos abortistas: negación del carácter de persona de las víctimas, su secuestro y aislamiento y su eliminación física sumaria, sin juicio previo ni posibilidad de defensa alguna.

En el mencionado artículo destacábamos además la actitud cobarde de los partidarios de la legalización del asesinato prenatal o aborto, en estos tiempos de confinamiento domiciliario y distanciamiento social, ya que el 28 de setiembre ppdo. el grupo promotor pro-aborto -Campaña por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito- decidió reiterar su deseo de que el gobierno argentino impulse legislativamente el proyecto para su legalización. Pero lo hizo a través de una “marcha virtual”, para evitar que los manifestantes se contagien y, eventualmente, puedan morir. Dijimos en esa oportunidad que esta actitud cobarde ponía en evidencia los progresistas abortista “son valientes para hacer matar a otros, pero son cobardes cuando la muerte les puede salir al paso” y hacerlos desaparecer para siempre.

Pero en estos últimos días el gobierno argentino dio muestras nuevamente de esta actitud cobarde e hipócrita de postura abortista. En primer lugar, el presidente de la Nación hizo saber el 14 de abril, en una entrevista periodística, que a la brevedad, sin precisar cuándo, iba a enviar al Congreso Nacional el proyecto de legalización del aborto, justificando su atraso en el envío “para poner toda la atención del sistema sanitario en el control de la pandemia”, destacando que legalizar el asesinato prenatal es un compromiso, basado en su convicción personal de hacerlo.

Y el 15 de octubre, la doctora Dora Barrancos, investigadora del Conicet, docente universitaria y asesora presidencial, sostuvo que “la semana que viene el proyecto debe ingresar al Poder Legislativo”, lo que pareció más bien una presión al poder ejecutivo nacional para que envíe sin más retrasos ni excusas el proyecto en cuestión. Como todos los miembros del oficialismo gubernamental, en sus distintos niveles, la doctora Barrancos hizo un culto del eslogan “Quedate en casa” -para que la gente no se enferme- y respetó a rajatabla las medidas implementadas infructuosamente por el gobierno para impedir el contagio masivo de la población argentina y reducir al mínimo las muertes.

Y al igual que el presidente argentino, la mencionada asesora presidencial dio respaldo a la idea de “privilegiar la vida por sobre la economía”, para justificar las medidas de confinamiento inicialmente adoptadas.

Esquizofrenia en estado puro: por un lado, tratar de impedir a toda cosa que las personas se enfermen por Covid-19 y mueran; pero por otro lado, promover el asesinato legal de los niños por nacer, que ya constituye un verdadero genocidio (cientos de miles de muertes por año).

En este contexto, la ex senadora y actual vicepresidente de la Nación, la señora Cristina Fernández de Kirchner “aporta” un nuevo matiz, que es el pensar el aborto como asesinato de la Patria. Aunque en realidad constituye un “aporte involuntario” de la señora, al haber dejado de ser presidente a fines del 2015 y haber asumido como senadora nacional a fines del 2017. Porque al ejercer la primera magistratura, la señora de Kirchner supo imponer y difundir un eslogan entre sus seguidores: “la Patria es el otro”. Pero como senadora, un par de años después, actuó y votó a favor de la legalización del aborto, la cual se frustró al ser tratado en el Senado Nacional, el 8 de agosto de 2018.

Analizada en detalle, la actitud de la actual vicepresidente de la Nación resulta francamente esquizofrénica, porque su postura a favor del aborto niega radicalmente su predica patriótica: si “la Patria es el otro”, y el aborto consiste en el “asesinato del otro”, entonces asesinar al otro -abortarlo- es asesinar a la Patria -porque el otro es la Patria. Un silogismo perfecto. A razonamiento de parte… relevo de pruebas, parafraseando el viejo adagio jurídico.

Por más vueltas que le den al tema y por más justificaciones que inventen, los progresistas abortistas iberoamericanos -desde Argentina hasta México- no sólo promueven la legalización del asesinato prenatal, sino por ello mismo la legalización del asesinato de sus mismas Patrias, ratificando de hecho que la legalización del aborto lleva en germen un verdadero genocidio.

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