Sinodalidad: la gran farsa

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La archidiócesis de Madrid acaba de hacer un gran favor a los fieles católicos de todo el mundo, o al menos a los de España. Nos ha mostrado el verdadero rostro de la sinodalidad.

No sé bien cuál es el número de católicos de misa dominical, pero si hacemos caso al CIS, la cosa debe de andar entre trescientos mil y seiscientes mil. Pues bien, el número de participantes madrileños en las respuestas al cuestionario para la segunda sesión del sínodo sobre sinodalidad que se va a celebrar, si Dios no lo remedia, en octubre de este año, llega a la asombrosa cifra de 856. O sea, no llega ni al 0,3% y seguramente esté por debajo del 0,2%.

Que con una cifra así se hable del “dinamismo sinodal que ha implicado a todo el Pueblo de Dios” es una tomadura de pelo. Si extrapolamos esas cifras a toda España, y me huelo que en la mayoría de las diócesis el porcentaje de participación ha sido menor, estaríamos hablando de alrededor de 17.000 fieles. ¿Ese es todo el pueblo de Dios en España?

En realidad, todo lo relacionado con este sínodo mantiene los principios que ya se marcaron en sínodos anteriores. A saber, se monta un escenario artificial en el que ya se tiene predeterminado el resultado, para dar la imagen de que hay una verdadera iglesia sinodal y no una iglesia en manos de grupos de poder que quiere reformarlo todo para convertir nuestra Iglesia en un instrumento más del Nuevo Orden Mundial masónico.

Y si algo no sale como lo tienen pensado, da igual. Ahí aparecen los resortes del poder para cambiar las cosas por las bravas. Es exactamente lo que ha pasado con Fiducia supplicans. Es lo que pasó con el cambio sobre la marcha de las normas sobre la Relatio Final en la primera sesión del sínodo sobre la Familia.

Otro ejemplo de esta gran farsa es la reunión cuasi secreta -como toda buena tenida- que tiene lugar en Roma a la que acuden 20 teólogos, de quienes no sabemos ni el nombre ni la procedencia, para “discernir” y preparar el sínodo. 

Precisamente el verbo discernir es el comodín de la baraja desde hace tiempo. Se le utiliza para justificar la profanación de la Eucaristía por parte de adúlteros y fornicarios. Aparece en ese documento vaticano que propone la blasfemia de Dios bendiciendo el pecado nefando. Y cada vez que alguien desde la jerarquía quiere reventar la doctrina y la moral católica, apela al discernimiento del pueblo de Dios.

¡Farsantes! Los que han asesinado el sensus fidei pretenden hacer uso de su cadáver para destruir por completo el edificio de la Iglesia.

Sabemos que Cristo prometió que las Puertas del Hades no prevalecerán. Y también sabemos que está profetizada una gran apostasía. ¿Qué toca? Confiar en el Señor, pedirle que intervenga para confudir a los apóstatas. Recordemos lo que enseña el libro del Apocalipsis:

El injusto, que cometa aún injusticias; el sucio, que se manche aún más; el justo, que siga practicando la justicia; y el santo, que se santifique todavía más.
Ap 22,11

Y recordemos también que ninguno de esos apóstoles fraudulentos, de los que la Escritura nos anunció su llegada (2Ped 2) nos puede robar la fe ni separarnos de Cristo, si por gracia nos mantenemos fieles:

Porque estoy convencido de que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni las cosas presentes, ni las futuras, ni las potestades, ni la altura, ni la profundidad, ni cualquier otra criatura podrá separarnos del amor de Dios, que está en Cristo Jesús, Señor nuestro.
Rom 8,38-39

Levántate Señor, y juzga tu causa.

Luis Fernando Pérez Bustamante.

Martes 11 de junio de 2024.

InfoCatólica.

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