El evangelio de este domingo nos cuenta que los fariseos unidos a los herodianos se acercan a Jesús para ponerle una trampa, le preguntan: ¿es lícito pagar el impuesto al Cesar? No debemos olvidar que el pueblo judío estaba ocupado militarmente por los romanos, por lo tanto, pagar impuestos a un emperador extranjero y opresor era visto como un acto de tradición a la patria, como un colaboracionismo con el opresor, pero por otra parte, si Jesús se opusiera a tal obligación sería tomado como un rebelde a la autoridad del Cesar y ser acusado de rebeldía.
Jesús no cae en la trampa, pide que le muestren una moneda del tributo, pregunta de quién es la imagen que está acuñada, le responden: del Cesar, y sentencia tajante: “den al cesar lo que es del Cesar y Dios lo que es de Dios”. Y ciertamente es lo más sano, el ámbito religioso y civil no deben mezclarse, el problema cuando no se da esta distinción es que lo político acaba por corromper a lo religioso, por mundanizar las cosas que son de Dios.
Sin embargo debemos estar atentos: Jesús habla de dos órdenes, el del Cesar y el de Dios, pero no están a la par, el del Cesar está sometido al de Dios, debe actuar con justicia y rectitud, y los ciudadanos están llamados a cumplir las leyes y pagar sus contribuciones, no hacerlo es también una injusticia, porque se supone que los impuestos son para el bien común, son para favorecer a la comunidad, pero cuando el estado actúa con injusticia o inmoralidad los ciudadanos no están obligados a obedecer leyes injustas.
A lo largo de la historia ha quedado claro cuáles son los derechos del Cesar, y nos quedamos solo en esa parte de la frase de Jesús, pero olvidamos los derechos de Dios, dar a Dios lo que es de Dios, es decir, su lugar en nuestra sociedad, en nuestra historia, en nuestra cultura, y sobre todo su espacio en tu vida y en tu corazón.
El evangelio de este domingo te pregunta: ¿cumplo con mis deberes como ciudadano, colaboro con mis contribuciones, participo de la vida social de mi comunidad y de mi país, y por otra parte, doy a Dios lo que le compete: adoración, amor, obediencia, cumplimiento con mis deberes cristianos?
Jesús dejó en claro que su reino no es de este mundo, pero se construye desde este mundo, por lo tanto no puedes evadir tus responsabilidades religiosas ni civiles, san Agustín lo decía muy bien: “el cristiano es quien tiene los pies en la tierra pero el corazón en el cielo”.
Señor Jesús, tú me pides que la primacía de mi amor esté puesta en Dios, en ti, pero también me pides no evadir mis responsabilidades en este mundo, dame el equilibrio necesario para cumplir lo que tú me mandas y a la vez comprometerme en las causas que ayudan a que este nuestro mundo sea cada vez mejor.