Solemnidad de CORPUS CHRISTI

Éxodo 24,3-8 | Salmo 115 | Hebreos 9,11-15 | Marcos 14,12-16.22-26

Pablo Garrido Sánchez
Pablo Garrido Sánchez

Cualquier acción de culto eucarístico tiene su inicio en la última Cena, en la que JESÚS instituye la EUCARISTÍA. Este Sacramento encierra características especiales, pues lo que resulta y se ofrece no es un pan bendecido, sino al mismo JESUCRISTO en su integridad. La Iglesia profesa desde el primer momento que la EUCARISTÍA es JESUCRISTO con toda su humanidad y Divinidad. El Catecismo de la Iglesia Católica afirma con el Concilio Vaticano II, y toda la tradición de la Iglesia, que la EUCARISTÍA es “meta y fuente” de toda la vida de la Iglesia (Cf. CIC n. 1324). Sesenta días después del Domingo de Resurrección celebramos la solemnidad de CORPUS CHRISTI, que a partir de mediados del siglo quince (1447), bajo el pontificado de Nicolás IV, quedaron institucionalizada las procesiones eucarísticas con carácter público por las calles de los distintos pueblos y ciudades. Se trasladó así el culto de adoración a la EUCARISTÍA fuera de los templos, y la bendición misma del SEÑOR a las distintas ciudades y localidades bajo su Presencia Eucarística. La cosa fue promovida a comienzos del siglo trece por santa Juliana de Cornillon, en Lieja (Bélgica). La fiesta con carácter público comenzó a celebrarse con aprobación diocesana y se institucionalizó para toda la Iglesia tras el milagro eucarístico de Bolsena, cerca de Roma, en el pontificado de Urbano IV. Con más actualidad encontramos milagros eucarísticos en otros lugares. Hasta el día de hoy la Iglesia Católica reconoce oficialmente ciento cinco milagros eucarísticos en el mundo, que se distribuyen en veinte países, siendo Italia el país en el que han ocurrido el mayor número (32); después viene España con dieciocho y Francia, doce.  El beato Carlo Acutis promovió de forma notable por internet el testimonio vivo de los milagros eucarísticos y marcó, a su vez, el eje central de su espiritualidad, junto con una acentuada devoción a la VIRGEN MARÍA. En otro tiempo el santo italiano, san Juan Bosco, había basado su obra y apostolado con los jóvenes en estas dos comunas de la Fe: la EUCARISTÍA y la devoción a la VIRGEN MARÍA para sacar adelante a muchos jóvenes vulnerables en gran medida y con gran peligro de terminar en la delincuencia y la exclusión social. La adoración a la EUCARISTÍA es el reconocimiento de JESUCRISTO presente hoy en medio de nosotros. Los análisis de la sangre emanada en los milagros eucarísticos coinciden: la sangre presenta caracteres de alguien que está vivo y en esa sangre se encuentra tejido muscular -miocardio- del corazón. El grupo sanguíneo que aparece en todos los análisis es el AB. De nuevo el milagro viene a corroborar la presencia cierta de JESUCRISTO, lo mismo que los milagros en la predicación de JESÚS en su misión por la Galilea y Judea vinieron a testimoniar que ÉL era el HIJO de DIOS. Las señales no cesan para que nadie pueda argumentar que por su vida no han pasado signos de su  Divina Presencia. No podemos olvidar a Ricardo Castañón como uno de los principales estudiosos de los milagros eucarísticos en este momento. Las señales no son evidencias, pero tampoco tenemos en la mayor parte de los ámbitos en los que nos movemos certezas absolutas. La mayor parte de las veces decidimos sobre algo por el número o la cualidad de los indicios que se presentan; y estos elementos indiciarios no son certezas absolutas. Tenemos testimonios suficientes de la Presencia Eucarística de JESÚS en la EUCARISTÍA, si queremos aceptar las señales -indicios- que el SEÑOR mismo deja patentes. Este domingo el mismo SEÑOR sale a las calles de los pueblos y ciudades para bendecirnos. Cualquier otra procesión ensombrece al lado de esta manifestación religiosa en la que debemos estar con actitud de adoradores. Tan real como en su itinerancia por Israel, JESÚS irá pasando y bendiciendo a todo y a todos los que lo acojan.

Todos los días

La Presencia Real de JESÚS en la EUCARISTÍA es el pleno cumplimiento de la promesa final formulada en el evangelio de san Mateo: “sabed, que YO estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Cf. Mt 28,20). No deben inquietarnos demasiado las amenazas que asoman contra la Iglesia o la Santa Misa. Nunca va a desaparecer el Santo Sacrificio de los altares de las distintas parroquias, templos, capillas o domicilios particulares si fuese preciso.  La persecución anunciada por JESÚS desde el minuto uno (Cf. Mt 10,30) no cesará hasta el final de los tiempos, y por eso mismo no debe decaer la confianza en el cumplimiento preciso de la promesa del SEÑOR. Por otra parte rezamos en el Padrenuestro: “danos hoy nuestro pan de cada día” (Cf. Mt 6,11). Sabemos que en esta petición presentamos al PADRE el conjunto de necesidades diarias, tanto las corporales como las espirituales. Nuestra lista de necesidades es larga, pero lo crucial es el PAN de la EUCARISTÍA. JESÚS dijo: “mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida; el que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida Eterna y YO lo resucitaré en el último día (Cf. Jn 6,53-59).

La señal

San Juan, como sabemos, prescinde en la Última Cena de la narración de las palabras sobre el pan y el vino, que establecen la Nueva Alianza al transformar el pan y el vino en el CUERPO y la SANGRE del SEÑOR. Esta Nueva Presencia del HIJO es también signo de contradicción y se convierte en prueba de fuego para la Fe. Para confesar que JESÚS es la EUCARISTÍA es necesaria la consolidación como discípulo del SEÑOR. San Juan destina a tratar este asunto capital el capítulo seis de su evangelio. JESÚS va a realizar una señal de un calado insospechado, pues el motivo aparente está en la multiplicación de cinco panes y dos peces, para dar de comer a cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños (v.10; Mt 14,21). Es probable que este lugar se tratase de la Betsaida localizada en la Decápolis, pues JESÚS se había retirado, en principio, con sus discípulos, pero las gentes conocen el lugar de retiro y siguen a JESÚS, porque han visto las señales, o curaciones en los enfermos (v.2). En este caso, JESÚS piensa realizar un signo de naturaleza distinta a los hechos hasta entonces: no se trata directamente de curación alguna. Salvo que aceptemos la indicación del evangelista que presenta a JESÚS rodeado de sus discípulos a modo del MAESTRO que enseña, no hay enseñanza previa a las gentes que se están concentrando en el lugar en número considerable. Cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños representaba el vecindario de varias localidades en un solo movimiento. Por eso dirá Felipe, que doscientos denarios -el sueldo de ocho meses- no sería suficiente para dar un pedazo pequeño a cada uno. Por otra parte, ¿qué tienda les podría vender una cantidad así en un breve tiempo?. Pero la señal estaba en marcha, pues partía de la decisión de JESÚS para realizarla. Las disposiciones de los presentes no se tienen en cuenta en este momento y la evaluación vendrá más tarde. JESÚS dispone que se recuesten en la hierba, debía estar crecida dada la época del año, ya que estaba cerca la Pascua de los judíos -mes de abril-. El sol y las lluvias de la primavera consiguen un verdor especial en las praderas y vegetación, latente durante los meses de invierno. Reclinados sobre la hierba, los seguidores plasman la imagen de hombres libres y aparecen como un Pueblo en libertad. Queda atrás la imagen del desierto, el esfuerzo por la supervivencia y el maná por todo alimento. La imagen presente es la del Pueblo elegido guiado por el MESÍAS, recibiendo su alimento. No se imparten discursos, tan sólo el signo que todos ellos deben interpretar correctamente, pero el signo se verá difuminado cuando JESÚS ofrezca la interpretación correcta. No fue Moisés quien dio pan del Cielo a los israelitas, porque el maná era un alimento físico; y la señal de la que habían sido partícipes anuncia el verdadero PAN del Cielo por el que deben esforzarse y trabajar. JESÚS declara algo que no gusta a los que lo buscan al día siguiente: “vosotros me buscáis no porque hayáis visto señales, sino porque habéis comido pan hasta saciaros” (v.26) Todas las partes de aquel episodio milagroso mantienen un carácter de signo y da al relato entidad suficiente para servir de preámbulo a la enseñanza sobre el PAN de VIDA. Cinco panes y dos peces que se multiplican; cinco mil hombres que son alimentados hasta saciarse con sus mujeres y niños; una hierba verde (Mc 6,39) abundante que está en contraste con la aridez del desierto; doce cestos de sobras, porque la Gracia de DIOS es inagotable. En DIOS todo es sobreabundante, pero nada de lo dado por Gracia se debe perder, porque es valioso. Aquel milagro fue la señal del PAN de VIDA, que se está multiplicando a lo largo de los siglos, y lo hará hasta el fin del mundo. El RESUCITADO aparece con cinco llagas en manos, pies y costado, como señales de su Pasión y Cruz por la que los hombres recibimos el PAN de VIDA que nos da la Vida Eterna. Para recibir este nuevo alimento es preciso creer en JESÚS como el ENVIADO del PADRE: ÉL no es un líder político con extraños poderes para mantener a sus seguidores sin trabajar. A partir de este momento, estando en Cafarnaum, los ánimos se empiezan a enfriar y algunos que parecían seguidores dejan de serlo. Bien dice la Liturgia después de la consagración en la Santa Misa: “este es el SACRAMENTO de nuestra Fe…”.

Ir a JESÚS

“YO SOY el PAN de la VIDA. El que venga a MÍ no tendrá hambre, y el que cree en MÍ no tendrá nunca sed” (v.35) El Evangelio plantea el camino que conduce a JESÚS para seguirlo. El PAN de VIDA es el alimento de la Vida Eterna, que es el mismo JESÚS. Esta identidad es luminosa si crecemos en la conciencia de la identidad misma de JESÚS, que es el hombre entregado al PADRE y a los hombres, y al mismo tiempo es DIOS. El signo o señal puede conducir a la Fe, que nos ofrece el conocimiento cierto de quién es JESÚS.

Bajado del Cielo

El que se va a hacer PAN del Cielo es verdadero hombre, al tiempo que HIJO de DIOS. Los judíos deliberaban: ¿cómo dice éste que es el PAN bajado del Cielo, si nosotros conocemos a sus padres, José y MARÍA? (v.42). JESÚS insiste en la Fe como la vía de conocimiento cierto sobre su identidad: “en verdad, en verdad os digo, el que cree tiene vida Eterna” (v.47). Las señales que los judíos habían presenciado eran suficientes para despertar la Fe, si ellos mismos lo admitían. Nosotros inevitablemente nos perdemos la impronta de la personalidad de JESÚS actuando en la circunstancia concreta, pero todos aquellos que hacían gala de numerosas objeciones, tenían que estar negando la fuerza presencial de los hechos. Para su postura distante se amparaban en el conocimiento de su procedencia, pero tendrían que admitir si alguien con las solas cualidades humanas podía devolver la vista a los ciegos, la normalidad a un tullido de nacimiento o a un paralítico, o liberar a los endemoniados y escuchar después sus testimonios. La Fe tiene algo o mucho de imposible, pero JESÚS puso delante de la consideración de su gente, hechos que sólo eran posibles para DIOS. Por tanto, los signos o señales conducían a la persona misma de JESÚS como la gran SEÑAL de DIOS en medio de los hombres.

JESÚS se dará en comida

La Ley Antigua estaba relacionada con una tierra prometida a los patriarcas, un régimen de sacrificios para el perdón de los pecados, y un alimento -el mana-. Todo aquello anunciaba la plenitud de los tiempos, en los que se hace presente el ENVIADO de DIOS, que perdona los pecados por su entrega personal como sacrificio, y da un alimento espiritual para la Vida Eterna. JESÚS dice de SÍ mismo: “YO SOY el PAN de la VIDA” (v.48). “YO SOY el PAN vivo bajado del Cielo, si uno come de este PAN vivirá para siempre; y el PAN que YO le voy a dar es mi carne por la Vida del mundo” (v.57). La discusión entre los presentes se planea principalmente en este punto. JESÚS no estaba admitiendo forma alguna de antropofagia, pero el alimento espiritual, el PAN de VIDA tendría un componente visible y material. Las palabras, cuando menos, enigmáticas por parte de JESÚS exigían un acto de Fe, que sólo pudieron resolver con éxito el estrecho círculo de discípulos; y Pedro le dice a JESÚS: “SEÑOR, a dónde vamos a ir -no queremos separarnos de ti-, TÚ tienes palabras de Vida Eterna” (v.68). La mayor insistencia en este capítulo recae sobre el alimento y la acción de alimentarse. JESÚS revela una novedad absoluta y afirma que ÉL tiene un alimento que da consistencia a una Vida que trasciende la presente. No se trata de un alimento para prolongar la vida en este mundo con carácter ilimitado. JESÚS va a dar un alimento que comienza a gestar en este mundo la Vida Eterna que entraña la comunión con la TRINIDAD.

La verdadera comida y la verdadera bebida

Las palabras de JESÚS dejan las cosas en el Misterio, y los presentes cuando preguntan entran en la descalificación a lo que están oyendo. Por encima del rechazo a sus palabras, JESÚS va dejando su mensaje: “el que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida Eterna, y YO lo resucitaré en el último día” (v.55). JESÚS además de ser hombre -plenamente hombre- es la PALABRA -VERBO- con todo el Poder en el Cielo y en la tierra (Cf. Mt 28,18). JESÚS puede hacer que el Cielo interactúe con la vida de los hombres para una transformación en este mundo de acuerdo con la Vida del Cielo. Como don especial de la Redención está la EUCARISTÍA y el don del ESPÍRITU SANTO. El HIJO de DIOS, al que aquellos judíos tenían delante tiene por misión cristificar la Creación y la EUCARISTÍA realiza principalmente ese papel. Para adecuarnos a la Vida eterna necesitamos cristificarnos, y la EUCARISTÍA tiene principalmente ese cometido. Por supuesto que la recepción de la EUCARISTÍA nos fortalece para la vida presente y es fuente de grandes beneficios espirituales, pero eso es consecuencia del objetivo principal, que representa el acomodarnos substancialmente al modelo que es el mismo JESUCRISTO a quien el PADRE quiere reconocer en todos nosotros. En la EUCARISTÍA el Cielo ciertamente baja a este mundo en la apariencia de un poco de pan y algo de vino, que después de la consagración han cambiado radicalmente de substancia, permaneciendo intactas las apariencias. La Resurrección del Último Día llega en el hoy del momento en el que comulgamos. Nada puede alimentar nuestra alma como la EUCARISTÍA. Habría que decir, que la EUCARISTÍA es el alimento propio del alma con la que DIOS nos ha dotado. La necesidad más honda del cristiano que ha realizado una opción fundamental por JESUCRISTO es vivir en ÉL. JESÚS lo dice así: “el que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en MÍ y YO en él” (v.56). JESÚS espera diariamente la renovación de esta opción fundamental, que afirma la permanencia. En la cuarta petición del Padrenuestro pedimos la renovación diaria de esta permanencia: “danos hoy nuestro PAN de cada día -del mañana-“ (Cf.  Mt 6,11; Lc 11,3).

Antecedentes

La solemnidad del Cuerpo y la Sangre de CRISTO -CORPUS CHRISTI- encuentra su prefiguración en las disposiciones legales y de culto recogidas en los primeros libros de la Biblia. JESUCRISTO es SUMO SACERDOTE, que se ofrece a SÍ mismo como el CORDERO de DIOS que quita los pecados del mundo. JESÚS es el Nuevo Mensajero que va delante del Pueblo, al que inexcusablemente es preceptivo escuchar (Cf. Ex 23,20; Mc 9,7). Por su obediencia al PADRE, JESÚS acepta el sacrificio de su vida por todos los hombres, y es conducido a la muerte como “cordero llevado al matadero, que enmudecido no abría la boca” (Cf. Is 53,7). La sangre de los animales dispuestos en el sacrificio de comunión era destinada para asperjar al Pueblo (Cf. Ex 24,8). Además de las Diez Palabras, el Código de la Alianza contenía disposiciones que detallaban los preceptos básicos. Algunas promesas dadas, unidas a las disposiciones legales, llevan el eco de la restauración del orden primero de las cosas cuando el pecado no había dejado sus consecuencias: ausencia de enfermedad, fertilidad de la mujer y del matrimonio como signo de la bendición de DIOS, prolongación del número de los años en una tierra que mana leche y miel, la  protección de YAHVEH será el escudo contra los enemigos, los pueblos idólatras tendrán que huir de la presencia del Pueblo elegido (Cf. Ex 23). Las condiciones para el restablecimiento del orden previsto por DIOS está en la práctica de la justicia, la compasión con el prójimo, no perjudicar al enemigo y erradicar la idolatría. Todas estas directrices morales y espirituales tienen total actualidad. Después de tres mil años, aún contando con la ayuda de la Gracia nuestro mundo está lejos del ideal querido por DIOS: establecer un modo de vida entre los hombres marcado por el Amor de DIOS que va en dos direcciones, reconocimiento del señorío de JESUCRISTO, y una fraternidad universal en la que reine el Bien y la Justicia. Esto último estuvo dentro de los objetivos de los grandes mensajeros como Isaías o Jeremías, Oseas y Joel; y aún sigue pendiente de pleno cumplimiento para el Mensaje evangélico que ha costado la sangre del REDENTOR.

La Palabra escrita

El libro del Éxodo relata en distintas ocasiones la entrega de la revelación de la Ley, que YAHVEH da a Moisés. El lugar de la revelación del SEÑOR y sus mandamientos es el mismo: el Monte Sinaí. En este capítulo veinticuatro, Moisés sube al Monte santo acompañado de Aarón, Nadab y Abihú con los setenta ancianos colaboradores en el juicio de las causas menores presentadas por el Pueblo. Pero estos acompañantes llegarán hasta cierto lugar del Monte santo, y después Moisés ascenderá él solo. El versículo tres de este capítulo da por hecho que la revelación se realizó y Moisés presenta el Mensaje al Pueblo, que responde unánime: cumpliremos todas las palabras que ha dicho YAHVEH (v.3).

La Palabra dada

A través de Moisés llega la Palabra al Pueblo, tal y como lo habían solicitado por unanimidad. YAHVEH correspondiendo a la solicitud de su Pueblo señala a Moisés como el enviado y elegido para ser su intermediario: “YO voy a enviar a mi Ángel delante de ti, para que te guarde en el camino y te conduzca al lugar que te tengo preparado. Pórtate bien y no seas rebelde en su presencia y escucha su voz; pues no perdonará vuestras trasgresiones, pues en él está mi Nombre” (Cf. Ex 23,20-21). El Ángel del SEÑOR en este caso es atribuible tanto a Moisés como a un Ángel propiamente dicho. Pero Moisés encarna con propiedad la portavocía de DIOS dando a conocer la Palabra para el Pueblo elegido. La Palabra es dada por DIOS a Moisés, y por éste es transmitida al Pueblo. El Pueblo la escuchó y entendió, comprometiéndose a cumplirla con objeto de pertenecer a YAHVEH. Antes que obtener la pertenencia de una tierra está la pertenencia al único DIOS. Moisés levantará acta del pacto, poniendo por escrito el acuerdo alcanzado entre YAHVEH y su Pueblo: “entonces escribió Moisés todas las palabras de YAHVEH” (v.4a).

Palabra y culto

El culto se especifica por la palabra que dirigida a DIOS se vuelve Palabra Sagrada. En este caso el culto de adoración está ligado al sacrificio y al altar. “Levantándose de mañana, Moisés, levantó allí un altar al pie del Monte, con doce estelas por las Doce tribus de Israel” (v.4b). Se estaba cumpliendo lo que inicialmente YAHVEH había ordenado a Moisés. “vete al Faraón y dile que deje salir a mi Pueblo para que me ofrezca en este Monte un culto de adoración” (Cf. Ex 7,16). YAHVEH es el DIOS de Abraham, Isaac y Jacob (Cf. Ex 3,6), y las Doce tribus forman el Pueblo en quien el SEÑOR quiere cumplir todas las promesas. Las Doce tribus van a ofrecer sacrificios de comunión al pie del Monte Sinaí para entrar en una relación más personal e íntima con el SEÑOR. “Entonces, Moisés manda a algunos jóvenes que ofreciesen holocaustos e inmolaran novillos como sacrificios de comunión para YAHVEH” (v.5). En el holocausto toda la víctima es consumida por el fuego, y en el sacrificio de comunión se queman algunas partes y otras se destinan a los sacerdotes y oferentes que establecen un marco de comensalidad en el que el mismo DIOS está presente. Las víctimas para el holocausto y las destinadas para el banquete de comunión dan significado a la situación del hombre ante YAHVEH. El israelita está destinado a una total pertenencia a YAHVEH en una comunión de amor filial, pues Israel es el primogénito entre todos los pueblos.

Distribución de la sangre

El significado de la sangre ofrece un amplio comentario, pues es la portadora de la vida, que sólo le pertenece a DIOS mismo que la ha dado. Quien vierte sangre inocente es reo de muerte, porque es una vida arrebatada, que pertenece a DIOS. la venganza de sangre es permitida cuando ha sido causada por un asesinato. La sangre no se puede consumir porque es la sede de la vida, y ésta es sólo de DIOS. La aspersión de la sangre, empleada de forma ritual, ejerce una acción purificadora. “La sangre del cordero pascual en Egipto fue empleada para señalar las jambas y el dintel de las puertas de los judíos, para evitar la justicia del Ángel exterminador (Cf. Ex 12,22-23). “Moisés tomó la mitad de la sangre y la echó en vasijas, y la otra mitad la derramó sobre el altar hecho con las Doce piedras” (v.6). La sangre de aquellos animales representa las vidas de todos y cada uno de los israelitas que pertenecen y se ofrecen a YAHVEH. Aquella sangre tenía un carácter sustitutivo, que anunciaba la verdadera sangre redentora de JESUCRISTO derramada en el altar de la Cruz intercediendo por todos los hombres. La sangre de aquellos animales o de cualquier hombre estaba terminantemente prohibido que fuese tomada, pero la sangre del REDENTOR, sacramentalizada, tiene que ser objeto de bebida para obtener la Vida Eterna.

El Libro de la Alianza

“Tomó después Moisés el Libro de la Alianza, que leyó ante el Pueblo, respondiendo: haremos todo lo que ha dicho YAHVEH” (v.7). Nos informó el texto, en el versículo tres, que Moisés transmitió al Pueblo a modo de predicación todas las palabras dadas por YAHVEH en la Montaña Sagrada; y el Pueblo conforme con todo lo expuesto pronunció su aceptación. Moisés puso, entonces, las palabras del SEÑOR por escrito y ahora las proclama al Pueblo que ratifica su adhesión. La sangre de las víctimas ofrecidas al SEÑOR es ahora utilizada para asperjar al Pueblo, significando la confirmación bajo compromiso ineludible. El Pueblo es pertenencia del SEÑOR por la Palabra y por la sangre rociada sobre ellos que pertenece a las víctimas ofrecidas al SEÑOR, y por tanto es el SEÑOR mismo quien los ha purificado por la aspersión de aquella sangre. En la aspersión de aquella sangre hay una profecía de la verdadera Vida que llegará a los hombres por medio de JESUCRISTO. “Mis palabras son Espíritu y son Vida, la carne no aprovecha para nada” (Cf. Jn 6,63). Las dificultades encontradas por JESÚS a la hora de exponer la doctrina del PAN de VIDA revela que el sistema de sacrificios realizados a lo largo de los siglos habían tenido un resultado escaso en el crecimiento espiritual del Pueblo. Bien decía el Salmo y la carta a los Hebreos: “holocaustos y sacrificios no te han satisfecho, y TÚ me has preparado un cuerpo, y aquí estoy, oh DIOS, para hacer tu Voluntad” (Cf. Slm 39,7-9; Hb10,5-7).

Los preparativos para la cena de Pascua

En un corto intervalo de tiempo se precipitan los acontecimientos, y de forma súbita JESÚS instituye el Sacramento de la EUCARISTÍA, tiene lugar la Pasión y Cruz. Según san Marcos, JESÚS da indicaciones a los discípulos para preparar la Cena de Pascua el mismo día por la mañana. Hasta la tarde, que se encaminará a Jerusalén, JESÚS presumiblemente estaría en Betania, en casa de Lázaro, Marta y María, acompañado de sus discípulos. Dos de sus discípulos son enviados y les saldrá al encuentro un hombre con un cántaro de agua, al que deben seguir (Cf. Mc 14,13). Los discípulos comprobarán que todo estaba preparado antes que ellos llegaran. La anticipación de todos los preparativos es una señal que inclina a pensar que la Divina Providencia está por medio y esa mirada de las cosas deben ampliarla a todos los sucesos que se van a producir en las próximas horas. La casa en la que tendrá lugar esa Cena de Pascua probablemente fuese de la familia de Juan Marcos, según los analistas. JESÚS les anticipa: “el dueño de la casa os enseñará una sala grande en el piso de arriba, que ya está dispuesta para la celebración” (v.15) Una sala grande en un piso sobre la planta baja supone que el propietario es una persona con una economía desahogada. Los dos discípulos enviados sólo tenían que ultimar los preparativos que no se especifican, pero podrían estar relacionados con los corderos sacrificados en el Templo y destinados para la celebración.

JESÚS llega con los Doce

“Al atardecer de aquel día llega JESÚS con los Doce” (v.17). Este dato nos indica que los dos discípulos enviados por la mañana a supervisar los preparativos no pertenecían al grupo de los Doce. De lo anterior se deduce que en esa Cena de Pascua podían estar JESÚS con los Doce y un grupo indeterminado de discípulos y discípulas, que aparecerán al día siguiente cerca de la Cruz, en la que muere JESÚS (Cf. Mc 15,40-41; Lc  23,49), que el evangelista dice que siguieron a JESÚS desde la Galilea, pero tenían que estar en el grupo con bastante antelación a los hechos luptuosos que estaban presenciando. Esta digresión no es ociosa por su repercusiones o consecuencias. A lo anterior se puede añadir el dato del número de ciento veinte discípulos anotados por el libro de los Hechos de los Apóstoles, de donde salió elegido san Matías para ocupar el lugar dejado por Judas Iscariote (Cf. Hch 1,23-26) Aunque JESÚS “llega con los Doce al atardecer para celebrar la Pascua”, sin embargo el MAESTRO pregunta: “¿dónde está mi sala donde pueda comer la Pascua con mis discípulos?” (v.14). Se puede pensar con propiedad que siguiendo a JESÚS en ese momento hay un número de discípulos amplio además de los Doce. Si aceptamos que el autor de este evangelio es Juan Marcos, hijo del propietario de la casa, entonces el testimonio tiene una validez especial.

Momento cumbre

La sala de la Última Cena estaba dispuesta con divanes, para que los comensales cenaran recostados (v.18) en actitud de hombres libres. De nuevo recordamos la imagen de los cinco mil hombres, más las mujeres y los niños mencionados por Juan (Cf. Jn 6,10), en la multiplicación de los panes comentada, que da inicio al discurso del PAN de VIDA. Todas las misas posteriores, Fracción del Pan o EUCARISTÍA tienen como fuente la institución realizada en este momento. El memorial actualizado por virtud del ESPÍRITU SANTO, en cierta medida nos devuelve al momento de la institución del gran SACRAMENTO. Vivimos una experiencia de perfecta sincronía del tiempo lo que sucede en la actual celebración de la Misa, pues está contenida en la primera consagración realizada por JESÚS, que se convierte en la fuente de todas las actualizaciones. El ESPÍRITU SANTO a través del ministro ordenado, que actúa “en persona de CRISTO” hace presente “aquí y ahora” las palabras del VERBO cargadas de poder pronunciadas en la Última Cena: “JESÚS dijo, este es mi CUERPO, después de bendecir el pan” (v.22). Se considera que fue la tercera copa de la Cena -Seder- la que dio JESÚS diciendo: “esta es mi sangre de la Alianza, que será derramada por muchos” (v.24) La teología de la carta a los Hebreos no deja lugar a dudas sobre la universalidad del sacrificio de JESÚS. La traducción del relato eucarístico, en este caso, respeta la limitación expresiva del arameo y emplea el término “muchos”, pero el SACRAMENTO principal tiene que abarcar lo mismo que la acción salvadora que es de carácter universal.

Carta a los Hebreos 9,11-15

La carta a los Hebreos es un escrito con gran disposición apologética sobre JESUCRISTO como el Sumo Sacerdote de la Nueva Alianza. Dice en el capítulo ocho: “este es el punto capital de lo que venimos diciendo, que tenemos un Sumo Sacerdote tal que se ha sentado a la derecha de la Divina Majestad en los Cielos, al servicio del santuario y de la tienda verdadera” (Cf. Hb 8,1-2ª). Todo es Nuevo, porque el Sumo Sacerdote que fundamenta el nuevo orden religioso dispone de un Poder que no poseían los sacerdotes de la Antigua Alianza. Ellos entraban en un santuario terreno, con víctimas para ofrecer por los pecados propios y del Pueblo, pero todos aquellos sacrificios fueron insatisfactorios, incapaces de perdonar los pecados. Todo lo anterior fue figura de las realidades que estaban por venir y algunos profetas anunciaron (Cf. Hb 8,5-6). Anticipando el futuro, dice el SEÑOR por medio de Jeremías: “pondré mis leyes en su mente, en sus corazones las grabaré, YO seré su DIOS y ellos serán mi Pueblo. No habrá de instruir cada cual a su conciudadano, ni cada uno a su  hermano, diciendo: conoce al SEÑOR, pues todos me conocerán” Cf. Hb 8,8-11; Jr 31,31-34). El régimen religioso antiguo era insuficiente, y Jeremías recibe, con quinientos años de antelación, la revelación de la poderosa acción del ESPÍRITU SANTO en los corazones. El hombre nuevo es renovado por la Nueva Ley, que trae JESUCRISTO, por el que recibimos gracia tras gracia (Cf. Jn 1,16).

El presente y lo eterno

La primera tienda es una figura del tiempo presente, en cuanto que allí se ofrecen dones y sacrificios incapaces de perfeccionar al adorador (v.9). Esta insuficiencia radical cumple su función personal e histórica. El conjunto de las conciencias particulares crean el movimiento o avance que es percibido en el tiempo. Cada uno personalmente sabe o conoce su precariedad. No es la suma de los individuos la magnitud suficiente para el avance espiritual, pero ha de haber un número de personas que anhelen o esperen el advenimiento de una revelación suficientemente anunciada. Llegado ese momento el mundo empieza a oír: “el tiempo se ha cumplido y el Reino de los Cielos está cerca” (Cf. Mc 1,15). Cuando DIOS se revela, una constante aparece: lo mejor está por venir y la Esperanza despierta nuevas capacidades para luchar por lo eterno y definitivo. Las promesas se cumplen: “presentose CRISTO como Sumo Sacerdote de los bienes futuros, a través de una tienda no construida por manos de hombre, mayor y más perfecta; es decir, no de este mundo” (v.11). Este versículo tiene distintas lecturas. La tienda en la que aparece CRISTO en este mundo es su humanidad, que no tuvo intervención de varón alguno, sino que surge en el seno de la VIRGEN MARÍA por obra exclusiva del ESPÍRITU SANTO (Cf. Lc 1,28ss). A partir de esta implantación aparentemente vulnerable, el HIJO de DIOS, Sumo Sacerdote, afianza su tienda entre nosotros (Cf. Jn 1,14). Ningún hombre, hijo de DIOS, le es ajeno a este Sumo Sacerdote, y su Tienda va ensanchando sus límites. Su Tienda es la Iglesia (Cf. Col 1,18). Lo presente obtiene su consistencia de las realidades futuras para nosotros que somos peregrinos, pero son tangibles para los bienaventurados, porque el Sumo Sacerdote ha entrado en un santuario definitivo “no fabricado por mano de hombre, que no es de este mundo”.

Sólo una vez

Es propio de DIOS realizar sus obras una sola vez: “entró en el Santuario una vez para siempre no con sangre de machos cabríos ni de novillos, sino con su propia sangre, consiguiendo una redención eterna” (v.12). El macho cabrío era el animal utilizado más frecuentemente para la expiación por los pecados. Todos los sacrificios por el pecado no pasaron de ejercer un efecto pedagógico, pero no tenían poder transformador alguno. La sangre de JESÚS no se valora en su condición física, sino como el dato real de una vida entregada en sacrificio como expiación por todos los hombres. JESÚS puede presentarse ante el trono de DIOS, que es el Santuario definitivo, porque ha vencido a la muerte y al pecado. Acogido a la derecha de la Majestad de DIOS lleva consigo a todos los que valoran lo que ÉL ha hecho.

Liberados de los antiguos ritos

“Pues si la sangre de machos cabríos y de toros, y de la ceniza de vaca santificaron con su aspersión a los contaminados en orden a la purificación de la carne, cuánto más la sangre de CRISTO, que por el ESPÍRITU eterno se ofreció a SÍ mismo sin tacha a DIOS, purificará nuestra conciencia de las obras muertas, para rendir culto al DIOS vivo” (v.13-14). Con respecto a este complejo sistema cúltico se refiere san Pablo cuando dice, “para vivir en libertad nos liberó CRISTO” (Cf. Gal 5,1). Algunos nostálgicos, sin duda bien intencionados, tanto del Judaísmo como de algunas confesiones evangélicas, están dando pasos para la restauración de lo que sería el Tercer Templo y volver a este régimen de ofrendas y sacrificios. Inconcebiblemente, algunos evangélicos prefieren celebrar el Sábado en vez de acentuar el día propio de la Resurrección de JESÚS. Otros se dedican a la cría de la vaca roja y proceder al ritual descrito en el libro de Números (Cf. Nm 19,1ss ) con objeto de disponer del agua lustral para el régimen de purificaciones. Es posible que en las fechas que se escribe esta carta a los Hebreos ya no existiese el Templo de Jerusalén, destruido en el año setenta, pero el autor sagrado toma los ritos antiguos de un modo dialéctico para argumentar la excelencia de la Gracia traída por JESUCRISTO Sumo Sacerdote. Su intercesión permanente ante el PADRE consigue el perdón de nuestros pecados y todas las gracias necesarias para la construcción de una edificación que resista el fuego espiritual del Amor de DIOS: “yo como buen arquitecto, conforme a la Gracia de DIOS que me fue dada, puse el cimiento, y otro construyó encima. Mire cada cual cómo construye; pues nadie puede poner otro cimiento, que el que ya está puesto: JESUCRISTO. Y si uno construye sobre este cimiento con oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, paja, la obra de cada cual quedará al descubierto, la mostrará el día, porque se revelará con el fuego. Y el fuego comprobará la calidad de la obra de cada cual. Aquel cuya obra resista recibirá la recompensa, pero aquel cuya obra quede abrasada recibirá el daño, pero él quedará a salvo como quien pasa a través del fuego” (Cf. 1Cor 3,10-15). Esta cita larga de la Carta a los Corintios refiere de otra forma la acción de la gracia que es operativa en cada uno de los creyentes y nos dispone para la Vida Eterna. Nuestra responsabilidad y decisiones no están al margen de toda la obra redentora, que JESÚS lleva a cabo con cada uno de los suyos.

La herencia prometida

El siguiente versículo realiza una afirmación capital: la muerte de JESÚS por nuestros pecados nos ha conseguido la herencia de la Vida Eterna. “JESUCRISTO es Mediador de una Nueva Alianza, para que interviniendo su muerte, para remisión de las transgresiones de la Antigua Alianza, los que han sido llamados reciban la herencia eterna prometida” (v.15). Qué importante la permanente celebración de la Santa Misa, que de forma continua recuerda al PADRE la muerte de su HIJO por todos nosotros. Sigue “mediando la muerte de JESÚS por todos nosotros para el perdón de los pecados”. El hecho histórico de la Pasión y Cruz se actualiza de modo especial en las palabras de la consagración sobre el vino: “tomad y bebed todos de él, porque éste es el cáliz de mi sangre; sangre de la Alianza Nueva y Eterna, que será derramada por vosotros, y por todos los hombres para el perdón de los pecados. Haced esto en conmemoración mía”. No sabemos el número exacto de sacerdotes, que celebran a diario la Santa Misa, pero puede ser que la cifra esté alrededor de los cuatrocientos mil. Cada hora sale una media 16.667 misas distribuidas en distintos horarios y latitudes. Si sacerdotes y fieles celebran con clara conciencia este Misterio estaremos ante una fuerza -todavía- capaz de cambiar el mundo. Habría que borrar la rutina de la celebración espiritual con más capacidad de transformación. Satanás sabe perfectamente que JESUCRISTO está en las especies consagradas con todo su cuerpo, sangre, alma humana y divinidad, pero no adora, porque su condición es odiar. Somos los hombres en este mundo los que podemos adorar al SEÑOR acompañados de una legión innumerable de Ángeles y Bienaventurados.

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