Un Pontificado de rarezas

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El adjetivo «raro» («extraño»), que tiene varios significados en el diccionario; elijo uno: raro es el que tiene poca densidad y consistencia. Aunque también hace referencia a cosas extraordinarias y extravagantes.

Quiero decir: es una rareza que el Papa sea argentino, lo que también es extraño es que en más de una década no haya tenido la preocupación de visitar su patria. Juan Pablo II (Wojtyla) y Benedicto XVI (Ratzinger), nada más ser elegidos, el primer viaje que realizaron los llevó a su patria, Polonia y Alemania, respectivamente.

Leí en “La Prensa”, un diario de Buenos Aires: “Francisco reveló que le gustaría venir en noviembre o a principios de 2025”. Bajo este título, el diario dice que el Papa “comentó que está en sus planes viajar a Argentina ya sea a finales de noviembre o principios de 2025”. Según el viejo refrán “piensa mal y acertarás”, me atrevo a pensar que no vendrá, y le esbozo un motivo: sabe que no le va a ir muy bien. Puede que me equivoque, claro, pero esta opinión mía responde a un conocimiento de Jorge Bergoglio de hace 46 años.

El pontificado de Francisco está lleno de rarezas. En esta nota llamaré la atención sobre uno de ellos. Monseñor Gabriel Mestre fue Obispo de Mar del Plata, luego ascendido al Arzobispado Metropolitano de La Plata, donde duró ocho meses y medio. La ficción, habitual en las alturas romanas, se reduce a una noticia: “El Santo Padre ha aceptado la renuncia al gobierno pastoral de la Archidiócesis Metropolitana de La Plata, presentada por Su Excelencia Mons. Gabriel Antonio Mestre”. No se dieron más detalles. La verdad es que el Papa le pidió que dimitiera; para decirlo crudamente: lo echó.

Esta noticia causó dolor a los sacerdotes platenses, que habían soportado pacientemente el quinquenio de Víctor Manuel Fernández, amigo del Papa, hoy cardenal y que ocupa el cargo que ocupó durante muchos años el eminente teólogo Joseph Ratzinger, más tarde Benedicto XVI. En poco más de ocho meses, Mestre se perfilaba como un arzobispo que iba a hacer lo que Fernández no hizo. Sé de lo que hablo: fui arzobispo de La Plata durante dos décadas. La visión que doy sobre el caso no es sólo eclesiástica, sino también política.

Abp. Mestre, en una carta muy sincera y sentida, relata la situación, la rareza que lo ha victimizado:

“En la Ciudad Eterna, luego de confrontar algunas percepciones diferentes con lo sucedido en la Diócesis de Mar del Plata desde noviembre de 2023 hasta hoy, el Papa Francisco me pidió que renunciara a la Sede de Mar del Plata. Con profunda paz y total rectitud de conciencia ante Dios por cómo actuaba, confiando en que la Verdad nos hace libres (cf. Jn 8,32) y con obediencia filial y teológica al Santo Padre, escribí inmediatamente mi renuncia, que fue aceptada. y hecho público hoy (27 de mayo de 2024)”.

Lo extraño o curioso es que parece estar separado del Arzobispado por lo ocurrido en Mar del Plata cuando Mestre era Obispo. ¿Se equivocaron entonces al ascenderlo? Al disimulo romano, de profundas raíces, se suma ahora el hábito jesuita: esta falsa discreción da lugar a sospechas apresuradas, que suelen tener dos temas: problemas económicos o sexuales. Me gustaría saber si el Cardenal Fernández, que como dije es amigo del Pontífice, ha tenido algo que ver en este loco asunto. Los obispos son sucesores de los Apóstoles, no pueden ser tratados como escolares. “La Verdad nos hace libres”; el ahora ex arzobispo tiene razón. Roma se ha argentinizado, para desgracia de los argentinos, y ensombrece la libertad, que es un don de Dios.

En otra ocasión mencioné la relación entre Pedro y Pablo; la obediencia filial exige una paternidad sincera y respetuosa de la fraternidad. Pablo reconoció la autoridad de Pedro, pero Pedro, a su vez, reconoció la vocación singular que el Apóstol de las naciones recibió del Resucitado. Aquí está la cuestión, y no bajo el disfraz de la tan cacareada “sinodalidad”. Los curas y demás fieles platenses merecen una explicación. Monseñor Mestre ha dicho sentimentalmente: “Me duele partir, me duele dejarlo a usted como pastor de esta Iglesia particular que peregrina en La Plata, pero estoy seguro de que Dios tiene planes mucho mejores que hoy no puedo terminar de descifrar. ¡Confío en el Señor porque Cristo es nuestra Paz (Efesios 2:14)! Palabras muy justas; Dios, que permite el mal, tiene planes que nos superan inmensamente. En estos planes hay lugar para rarezas.

Recordemos que Monseñor Gabriel Mestre es Obispo desde 2017; un estudioso y profesor de la Biblia, bien preparado para la tarea providencial en la que la mitra lleva en sí una corona de espinas. Habría sido un gran arzobispo. Observo que su lema episcopal dice “Jesucristo es nuestra paz”. Nos ha dado un buen ejemplo al aceptar la arbitrariedad en paz. Pero los autores de rarezas no creo que puedan disfrutar de esa Paz.

Monseñor HÉCTOR AGUER.

Antecedentes: El Arzobispo Héctor Aguer fue Obispo de La Plata/Argentina de 2000 a 2018, su sucesor inmediato en el cargo fue el Arzobispo Víctor Manuel Fernández, hasta que se convirtió en Prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe en 2023. El arzobispo Mestre es, por tanto, el sucesor de Aguer como arzobispo de La Plata, por lo que se puede considerar que Aguer está muy bien informado.

rorate-caeli/la prensa/kath

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